A Palenque, ya!!!!
Hace unos días, el periodista Rafael Delgado, columnista de El Financiero, entrevistó a Porfirio Munoz Ledo, conocido político de múltiples batallas por la democratización del país. Más allá de las antipatías que generan sus desplantes, nadie puede negar al político su gran conocimiento de la entrañas del sistema político mexicano y el arrojo que ha demostrado en ciertos momentos de la vida pública de México. Retomo algunos tramos de la entrevista y, asimismo, me permito reconocer que el título al inicio de esta colaboración es igualmente producto de la imaginación del octogenario político.
Conviene detenerse un poco en algunos momentos de la entrevista porque arroja algunas luces sobre el momento en el que nos encontramos como país.
El argumento fácil para descalificar al interlocutor de Delgado es que se trata de un resentido porque no ha conseguido los cargos que ambicionaba. En un clima de confrontación, como siempre ocurre al interior de las organizaciones políticas, quiso ser presidente de Morena y no lo logró. Pretendió continuar como diputado en la Cámara, cosa que tampoco pudo alcanzar. Buscando aires más cálidos, sus deseos se vieron frustrados al no conseguir la embajada cubana.
Es verdad que se trata de cargos que todo político se cree con derecho no solamente a aspirar, sino que le corresponden por sus actividades y sus reales o supuestas aportaciones a la vida pública del país. Pero Muñoz Ledo ha dado respuestas puntuales de qué fue lo ocurrido en cada uno de estos casos y, según su criterio, cuáles fueron las causas que motivaron su descalificación en los cargos que ambicionaba. Ególatra sin medida, Porfirio sufre en lo más profundo los ataques y responde con dardos envenenados, como el recurso procaz de llamar simios a sus propios correligionarios del Movimiento de Regeneración Nacional. El lenguaje usado por el viejo político es la prueba irrefutable que no se necesitan malas palabras para descalificar a los otros, se puede usar cierto coloquialismo o palabras que, en otro contexto, no resultarían ofensivas, pero en el momento en que se usan y las circunstancias que la motivan resultan de una descalificación atroz e incluso una visión degradante que no puede admitirse bajo ningún concepto. Vale decir, se puede insultar sin improperios y ser igualmente hiriente, aunque se usen conceptos muy distintos a los del lenguaje ordinario.
La primera respuesta es lapidaria y contundente, el político de grandes ligas después de haber reconocido al hoy presidente como “un iluminado” (se vale tener esperanza, dice), ahora lo descalifica porque lo considera un mentiroso. ¿por qué? Le pregunta su interlocutor. “Porque miente como habla. Hay dos maneras de mentir… decir verdades a medias o mentiras completas”.
No obstante esto, Muñoz Ledo reconoce que el presidente tiene cualidades que lo distinguen (“es un hombre inteligente, astuto, con mucho olfato y muchas otras cualidades, por eso está donde está”). “Se trata de un líder natural”, dice. Nosotros lo apoyamos. ¿Qué es la 4ª Transformación? Se pregunta Muñoz-Ledo. Es nada, se responde. “Yo le plantee a Andrés Manuel la idea de la 4ª República porque habría que ir hacia una nueva constitucionalidad; tal y como lo intentamos hacer en el PRD. Pero admite que, en su momento, AMLO lo convenció que no era prudente hablar de nueva constitucionalidad, para no espantar a la gente; porque no hay que olvidar que teníamos de aliados a los comunistas”. De ahí la idea de la 4ª Transformación.
De modo que aquí se desprende una diferencia que tiene que ver no solamente con la historia reciente entre los personajes que se sienten protagonistas directos de la transformación democrática del país, que tiene que ver con la construcción de nuevas instituciones en México. En el fondo, también subyace un conflicto sobre la paternidad de las ideas. “La transición la iniciamos Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez y yo”, recuerda Muñoz Ledo. Y remata de manera contundente: “Andrés no existía. Andrés era un político, presidente de PRI en Tabasco y él nos vino a ver…. Lo vimos como una gente sana, un líder natural… El problema es en qué terminó”.
En qué terminó, le pregunta Delgado. “Bueno, es una gente que ha confudido la realidad con la ficción y que puede dejarnos un país terriblemente comprometido. Por eso tenemos dos años todavía para tratar de derrumbarlo en la democracia… Nosotros hicimos un movimiento para democratizar al país”. Y luego el propio Muñoz-Ledo se pregunta: ¿Qué pasó con Andrés? Yo lo comparo consigo mismo… por eso te puedo decir muchas cosas buenas de Andrés Manuel, es un líder excepcional y lo apoyamos en todo…. Ahora bien, el poder marea, el poder absoluto marea absolutamente. Ese es el caso de Andrés Manuel. No explica nada, todo lo inventa. Le vale la opinión de los demás y no investiga nada”.
