La conclusión de Silvia y Bruno

Casa de citas/ 588

La conclusión de Silvia y Bruno

Héctor Cortés Mandujano

 

En el prólogo a esta segunda novela sobre el tema, dice Carroll que no lee críticas (p. 233): “Soy de la sólida opinión de que un autor haría muy bien en no leer recesiones de sus libros: las desfavorables casi con toda seguridad le harán enfadarse, y las favorables, engreírse; y ninguno de estos resultados es deseable”.

Una de las cosas que no dice explícitamente en la primera parte y aquí sí es que Lady Muriel, la joven de la vida real, y Silvia, la pequeña hada, se parecen mucho. El narrador platica con Arthur en el campo y éste decapita con su bastón un alto cardo. Cerca de él están Silvia y Bruno, pero Arthur (como decía un expresidente mexicano de infausta memoria), ni los ve ni los oye.

Otro de los parecidos con Alicia en el país de las maravillas es que al gato de Chesire sólo se le ve la risa, y al rey perro sólo se le ve la cola cuando persigue, en un capítulo, al ladrón de manzanas.

El narrador, aunque es más o menos evidente en la novela anterior, aquí ayuda de manera directa a que Arthur enamore a Lady Muriel y también es evidente que los mundos del narrador se han comenzado a unir (p. 272): “¿Se habían fundido la vida del mundo de las hadas con la real?”, se pregunta cuando Lady Muriel también empieza a ver seres feéricos.

Silvia y Bruno, que puede volverse invisibles, ayudan a un borracho empedernido a que no entre a la cantina y vaya con su esposa y sus hijos (lo toman de los brazos) con el salario completo y completamente sobrio.

Arthur y Lady Muriel, concluye el narrador (p. 302), “¡son idénticos a Silvia y Bruno!, cuando ésta le riñe”.

Hay capítulos completos de discusiones profundas, salpicadas de absurdos, acerca de comportamientos humanos (religión, asesinatos, escritura, amor). Aparece como un elemento, que luego va tomando importancia, una epidemia en una ciudad donde Arthur irá a trabajar.

Silvia y Bruno, en su apariencia de niños normales, platican con una pianista en una fiesta de Lady Muriel y Arthur. A una pregunta responde Bruno (p. 321):

“—Una milla o tdes

“—No es habitual decir ‘una milla o tres”.

“—Lo sería… si lo diciéramos bastante a menudo.

“—No eres mayor de siete, ¿verdad, precioso?

“—No soy tantos –contestó Bruno–. Soy uno. Silvia es una. Silvia y yo somos dos. Ella me enseñó a contad.

“—Cuando te pregunté si eres mayor de siete, ¿sabes?, no me refería al número de niños, sino a la edad.

“—Sólo tengo una edad –contestó Bruno–. Nadie tiene siete edades.”

Silvia cuenta un larguísimo cuento sobre zorros, donde, por cierto, uno se come a todos los demás y sólo queda de ellos una boca (como el gato de Chesire) y Bruno, entonces, cuenta la breve historia de un ratón (p. 351): “Había una vez un datón… un datón muy pequeño… ¡un datón muy diminutísimo! ¡Jamás se vio un datón tan enano! […] Nunca le sucedió nada”.

En la vida “real”, el príncipe Uggug se convierte en puerco espín, y Arthur y Lady Muriel se casan; sin embargo, Arthur, por ayudar en la pandemia, muere. Páginas adelante ¡regresa de la muerte! (p. 444): “¡Sí, he vuelto, viejo amigo! –Dijo con un hilo de voz, y sonrió al yo cogerle la mano–. Él –añadió, señalando a Eric, que se encontraba allí a mi lado– me salvó la vida. Me trajo de regreso. ¡Después de a Dios, Muriel, esposa mía, es a él a quien debemos estar agradecidos!”.

El acto de Eric es muy importante, porque hasta antes de que apareciera Arthur era el prometido de Muriel. Salvó a su rival, para devolverlo a los brazos de la que hubiera sido suya.

El final de esta novela es poético, como el final de la anterior. Pregunta Bruno (p. 449): “¿Qué es lo que hace que el cielo sea de un azul tan bonito?”

Responde Silvia:

“—Es el amor.”

Ilustración: Juan Ángel Esteban Cruz

***

 

Benemérito de las Américas y Marqués de Comillas (Coneculta-Chiapas, 2006), de Neil Harvey, en edición español-tseltal, es una investigación sobre cómo fueron creados estos dos municipios.

Se habla de ambos porque comparten la misma historia (p. 133): “la de la colonización de una subregión de la selva Lacandona conocida como ‘la zona de Marqués de Comillas’ ”, cuyo nombre hace referencia “al noble español Claudio López Bru”, a quien le fueron concedidos esos terrenos. “Las tierras del marqués permanecieron ociosas hasta que, en 1934, el gobierno federal las expropió”.

Dice Neil Harvey que (pp. 134-135) “entre 1979 y 1982, llegaron 10 mil colonos […] de los estados de Veracruz, Tabasco, Guerrero, Oaxaca, Hidalgo y Chiapas, quienes fundaron los primeros ejidos, entre ellos Benemérito de Las Américas (ahora cabecera del mismo nombre) y Zamora-Pico de Oro (ahora cabecera municipal de Marqués de Comillas)”; ambos pertenecieron durante mucho tiempo al municipio de Ocosingo, aunque Benemérito de las Américas tiene (p. 141) “14 comunidades” y Marqués de Comillas, “24”. Están casi en cero en servicios públicos.

En ingresos, ambos municipios están mal, pero hay uno peor (p. 148): “En Marqués el ingreso mensual es menor (870 pesos), lo que deja un peso con 61 centavos para los tres alimentos diarios, que por supuesto la mayoría de los habitantes nunca llega a tomar”. Otro dato terrible (p. 151): “Faltan escuelas y maestros en ambos municipios a todos los niveles, desde el preescolar hasta la preparatoria”.

En un inicio se iba a crear un solo municipio. Se hicieron dos grupos que pugnaban porque la cabecera municipal quedara en Benemérito o en Zamora-Pico de Oro (cabecera de Marqués, actualmente), entonces, dice José Luis Hernández Cruz, entrevistado por Neil (p. 204), “la Comisión de Remunicipalización lo llevó a un análisis y convocó a los dos grupos, incluyendo a todas las autoridades, y de esa manera llegamos a un acuerdo, que mejor se hicieran dos cabeceras municipales, porque de acuerdo a los términos legales, procedían a que sí se pudieran crear dos municipios, por cantidad poblacional y por área territorial”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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