China y Taiwan. Otro foco de tensión en el panorama mundial
En una colaboración anterior hablé de los nuevos reacomodos geopolíticos que se vislumbraban tras el estallido de la guerra en Ucrania, aquella que fue transmitida como un espectáculo multimedia durante sus primeros días y que hoy ha desaparecido prácticamente de los noticieros, aunque siga desarrollándose por la presión militar rusa frente al rearme que los socios de la OTAN facilitan a la antigua república de la Unión Soviética.
Los mencionados reajustes geopolíticos reavivan conflictos en escenarios que, sin dejar de mostrar tensiones históricas, se habían mantenido en modo de espera en los últimos años. Uno de esos escenarios se encuentra en Asia, con China y Estados Unidos como principales protagonistas. En el trasfondo de ello aparece el permanente reclamo territorial del primer país sobre la isla de Taiwán, aquella que quienes tenemos una edad avanzada conocimos como Formosa.
Tal isla, donde arribaron para asentarse los partidarios del Kuomintang o Kuo Min Tang (Partido Nacionalista Chino) tras ser derrotados por el ejército encabezado por Mao Tse Tung, estuvo muy vinculada con los inmigrantes chinos en Chiapas. Esa organización política reunió a buena parte de los residentes chinos en nuestro estado, al mismo tiempo que su edificio ha sido símbolo de la histórica presencia china en el sureste mexicano. Hay que recordar, también, que en Taiwán ese partido ha sido, hasta hace pocos años, otro ejemplo de partido de Estado.
El triunfo de la Revolución China se prolonga hasta la actualidad, con notables diferencias, gracias a la estructura de un Partido Comunista Chino que no ha dejado de reivindicar el territorio isleño de Taiwán como parte de un solo Estado. Así, los posicionamientos políticos y los intereses económicos han modelado y privilegiado las relaciones de los países del orbe, ya sea con la República Popular China o con Taiwán, aunque la isla cuenta con pocos reconocimientos internacionales. Ello no impide que sea una de las potencias económicas mundiales que, sin poder competir con la China continental, desea ampliar su influencia mundial como lo está haciendo la República Popular China. Para entender lo anterior no hay que olvidar que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) dejó de reconocer a Taiwán como país en 1971 en beneficio de la República continental asiática, una situación que conlleva el aislamiento diplomático, que no el económico, de la antigua isla de Formosa.
Los reacomodos de las alianzas internacionales tienen reflejo en situaciones como la producida a principios del mes de agosto de esta año con la visita de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, a la isla considerada un territorio propio y rebelde por parte del gobierno de Pekín. En los movimientos geopolíticos de los últimos meses, tal visita reafirma las alianzas y advierte a China, desde el asumido papel de guardián mundial de los Estados Unidos, respecto a sus reclamos territoriales sobre Taiwán. Advertencia que tuvo respuesta inmediata con las ostentosas maniobras militares emprendidas por el ejército chino cerca de Taiwán y que, por supuesto, significan una escalada en negativo de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Reafirmación de un conflicto que quiere evitar a toda costa el reconocimiento mundial de Taiwán como un Estado independiente.
En definitiva, los próximos meses, si no se produce un cambio radical en las relaciones internacionales para la disminución de la tensión, serán fundamentales para observar los nuevos acomodos y alianzas político-militares del planeta. Un panorama preocupante, no cabe duda, y que va acompañado de una crisis económica de la que todavía no se vislumbran las consecuencias sociales en países que no necesariamente están involucrados en estos juegos de la geopolítica actual.
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