De verdad, hay momentos de la entrevista que resultan hasta cómicos. René Delgado le pregunta a Muñoz Ledo: ¿Sigues formando parte de Morena? No hombre, le replica Muñoz-Ledo. “Me corrieron. Yo no digo si soy o no. Es que hay un grupo que se ha formado que no quiere que sea presidente…. ¿Sigues o no sigues? insiste Delgado. Yo no soy miembro de Morena, obviamente. Pero como no me inscribí, tampoco me desinscribo”, contesta Muñoz Ledo. Llegado este momento uno no puede más que recordar las frases célebres de aquella canción que dice: Molina y Tongo le dio a Borondongo…
¿Cuál es el destino de la 4ª transformación? Muñoz Ledo afirma, “quería decirte que el olvido. No ha habido transformación alguna sino para mal. El olvido, insiste, pero creo otra cosa más. Hay que hacer justicia, hay que perseguir el delito. Este país lo que necesita es Estado de derecho. No puede haber delitos que no sean sancionados”.
Al invocar el tema del miedo, Muñoz-Ledo recuerda que en alguna ocasión le tocó discutir con uno de los empresarios más ricos del país y este le confesó que tienen miedo. ¿por qué tienen miedo? Le preguntó. Porque no sabemos lo que pueda pasar, respondió el empresario. La gente tiene temor porque no conoce sus verdaderas capacidades. Nos puede pasar cualquier cosa en este gobierno. Yo reconozco en Andrés que no es un hombre violento. Eso no lo hace.
Acerca de la sucesión adelantada considera que no solamente se trata de un menosprecio hacia quienes ha destapado a través de la idea de las corcholatas. Muñoz Ledo considera que “todo esto es parte del juego del presidente”. En ese no es distinto a lo que ocurría con el PRI, pero los presidentes anteriores era mucho más imparciales. No se trata de un juego democrático, sino de la descomposición del viejo régimen.
De nuevo, abonando sobre el perfil de AMLO, Muñoz-Ledo asegura que se trata de alguien audaz y astuto, pero no es un hombre valiente. Es un hombre con una fragilidad interna. “Tengo varios dictámenes psicológicos, asegura. Es lo que lo hace narcisista, dicen los psicólogos. Tiene muchas fragilidades internas. Es un hombre que la quiere hacer de Tarzán el hombre mono”.
En el tema candente de los militares y la reforma que los dejará en labores de seguridad pública hasta 2018, Muñoz-Ledo cree que deben participar en política. Sin embargo, la decisión de dejarlos en las calles significa que se están dando tareas al Ejército sobre las cuales no han sido formados. El Ejército está bien formado en México. “No necesita meter al Ejército en cosas que no son las suyas. Cree que queda bien con ellos, puede ser”.
Con relación a sus críticas al grupo en el poder, Muñoz-Ledo de manera inmediata y parsimoniosa responde: “no hay grupo en el poder, hombre. Esto está muy desestructurado. Hay una desinstitucionalización dentro del gobierno”.
Para rematar, Delgado pregunta ¿cómo pasará a la historia Andrés Manuel López Obrador? Desde luego, pasará a la historia como “un luchador social, destacado líder nacional, afanoso conductor de masas y eficaz que, al llegar al poder, no hizo lo que su movimiento había prometido. Pero no es que no lo hizo porque se le olvidó”, sino que hubo un cambio en su personalidad una vez que ganó las elecciones. Y desliza la siguiente interrogante ¿Qué pasó?
Más allá de lo hilarante que puede ser la entrevista y los excesos que puedan cometerse, lo cierto es que una personalidad como la de Porfirio Muñoz Ledo, así como la inteligencia que le caracteriza, lanza dardos punzantes de crítica a sus propios compañeros de lucha. Sus palabras son como hierros candentes porque se trata de un coadjutor de múltiples batallas por la democratización del sistema político mexicano, cosa que no se le puede negar. Sus posturas pueden ser exageradas y hasta vanidosas, pero qué político no lo es. A Porfirio no se le puede negar que ha estado en los momentos más importantes de la vida política del México contemporáneo y que su conocimiento de las entrañas del sistema es incuestionable. Podemos disentir de sus conceptos, pero sería muy difícil desacreditarlos con el argumento fácil de su egocentrismo. No es sorprendente que, por estas razones, la entrevista pasara sin pena ni gloria en los medios.
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