¡Qué gente, caballero… pero qué gente!
Gabriel recuerda con asombroso lujo de detalles muchas de las experiencias vividas durante su estancia en Cuba por los años 80. En su memoria ocupa un lugar especial Alegrías de sobremesa. Este extraordinario programa radial fue trasmitido diariamente por Radio Progreso, la Onda de la Alegría,[1] desde 1963 y producido en el Estudio Uno Benny Moré, con capacidad para 300 personas, ubicado en el número 105 de la habanera calle Infanta. La sensibilidad humana, política e intelectual de Gabriel lo conectó con los más profundos códigos de lo popular masivo cubano que ese programa potenció por más de cinco décadas.
De lunes a domingo, las alegrías siempre acompañaron la comida nocturna o la sobremesa de muchas familias cubanas, cuando el programa se trasmitía en vivo con la presencia de público de 7:50 a 8:25 pm. O, el almuerzo, cuando se retrasmitía al día siguiente justo al mediodía, de 12:00 a 12:35 pm. Además de la gran voz de un locutor fuera de serie como Eduardo Rosillo, de la excelente música de grandes orquestas cubanas consagradas como la Aragón o agrupaciones de provincia como la Aliamen y solistas noveles y un breve segmento humorístico de chistes, el show tenía su momento estelar tras unas fanfarrias que dejaban al radioescucha en atención, “¡Tan Tan Tatanratatán Tan Tan Táááán!”: el radiodrama humorístico.
El guión fue escrito por el extraordinario Alberto Luberta Noy (1931-2017) desde el 15 de abril de 1965. Desde esa fecha, Luberta, Premio Nacional de Humorismo por la obra de toda la vida y Premio Nacional de la Radio, tejió una narrativa donde personajes arquetípicos de un vecindario concurrían en la sala de uno de los apartamentos del tercer piso del edificio multifamiliar donde vivían Paco y Rita Pranganillo. Los anfitriones recibían con gran hospitalidad a numerosos visitantes. Por ejemplo, a la mulatísima Estervina Zuasnábar y Zubizarreta, una orgullosa cubana con antepasados vascos inspirada en una mujer de Manacas, interpretada por Aurorita Basnuevo, que entraba saludando “Con sano gusto y fina distinción”; a su pareja en el guión, y en la vida real, el mulato Sandalio El Bolao, siempre mencionado aunque estuviese ausente, encarnado por Mario Limonta, identificado por Simeón, comoEl Chancleto; Simeón, el tío de Paco, personificado por el gran actor Enrique Arredondo que siempre bordaba la figura del habanero de barrio, con sus picardías, guaperías, exageraciones y enamoramientos: “¡Caballero, como me gusta esta mulata!”; Teresa Teté Guitarreta, la “radiobemba” o, como el periódico local, la “Tribuna de La Habana”, interpretado por Martha Velasco (Martina González García, en la vida real); Juanca, el taxista asumido por Juan Carlos Romero, entraba preguntado: “¿Qué hay de cuchimbe y qué hay de las flores, y de la señora Rita, del Tristi y de Dolores?” y, luego, enfatizaba en su respuesta al saludo de bienvenida: “¡Aquí, prestándole un servicio a la población! Más o meno”; Melesio Capote, el original campesino con machete ceñido a la cintura y sombrero de guano protagonizado por el primer actor Reinaldo Miravalles que traía siempre los saludos de su mujer María y la invitación a visitar su casa; Cándida, con la voz de la siempre genial y ocurrente Eloísa Álvarez Guedes; otros personajes femeninos fueron Maggie, Peggie y Rogelia, interpretados por Maggie Castro, o Leonor (Leo, La Caimana, según Estervina), con la voz de Diana Rosa Suarez; mientras que otros protagonistas masculinos fueron Alejito, Sarría, Sócrates Pi, Perfecto Carrasquillo, Arbústido Pérez, Florito, entre cerca de setenta personajes.
La reunión informal se constituía en una especie de tertulia como esas que se dan en los barrios cuando algunos vecinos se detienen en las puertas de las casas para intercambiar saludos y perspectivas sobre asuntos de interés común y evaluar el estado de las cosas. Salvo que el encuentro radial era una apoteosis de pinceladas de humor al definir contrapuntos sobre situaciones de vida a partir del intercambio de opiniones, la búsqueda de consensos y el hallazgo de algunas respuestas o soluciones a problemas personales o colectivos.
