La “Zona Norte” de San Cristóbal debe desaparecer (de nuestro léxico)
¿A qué nos referimos cuando decimos “la Zona Norte de San Cristóbal”? A primera vista parecería que hacemos referencia a un espacio geolocalizado de la ciudad, pero más bien nos referimos a una construcción imaginada de un espacio negado, un territorio desconocido e inacotado donde se concentran los prejuicios de una parte de la población.
La “Zona Norte” se menciona de forma permanente en las conversaciones de San Cristóbal, un taxista dice “no, joven, yo no voy para la zona norte”; un profesor explica “ten cuidado, ya sabes cómo son los de la zona norte”; una ama de casa en una asamblea vecinal propone “deberíamos hacer como hacen en la zona norte”; un conductor de radio grita “nuevamente hay problemas en la zona norte de San Cristóbal de Las Casas”. Todo el mundo tiene una anécdota, una referencia, una historia que contar acerca de la zona norte. El único problema es que nadie coincide en su ubicación.
Tradicionalmente se identifica la zona norte con la colonia La Hormiga, uno de los primeros asentamientos de la población desplazada por motivos religiosos. Luego de ellos llegaron muchas otras personas, que por razones religiosas o políticas fueron obligados a dejar las tierras de sus ancestros y sus casas. Todos ellos querían regresar y recuperar sus tierras, funcionarios de los tres niveles de gobierno les prometían el retorno pero solamente les daban largas porque nunca hicieron nada en contra de quienes les expulsaron de forma arbitraria. Las autoridades del municipio expulsor no hicieron nada para construir las condiciones para un retorno seguro y las autoridades del municipio receptor nunca intentaron brindarles las condiciones para una vida estable (es decir, brindarles los mismos servicios básicos —agua potable, drenaje, seguridad, etcétera— que están obligados a garantizar a todos sus habitantes) por considerarlos una población de paso. Así han pasado treinta años, expulsados de su tierra de origen y nunca bien recibidos en su tierra de refugio.
Aún hoy, cuando personas nacidas en esta ciudad, hijos de esos primeros refugiados, aparecen en las noticias, el presidente municipal sigue repitiendo lo mismo de entonces: “son de otros municipios, no son de aquí”.
A partir de notas de periódicos locales, conversaciones en el transporte colectivo, participación en asambleas, chats de whatsapp, posts de Facebook y entrevistas informales con diferentes personas, he ido construyendo el siguiente mapa que podría titularse “¿Hasta dónde llega la Zona Norte?”. El polígono se modifica cada vez que alguien dice “Fui a la Zona Norte”, “era gente de la Zona Norte”, “hubo problemas en la Zona Norte” y expresiones similares. Al indagar sobre el lugar específico al que se refieren, este puede ubicarse en cualquier punto entre el norponiente y el nororiente de la ciudad, tal como se puede ver en el área sombreada.
A pesar de que no es exactamente una recopilación de datos con metodología rigurosa o replicable, el mapa nos permite ver que la expresión “Zona Norte” no se refiere a un punto geográfico específico, sino a un punto imaginario, sobrepuesto a ciertas colonias con características similares.
He aquí un segundo mapa, que señala incidentes de violencia ocurridos en la ciudad de San Cristóbal durante los primeros seis meses de 2022. Los puntos indican de forma indistinta balaceras, linchamientos, secuestros, peleas entre organizaciones, así como operativos policiacos, detenciones extrajudiciales, desalojos con uso excesivo de la fuerza y empleo de gases lacrimógenos. Son exclusivamente los que han aparecido en la prensa, a partir del seguimiento mediático que desde el año pasado hace la Iniciativa Whitaker para la Paz y el Desarrollo con el fin de dar seguimiento a los conflictos y percepción de la violencia en el estado.
El rectángulo violeta es la colonia La Hormiga en la que, como se puede ver, en todo el año no se ha registrado una sola acción violenta en la base de datos de referencia. Sin embargo cuando alguien dice “hubo violencia en la Zona Norte” voltean a ver a esa colonia, atribuyéndole el origen de todos los males. Es mucho más sencillo decir que algo sucedió en la zona norte que reconocer una descomposición generalizada.
Decimos “Zona Norte” de la misma forma en que decimos “indígena” cuando ignoramos el nombre del pueblo al que pertenecen, o porque nos cuesta recordar el nombre de su organización, o su lengua. Se dice “Zona Norte” porque se ignora el nombre de la colonia, porque históricamente nos rehusamos a reconocer la existencia de esas colonias. Decimos “Zona Norte” como decimos “indígena”, para no decir personas con determinado color de piel, con un origen, historia, vestimenta y forma de hablar que suponemos diferente.
Cada vez que decimos “Zona Norte” las fronteras de la zona norte se extienden, en ese territorio imaginado que está fuera, lejos, por donde evitamos pasar o mirar. Alguien es de la “Zona Norte” si usa moto, o si es moreno, o si se organiza, o si tiene armas, o si reclama, o si hace justicia por propia mano. Es “Zona Norte” si es “alzado”, es decir, si no se deja, si es de la periferia.
Cada vez que decimos “Zona Norte” alimentamos un estigma que discrimina y excluye, un estigma que permite a la policía hacer detenciones arbitrarias basadas en prejuicios en lugar de desarticular a las profundas redes de la delincuencia organizada, una marca que nos hace señalar a cualquier joven en motocicleta como sospechoso (siempre y cuando no traiga una caja de repartidor, porque en ese caso al mismo jóven le podemos mandar la ubicación exacta de nuestra casa sin problemas), un estigma que nos permite hablar pestes de eso que llamamos la “Zona Norte” en un restaurante del centro, mientras habitantes de la zona norte nos traen la comida que prepararon otras habitantes de la zona norte con materias primas que vendieron otros habitantes de la zona norte y que descargaron de los camiones otros habitantes de la zona norte. Un estigma que nos hace ignorar que en ese lugar vive el primer chiapaneco en dirigir un largometraje documental, la primer mujer chiapaneca en exponer su arte en galerías nacionales e internacionales, y al igual que en el resto de la ciudad ahí habitan académicos, artistas, empresarios legítimos, estudiantes esforzados, activistas, defensores de derechos humanos, profesionistas de todo tipo y, sobre todo, obreros, muchas personas que salen muy temprano a trabajar y regresan ya entrada la noche. Pero no los nombramos a todos ellos cuando decimos “Zona Norte”, porque cuando decimos “Zona Norte” alimentamos un estigma y un estereotipo.
El hecho es que la zona norte sí es un conjunto de negligencias y exclusiones acumuladas por parte de gobiernos municipales, así como simulaciones y engaños por parte de funcionarios estatales y federales. Si pensáramos en esas negligencias y omisiones cada vez que decimos “Zona Norte” quizá, solo quizá, los problemas que le atribuimos a la zona norte estarían más cerca de terminar.
Agosto de 2022
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