De migraciones y solidaridad
Hay muchas formas de mirar los movimientos migratorios, este es solo uno.
María está con su hijo y su hija en un pueblo entre Tapachula y Huixtla. Tienen 4 y 5 años y llevan casi un mes de viaje desde que salieron del Valle de Siria, en Honduras. La mayor parte del trayecto hecho a pie. Se encuentra sentada con doña Lupe y Susana, dos mujeres de ese pueblo chiapaneco. Toman limonadas frescas.
María ha decidido hacer una pequeña pausa en su recorrido al norte, convencida por las dos mujeres locales, para descansar, lavar ropa, comer tranquilamente, sanar heridas. Seguramente se queden cuatro o cinco días. Luego intentarán subirse a La Bestia en Arriaga, que les lleve al centro de México.
María tuvo que salir huyendo de su pueblo. Su esposo está preso por oponerse a las mineras de la zona. A ella la amenazaron varias veces. A esta situación de violencia se sumó la pérdida de las cosechas familiares por lluvias torrenciales poco habituales, que mezcló las aguas contaminadas de los arroyos cercanos a los yacimientos mineros. Demasiados metales pesados en la tierra y en el agua. Juntó el dinero que pudo conseguir entre familiares y amigos y se lanzó con la pequeña Juliana y el pequeño Kevin a buscarse la vida al Norte.
María le cuenta todo esto a doña Lupe y Susana, que asienten y le dan calma. Ellas han escuchado decenas de historias parecidas, ya que ellas apoyan en lo que pueden a las personas migrantes que hacen ese trayecto. Son miles cada año.
María lo ha pasado mal en el trayecto, demasiadas trabas, robos y agresiones, de autoridades y de delincuentes. Pero a la fuerza que siempre ha tenido se suma la que le dan su hijo y su hija.
La compañía que extrae minerales en la zona del Valle de Siria, como muchas otras en la región, es de capital canadiense, chino, español. Lo que extraen, puede ser oro, plata, barita, cadmio u otros minerales, se va para el norte y sirve para fabricar relojes y joyas, smartphones y computadoras, automóviles y trenes. Y en ese trayecto no hay trabas, al contrario.
Según los datos, ya hay más migraciones por motivos climáticos que por motivos políticos y guerras. Aunque como en el caso de María, los motivos se suman, se refuerzan, se entrelazan.
“La economía que devora a la naturaleza está provocando la situación que hoy enfrentamos, ocasionada por aquellos interesados en hacer avanzar las fronteras extractivas sobre territorios que antes no estaban identificados por el radar del capital y que contribuyen a la destrucción del planeta mediante la deforestación, la megaminería tóxica, etcétera. Esos actores capturan territorios y los vuelven inhabitables. México, por ejemplo, es el quinto país con mayor deforestación del mundo”, explica Rodrigo Gutiérrez Rivas, de la UNAM.
Doña Lupita y Susana son dos de las miles y miles de personas que ayudan en lo que pueden a las personas que son desplazadas de sus hogares, de sus territorios. De su pueblo también han migrado ya muchos. Estar en el camino hacia el norte desde la frontera con Centroamérica les ha hecho ver de todo. Y desde hace unos pocos años han sumado a su vocabulario la expresión “justicia climática”.
María les comparte una receta para hacer un caldo con yuca y crema, o les cuenta los usos de varias plantas medicinales Mientras, sonríen, en el hermoso atardecer del Soconusco.
Ellas saben que el mundo está cambiando rápidamente, aprenden lo que pueden, se juntan con otras, hablan, ven videos, leen. Y hacen cosas. “Porque no hay que quedarse de brazos cruzados, viendo en como está el mundo”, animan a sus vecinas del pueblo.
Nos vemos por acá. Salud!
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