Un pedazo de Hércules, a la disposición pública
Casa de citas/ 594
Un pedazo de Hércules, a la disposición pública
Héctor Cortés Mandujano
En Latitudes. Crónica, viaje y balón (Ediciones Cal y Arena, 2013), Alberto Lati cuenta sobre sus muchos viajes como periodista deportivo. En “Primer viaje en África” muestra su procedimiento (p. 161): “Durante diez horas aéreas me extraviaré en los libros y no dormiré un solo instante”.
Sus crónicas están llenas de datos, algunas citas literarias muy breves, tal vez tomadas no necesariamente de las obras de los autores (Coetzee, Paz, Orwell) y cinematográficas (Lynch, Malick, Kubrick), pero donde su libro se sostiene y se vuelve interesante es en su experiencia como entrevistador de gente común y famosa, en lo que ve, en lo que vive.
Escribe en “El país fantástico del honor”, es decir, Japón (p. 29): “Sentarse a ver teatro kabuki es un ejercicio de paciencia –o exasperación– para muchos occidentales: dos personajes pueden conversar en voces agudas una hora sin cambiar de posición”.
Sobre Alemania, en “Su idioma es su mundo”, dice (p. 53): “¿Por qué en un debate germano la gente no suele interrumpirse? Supongo que, por principio de cuentas, porque el verbo va al final. Si impides que el interlocutor culmine su oración, no terminas de enterarte del punto al que se refería. […] O sea, si interrumpes o te distraes al final, es como si no hubieras escuchado nada”.
En “Conjeturas de un arresto” cuenta que nadie viaja a Harare (Zimbabue) y se asombra (p. 180): “Jamás he visto un aeropuerto más vacío. […] Un amigo zimbabuense en Johannesburgo me había advertido: ‘El único récord mundial que teníamos era el de volar aviones sin un solo pasajero… Ahora nuestro récord es el de menos aviones llegando a nuestro aeropuerto’. […] Mi equipaje nunca había sido el único en un vuelo. Tanto, que no se molestaron en encender la banda eléctrica. Salió un simpático empleado de la aerolínea repitiendo mi nombre para entregármelo en la mano con una sonrisa”.
Dice en “Una herida en el Egeo” (p. 251): “En Salamina no damos crédito a la dejadez. No hay quien cuide del teatro, los baños termales, la plaza romana, la alberca, las columnas, las viejas estatuas. Si algún turista decide meter a su coche un pedazo de Hércules, nadie se entera. Mucho menos, si abraza para la foto una pieza con 2 500 años de antigüedad”.
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Reviso con atenta expectación (me encanta encontrarme con nuevas palabras, con nuevos giros lingüísticos) el Tomo II de la Biblioteca Práctica de la Lengua. Diccionario de sinónimos y antónimos (II), publicado por varias editoras en 2005. Este ejemplar sigue el número consecutivo del volumen I, que ya comenté en una Casa… anterior.
No había escuchado en infinitivo (p. 181) Incumbir, que significa según la RAE: “Dicho de una cosa: corresponder a alguien, o ser responsabilidad suya”. Sus sinónimos son: “Competer, concernir, atañer, corresponder”.
Jira, con j, es sinónimo de (p. 194): “comida, banquete, merienda”.
El volumen no explica de dónde proceden los vocablos, de modo que los pienso, los tanteo, como éste (p. 211) “Marrar”, que tiene como sinónimos “Equivocarse, fallar, errar, no dar en el blanco”.
En la Ñ, donde generalmente hay poco, hay muchas palabras raras, tomo (p. 230) “Ñafiar” como ejemplo, que tiene como sinónimos “robar, sisar”. Me llamo la atención (p. 258) “Pravedad”, que también es “perversidad, iniquidad, inmoralidad, depravación, corrupción, maldad”.
Como sinónimos de (p. 274) “Raciocinar”, que me parece una palabra muy barroca, están las más simples “pensar, razonar, discurrir”… Es bonita (p. 278) “Rebujo”, que es también “apelotonamiento, paquete, envoltorio, lío”.
“Regate” (p. 284) es también “esguince, quiebro, cuarteo, quite, amago, finta”; y me llama la atención tres palabras que van seguidas y que suelen usarse como insulto (pp.351-352): “Zonzo (bobo), Zopenco (bestia) y Zoquete (torpe)”.
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El error no se torna verdadero porque es difundido
y multiplicado fácilmente. Del mismo modo que la verdad
no se torna error por el hecho de que nadie la ve
Mahatma Gandhi,
citado por Dalmiro Bustos,
en Manual para un hombre perdido
Leo muchos libros que me gustan, pero no cito, porque, aunque no siempre lo parezca, las citas las hago para compartir contigo lector, lectora. En general, no hablo de ellos, más que, a veces, con mi mujer y mi hija o con alguna amiga o amigo que esté cerca en esos momentos.
Leí tres en estos días que me encantaron por distintas razones y que comento superficial y rápidamente: Réquiem por Linda B., de Ismaíl Kadaré, me pareció del principio hasta casi el final una novela correcta, bien escrita, sobre las injusticias y crímenes cometidos desde la ideología. Pero el final me parece prodigioso, una vuelta de tuerca al mito de Orfeo y Eurídice. Las últimas páginas me hicieron revalorar la maravilla del libro, la maestría de Kadaré.
Jesper es una novela breve, de Carol Matas, cuyo flujo es incesante y mantiene la tensión de la primera a la última hoja. Es sobre la resistencia de la población de Dinamarca contra los nazis, y los tres personajes centrales, Jesper el primero, se vuelven entrañables. Tiene, además, el componente biográfico (está basada en las experiencias del suegro de Carol), que la hace aún más humana y, por ende, más cercana.
Mi amigo Armando Ramírez me regaló el libro Manual para un hombre perdido. El hombre del siglo XXI y su identidad (Letra viva, 2005), de Dalmiro Bustos, terapeuta argentino. Los primeros capítulos, tal vez porque ya he leído suficientemente sobre los mitos bíblicos y griegos, no me entusiasmaron mucho; sin embargo, los cuatro finales no sólo me emocionaron, sino me hicieron aprender varias cosas de mí mismo a través de Augusto, Gerardo y Mauricio, porque lo que se analiza en estas sesiones es la lucha que los hombres tienen para desembarazarse de los condicionamientos sociales que los intentan hacer actuar en contra de sí mismos. La lectura de este libro es, pues, una posibilidad de ver nuestros defectos en el espejo de los otros y tratar de volvernos menos angustiados por cumplir los papeles que nos asignan los estereotipos familiares y sociales. Buen libro.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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