Se trataba de la socialización de las vivencias de la gente del común en un lenguaje sencillo, repleto de modismos, guiños, dobles sentidos, sin renunciar a matices reflexivos muy importantes, ni caer en la grosería o la vulgaridad.
Se giraba sobre cuestiones diversas tales como la hospitalidad, el exceso o falta de confianza, la infidelidad, las simulaciones, los olvidos o las desmemorias que parecían rozar el engaño, los proyectos grupales o particulares, las salidas pragmáticas, los estereotipos del otro y la otra. Los diálogos, como dimes y diretes, motivaban los (des)encuentros interpretativos entre los presentes en aquel apartamento y las risas en muchísimos hogares convocados y definidos simultáneamente.
El elenco de actores y actrices del programa era de primera. Además de los mencionados, participaron en distintos momentos Agustín Campos, José Antonio Rivero, Dulce María Velasco, Edwin Fernández, Darío Proenza, Miriam Isabel, Pipo de Armas, Aida Isalbe, Juan Carlos Romero, Carlos Moctezuma, Antonio Ñico Hernández, Julio Martínez, Manolín Álvarez, entre otros. Los amables anfitriones eran Paco y Rita. Paco, interpretado hasta su fallecimiento por el excelente actor Idalberto Delgado, siempre quedaba desbordado por el ingenio, la complicidad y las astucias individuales de sus vecinos para escabullirse de situaciones, problemas, hechos o asuntos a debate donde estaban enredados, comprometidos o involucrados unos con otros. Por ello, en la medida en que espontáneamente se iban conociendo las posiciones e intereses de los visitantes insertaba bocadillos como “¡Qué barbaridad!”, “Mira…” o “¡Le zumba la berenjena!” y terminaba cada programa restituyendo el vínculo con Rita y dirigiéndose a la audiencia con una exclamación que decía muchas cosas con matices de sorpresa, reclamo y reproche o, en tono de celebración y hasta de riza: “¡Qué gente, caballero, pero qué gente!” Al fallecer este actor, enviudó Rita, interpretada magistralmente por Marta Giménez Oropeza, quien asumió asiduamente el salomónico bocadillo de extrañeza que cerraba la actuación.
Detrás del fenómeno humorístico estaba una crítica a las formas de ser y de estar entre cubanos, a las maneras de comunicarse, de compartir y de discutir sobre lo común. Al recrear los límites y posibilidades de la convivencia, se mostraba el heterogéneo mosaico social cubano a través de figuras sociológicas algo estereotipadas, pero verosímiles para los oyentes que identificaban presencias homólogas en sus propios barrios. La mulata escandalosa, la chismosa, el culto o sabiondo, el guajiro bruto, el taxista, el anciano, la escultural joven seductora, el burócrata, el recostado o vividor, el pedigüeño, el migrante oriental, el tío, el sobrino, el primo, entre muchos otros. Generalmente, todos trabajadores, integrados a la sociedad, amables y respetuosos con la casa que visitaban a la que no entraban, permaneciendo en la puerta de la entrada, hasta que no eran invitados a pasar. También, envueltos en estrategias de sobrevivencia y solidaridad con mayores o menores compromisos como parte de un conjunto que se reconocía en su riquísima diversidad con sus diferencias, conflictos y contradicciones.
Varias expresiones de los personajes se volvieron entrañables para los cubanos y las cubanas, quienes las incorporaron a su lenguaje cotidiano para definir estados de ánimo, las cosas que acontecían o al otro con sus atributos positivos o negativos. La más célebre es “¡Qué gente…!”, que definía a “la gente”, que siempre es de ampanga, porque ante circunstancias más o menos difíciles solo piensan en sí mismos, se pasan demasiado de exigentes o de severos, de ingenuos o de pícaros, no se ponen en el zapato del otro o la otra, y ni siquiera las gracias dan.
Otro personaje del gran elenco, el anciano Sarría, caracterizado por el actor y director Ñico Hernández, repite frases como “¡Ay mamacita!”, “Perucho se puso como se puso”, “¡Eso pa´ ti es bobería, Sarría¡” y “Por eso estamos como estamos…” Esta última expresión se volvió célebre al formar parte del repertorio discursivo que define las situaciones cotidianas cuando se identifican sus causas. De hecho, también pasó a significar una denuncia del status quo, de ciertas actitudes naturalizadas frente a los problemas o de circunstancias donde se encubre o normaliza lo mal hecho. En la voz de un anciano, esta frase adquiere una autoridad incuestionable con una especie de reproche generacional ante las críticas situaciones definidas en el sketch. Por si fuera poco, Sarría agregaba a veces, como forma de protesta ante ciertos abusos, jerarquías o relaciones de poder, una onomatopeya que pasaba la censura de sus vecinos por sus significados múltiples de sobra conocidos por todos los cubanos: “¡Ninnga”!
