Cambio incesante
Casa de citas/ 607
Cambio incesante
Héctor Cortés Mandujano
En el voluminoso Borges (Ediciones Destino, 2006), que escribió Bioy Casares, cuenta de un niño (p. 137) “que, señalando un busto de Homero, dijo: ‘nene’. Marta (la hija de Bioy) ve las figuras bíblicas, barbudas, de la tapicería del comedor y dice: ‘nene’ ”.
El párrafo me recordó a mi pequeño nieto de tres años, Camilo, para quien, también, los hombres (no importan que sean jóvenes o mayores) son ‘ninos’ y las mujeres, sin hacer caso de su edad, son ‘ninas’. La otra división tajante con Camilo tiene que ver con que si son ‘menos’ (buenos) o malos.
Me convence que vea con él una de sus caricaturas favoritas, Transformers, a los que llama, en su “extraña ensalada”, Potopós. Le digo que no sé de qué van esas historias y me da en pocas palabras –mientras en la televisión están los Tranformers y un grupo de personas– una definición de los bandos: “Potopós, menos; ninos, malos”.
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En Tick tick… BOOM! (2021, dirigida por Lin-Manuel Miranda), el actor Andrew Garfield encarna al músico estadunidense Jonathan Larson, fallecido imprevistamente a los 35 años, justo unos días antes de que se estrenara su famosísima obra musical Rent.
Larson tardó ocho años en escribir su primera obra (que financió trabajando de mesero) y la estrenó, luego de muchos esfuerzos, frente a críticos, posibles productores, familiares y amigos. Fue un éxito; sin embargo, nada resultó de ello, salvo los excelentes comentarios. Él habla con su agente y ella le dice que no hay ningún productor interesado en meter dinero para la puesta en escena, pero todos están encantados con su talento.
—¿Y entonces? ¿Ahora qué sigue, qué hago? –Dice él.
—Escribe la siguiente –le dice ella.
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Regalo de mi amiga Paty Bautista, leo Cómo comprender la mente. La naturaleza y el poder de la mente (2014, Centro Budista Vajrayana), del maestro Gueshe Kelsang Gyatso. Hay muchas enseñanzas en el libro, que te comparto lector, lectora.
Una de las primeras es que no existe el yo; somos un “conjunto transitorio”, y en nuestro interior los ‘hechos’ (p. 139): “Son transitorios porque son impermanentes, y un conjunto, porque son varios”. Más claro aún: El yo es (p. 140) “transitorio precisamente porque cesa en cada momento”
Somos cambios incesantes, salvo que nos aferremos a lo que trascurre en nosotros (p. 140): “En realidad, no permanecemos ni un instante sin cambiar y mucho menos a lo largo de la vida. Si el yo del momento anterior no dejase de existir, el del momento siguiente no podría surgir. El yo de un momento dado es la causa del yo del momento siguiente…”.
Una de las virtudes que preconiza el libro es la generosidad, ayudar a los demás (p. 159): “Milarepa dijo: ‘Puesto que tienes que partir solo, y dejarlo todo atrás, es mejor que ya lo abandones ahora’ ”. La generosidad de ahora, será germen de un bien futuro.
Sobre el sueño, dice Gueshe (p. 171): “El sueño es una mente sutil”, es decir, espiritual, por eso (p. 172): “Los practicantes diestros de Dharma utilizan su entendimiento del dormir, los sueños y el despertar para comprender el proceso de la muerte, el estado intermedio y el renacimiento, porque dormir es similar a morir, los sueños son como el estado intermedio y el despertar es como renacer”.
Me llamó la atención esto (p. 194): “Buda dice que las serpientes poseen un poder sensorial de la vista especial que les permite oír sonidos con su percepción visual”.
No se puede sanar la mente con dietas (p. 197): “Las causas de las perturbaciones mentales se encuentran en la mente, no en el cuerpo”; el ascetismo físico no es importante, lo es el ascetismo mental: la meditación y la paciencia.
Hace tiempo hice citas de otro libro de este autor (Budismo moderno), donde explicaba la vacuidad. Aquí se insiste en ello (p. 251): “Para eliminar las emociones perjudiciales, como el odio y el apego, tenemos que comprender que sus objetos concebidos no existen y que no son más que meras invenciones de la ignorancia”. Dicho de otro modo (p. 252). “La causa raíz de todo el sufrimiento es la percepción errónea del aferramiento propio. […] aunque algo aparezca de cierta manera en la mente, no implica que exista de ese modo”.
El capítulo más amplio es el final y se refiere exclusivamente a la meditación. Aquí varios apuntes (p. 267): “La diferencia entre concentración y meditación estriba en que aquella es necesariamente un factor mental pero esta puede ser también una mente primaria. El objeto de la concentración puede ser cualquier cosa, pero el de la meditación ha de ser siempre algo virtuoso”.
Es concluyente (p. 273): “Al morir, la mente se separa del cuerpo para siempre. El cuerpo se queda en algún lugar de este mundo, pero la mente viaja a distintas moradas de las vidas futuras, como el pájaro que abandona su nido para volar a otro”.
Hay personas que creen ser felices porque tienen gente querida que los rodea, o porque están sanos del cuerpo físico, o porque tienen dinero; nada de esto tiene que ver con la felicidad, nos dice el libro (p. 281): “Sabemos que cuando nuestra mente está en paz, somos felices y cuando no lo está, nos sentimos desgraciados. Por lo tanto, está claro que nuestra felicidad depende de la paz interior y no de lo favorables que sean las condiciones externas”.
No hay nada extraño ni gratuito en lo que nos pasa, todo depende de nosotros: (p. 284): “Las acciones que efectuamos imprimen huellas en nuestra mente muy sutil y, con el tiempo, producen sus correspondientes resultados. La mente es comparable a un campo de siembra, y las acciones que realizamos, a las semillas que se plantan en él”.
Pero, ¿qué hacemos si no nos aferramos a las cosas que aparentemente existen (las condiciones externas) y nos centramos en mantener nuestro interior en paz, pase lo que pase afuera? Estaremos en paz. Lo de afuera es vacuidad, no tiene más existencia que la que le damos aferrándonos a ella. La aparente realidad es sólo una cáscara; la fruta está dentro de nosotros (p 328): “En los Sutras, Buda dice: ‘No existe ningún fenómeno aparte de su mero nombre’ ”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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