Chiapas: los retos de elegir candidatos de Morena
La falta de un líder arrasador obligará a Morena a contar con un candidato con arrastre popular si quiere retener la gubernatura y el Congreso en las elecciones de 2024.
Lejos se estará, como sucedió en 2018, que cualquier candidato pueda ganar, si es postulado por este partido.
Hace cuatro años bastó con ser candidato por Morena para convertirse en gobernador, senador o diputado. El gran imán fue Andrés Manuel López Obrador, quien propició el triunfo de políticos desconocidos o cuestionados.
Es más, muchos, muchas, no hicieron campaña. No gastaron la suela de sus zapatos para hacerse de una diputación o incluso de una presidencia municipal, que fue el puesto más disputado.
En 2024, regresaremos a la incertidumbre de la democracia. No será suficiente con llevar las siglas de Morena. Habrá que contar con un plan de propuestas políticas atractivas y, sobre todo, contar con aceptación ciudadana.
Morena no ha sido capaz de crear en Chiapas una organización sólida que le permita ganar fácilmente la gubernatura, aun cuando controle los programas sociales, que en nuestra entidad llegan a más del 80 por ciento de la población.
Si Morena pretende mantenerse en el poder, deberá fortalecer sus alianzas con el Partido Verde, con Chiapas Unido, Mover a Chiapas y el Partido del Trabajo, incluso con algún otro instituto político.
El otro reto que tiene Morena es evitar que se fracture. Si se fractura, y es una posible vía por la rivalidad de sus tribus, no solo perdería la gubernatura, sino el Congreso y las presidencias municipales más importantes.
El mayor reto, en el proceso que culminará en 2024, es evitar que se rompa la piñata, porque esa resquebrajadura estaría conduciendo a los sepelios del ahora partido en el poder, en un escenario en donde el presidente Andrés Manuel López Obrador sería incapaz de contener la sangría y el cisma político.
La solución para conservar la gubernatura de Chiapas es simple: respetar los resultados de las encuestas, que es el mecanismo de elección de candidatos de Morena.
Se ha logrado en algunos lugares, sobre todo en Oaxaca, en donde la candidata preferida del presidente, Susana Harp, perdió ante Salomón Jara. El dedazo presidencial, en ese caso, fue derrocado por los resultados en las encuestas, y eso que, en Oaxaca, todavía con el impulso obradorista, habría ganado cualquier candidato de Morena.
En Chiapas, decíamos, no será así. Aquí hay poca identidad partidista. Se cambia de partido de acuerdo con las necesidades y esperanzas del momento y se subasta el voto para solventar los apremios cotidianos.
Eso ha incidido en la alternancia de partidos políticos, en donde personajes carismáticos han ganado la gubernatura. Pablo Salazar, que derrotó al PRI y a sus aliados, construyó una estructura partidista que alentó al voto disidente en un escenario nacional de cambio democrático.
Juan Sabines aprovechó la buena imagen de su predecesor y la organización institucional creada desde Palacio de Gobierno de Chiapas para ganar la gubernatura. Manuel Velasco armó, como diputado y senador, una estructura partidista que se reflejó en una popularidad que no podía ser ignorada. Se impuso a sus adversarios sin discusión alguna. Nuestro actual gobernador ha sido la excepción: ganó por el halo obradorista.
En 2024 este escenario no se repetirá; de ahí la urgencia de Morena de contar con candidatos con verdadero arraigo y popularidad en el estado.
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