Por su parte la mulata Estervina se identificaba con frases como “¡Qué vida más sana! ¡Qué aire más puro!”, “¡Ay, qué bueno está esto!”, “¡Ay, qué desastre!” y, las más gustada, “Con sano gusto y fina distinción”. Por su auténtica cubanía, su identificación con el público era plena. Ella era coqueta, provocadora, inquisitiva y amante del relajo, pero se paraba firme frente al acoso masculino y los estereotipos sexuales de la mulatez, que también solía explotar en un buen sentido, al tiempo que siempre intentaba que los conflictos por los malos entendidos en la comunicación, no terminaran mal.
Un día el tema del programa fue inmortal: el humor. Este esfuerzo autorreflexivo fue titulado La Encuesta y discursó sobre la crisis del humor en los medios masivos de comunicación, a diferencia de la cotidianidad donde la gente le sacaba chispa a todo. Rita decidió hacer una encuesta sobre el humor y coincidió con Paco en su importancia como una necesidad humana, como vestirse y alimentarse, porque “el hombre” necesita reír para aliviar las tensiones. Rita subrayó, además, que la risa embellecía hasta el rostro porque “el humor es un ingrediente más para que la vida tenga sentido.” Cada respuesta de los grandes actores fue una joya de aproximación situada culturalmente. Estervina emplazó a Rita al conocer sus intenciones por si ella estaba trabajando para el extinto Instituto Cubano de Investigación y Orientación de la Demanda Interna (ICIODI) que inició los estudios sociológicos de mercado en Cuba, pero aceptó participar respondiendo a la pregunta porque “¡Me encanta!” y aportó que el humor era “Ja, Ja, Ja”, “… un incentivo porque sin humorismo la vida sería hueca, porque es precisamente el humor quien llena ese hueco… como mi mulato porque: qué sería de mi vida sin Sandalio.” Juanca, el taxista, advirtió que él sí conocía la psicología del cubano y que escribiría un libro con sus vivencias porque: “Hay cada uno. ¡Aé, María Belén…!”; y, comparó al humor con su ambia El Cácara porque a veces lo hacía reír con sus cosas y otras, le tenía que decir “que clase de pesao eres”, pero el humor “…es un tipo divertido, que se te cuela…”, porque “dentro de lo risible… señala malas actitudes con el arma de la ironía… Awoyo aé, awoyo.” Arredondo dándole voz al tío Simeón definió el humor como “una península” porque “…es una gran extensión de gracia, rodeada de risa por todas partes menos por una que se llama crítica”. Mientras que Miravalles, con su legendario campesino Melesio, insultado por el desamor de los vecinos que no van visitarlo lo que genera un incidente/jarana sobre el burro Imprevisto, desconoció inicialmente la existencia del humor aunque habló de su gusto por otros legendarios programa cómicos de la televisión como San Nicolás del Peladero[2] y, finalmente, definió lo cómico “…como la ubre de una vaca… que hay que saber por dónde apretar para sacar el jugo y para dejar satisfechos a todos los que reciben el producto;” y arremete ante los elogios: “El que ordeña vacas sabe eso.” Ante la falta de disciplina y consenso para poder llegar a unas conclusiones porque la cubanidad no cabe en ninguna encuesta, Paco arremetió con su socorrida sentencia sobre la gente, asombrosa y extraña pero entrañable.
El 1 de julio de 2017 fue la última trasmisión de las populares Alegrías de Sobremesa.[3] Este hecho fue un verdadero duelo para no pocas personas que sintieron la pérdida de un vínculo muy especial. El programa humorístico musical fue mucho más que una parte imprescindible del patrimonio sonoro de los cubanos y de la industria radial del país al actualizar con salero el costumbrismo y la herencia del teatro vernáculo cubano. Fue una crónica que recorría el día a día de la vida en cualquier edificio multifamiliar; una narrativa de la identidad del cubano de a pie, de su trajín vital, del entra y sale en cualquier casa; una pedagogía popular que a través de los diálogos enriquecía la conciencia crítica sobre el lugar habitado y practicado; y, un discurso socioantropológico sobre el complejo microcosmos del barrio y de la sociedad en general, sobre la vida real y los problemas cotidianos, siempre embebidos de disputas clasistas, raciales, de género y territoriales. Al invitar a reflexionar con gran sentido del humor y una gracia sublime sobre temas de interés general, en apariencias despolitizados, como el amor, la juventud, la vejez, la virilidad, el salario, el transporte, la belleza, el cuerpo o la naturaleza, se exploraban claves de la cubanidad, como cualidad y condición común, se recuperaban elementos de la psicología del cubano, su pragmatismo, sus creencias y actitudes, así como la capacidad expresiva y política del choteo, la jarana, el humor, la pachanga, la alegría y la gestualidad del cuerpo.
Sin duda, un patrimonio de la cultura popular que al ser radiado habitó experiencias de sentido de la vida y, sobre todo, de los modos de lo popular urbano junto a los mundos rurales, y que espectacularizó emociones, sensibilidades, sentimientos, tácticas y estrategias de resistencia.
Entonces, la identidad cultural viva fue desdoblada como mediación histórica del acto comunicativo y de las transformaciones de los mediadores socioculturales. De hecho, la movilización de recursos como la música popular bailable, la canción romántica y hasta las decimas campesinas, mezclados con el humor basado en la creatividad del habla popular, el gozo del ser distintos y sensibles, terminaba definiendo un ámbito de subjetivación y estetización donde se recreaban relatos de experiencias en un sentido relacional con muchos pliegues conflictivos que negociaban el ritmo de la vida cotidiana, evidenciaban la sensibilidad sociopolítica de los actores y configuraban una imagen de la sociedad cubana.
Quizás por ello la popularidad del programa radial fue enorme a lo largo de toda la isla. Un fenómeno comunicacional de gran alance social como narrativa y experiencia de lo popular. El elenco de artistas realizó varias giras nacionales como invitados a carnavales, ferias, verbenas, parrandas y fiestas populares de todo tipo. Incluso, integró las brigadas culturales que estuvieron en Angola. En todas partes se llenaban los espacios con un público que reía de lo lindo y los ovacionaba con delirio. Eran verdaderas figuras públicas, aclamadas y queridas por su profesionalidad; eran voces populares y el sonido de una sensibilidad compartida por el gusto popular. Representaban la centralidad del radioreceptor en los hogares como forma de conectarse con el resto del mundo y en la construcción de los imaginarios colectivos incluso cuando la televisión se expandía. Recuerdo que llegaron hasta Amaro, la localidad villareña donde vivían mis abuelos, tíos y mi primo, actuando y hospedándose en los míticos Caneyes. “¡Miren a Melesio, cará!”, en vivo y en directo. Allí, creo que Melesio tuvo que cantar todo su repertorio de décimas campesinas porque si no, la maldición: “Mal rayo le escupía el güiro.”
Recientemente el Canal Habana rindió un homenaje al programa de radio con la serie de animación Qué gente.[4] Al revivir con las imágenes en movimiento de las representaciones caricaturescas de los personajes del aparentemente anacrónico programa de radio, se dotó de otra materialidad a las legendarias voces que nos enseñaron a escuchar, a conversar, a descubrir la presencia del otro, a reconocer su humanidad y a soñar convivencias otras. Las industrias radial y televisiva buscan actualizarse en el contexto de la cultura de masas electrónica y digital con la reemergencia de motivos para enterarse de lo que pasa en la calle y para reír. También, para celebrar a “una clase de gente que es tremenda clase de gente”: “¡Qué gente… pero qué gente!”
Notas
[1] La emisora se puede escuchar en vivo por https://radiosdecuba.com/#progreso
[2] San Nicolás del Peladero fue un programa humorístico escrito y dirigido por Carballido Rey y trasmitido los lunes por la televisión cubana desde los años 60 hasta 1983. Al mencionarlo Melesio le hacia un guiño a sus compañeros que también formaban parte del elenco televisivo: Mario Limonta (el Sargento Arencibia), Juan Carlos Romero (el Gallego Boticario), Enrique Arredondo (Cheo Malanga), Carlos Moctezuma (Ñico Rutina) y Eloisa Álvarez Guedes.
[3] En una de sus últimas etapas el dramatizado humorístico fue escrito por el narrador Ahmed Otero Prado.
[4] Querido Gabriel: si llegas a leer estas líneas no te pierdas estos animados. Tampoco usted, lector(a):
- https://youtu.be/qdMwpf69v7o, https://youtu.be/JIEAPfURpDE,
- https://youtu.be/Cx4xOcc7y8o,https://youtu.be/sGMWilqswhg,
- https://youtu.be/ljprXlB-1WM, https://youtu.be/kcxD_2ePpYU.
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