Historia, Etnografía, Literatura

En el caso de México el Estado Nacional conjuntó a la Historia con la Antropología y la etnografía, en el contexto de crear y apuntalar al Nacionalismo. En congruencia, esa conjunción de ambas disciplinas tiene sus embriones en el proceso de forja de la Nación durante el siglo XIX, por un lado, y del surgimiento del Estado Nacional por el otro. En rigor, uno podría observar que desde los inicios del período colonial en Nueva España, obras como la de Fray Bernardino de Sahagún o Fray Bartolomé de las Casas, van tejiendo la etnografía con la historia. O incluso en los primeros trabajos en Palenque, Chiapas, en donde, en 1784 encontramos explorando los restos de la ciudad a Joseph Antonio Calderón, un teniente; en 1785, un arquitecto italiano, Antonio Bernasconi, trabaja en Palenque y en 1787, Antonio del Río hace lo propio guiando los trabajos que se le encomiendan desde la Capitanía General de Guatemala. No omito mencionar el importante texto de Fray Matías de Córdoba que publicó en 1798 con el título “De por qué los indios deben vestir y calzar a la española, y manera de lograrlo sin coacción ni violencia”, en donde el argumento etnográfico está unido al histórico. Pero es con el advenimiento del Estado Nacional Mexicano que surge como resultado de las luchas de independencia y la caída de la Nueva España, que observaremos el nacimiento de dos disciplinas impulsadas por el Estado Nacional: la antropología (unida a la etnografía) y la historia. Ambas conjuntadas por la voluntad estatal de consolidar una sociedad de cultura nacional, como diría Florian Znaniecki, como base para el sostén y desarrollo del propio Estado. Así, Don Guadalupe Victoria, primer Presidente de México, decretó la fundación del primer Museo Nacional Mexicano el 18 de marzo de 1825, a sólo cuatro años del final de la guerra de independencia. Por supuesto, la base del Museo fueron piezas arqueológicas procedentes del centro de la Ciudad de México más documentos que pertenecían a la colección de Lorenzo Boturini. No voy a seguir aquí la historia del Museo, pero si insistir en que Museo y Nacionalismo van unidos y con ello, la historia y la antropología. Incluso, es en el Museo Nacional en donde se funda la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas en 1911, inaugurada por Porfirio Díaz y cuyo primer Director fue nada menos que Franz Boas. Desde su primera fundación, el Museo Nacional fue también el aula en donde se enseñaba historia y etnografía de México, lo que se consolida con la Escuela Internacional. Los años de Revolución definen en México el perfil de un nuevo Estado que sigue nombrándose Nacional y que continúa apoyándose en la antropología y en la historia para cimentar el nacionalismo. La Revolución Mexicana estalla el 20 de noviembre de 1910 y termina con la Convención de Aguascalientes en 1917. Se estabiliza en el período de gobierno del Presidente Lázaro Cárdenas del Río que va de 1934 a 1940. Recomiendo leer el libro de Ricardo Pérez Montfort, Lázaro Cárdenas. Un Mexicano del Siglo XX (2019), para explorar ese período. Cárdenas funda el Instituto Politécnico Nacional el 1 de enero de 1936 y allí se traslada a la Escuela de Antropología, dentro del Departamento de Biología. Es un paréntesis. En 1939, el propio Lázaro Cárdenas ordena la creación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con lo que, institucionalmente, el Estado Nacional que resultó de la Revolución Mexicana, reconoce la importancia de ambas disciplinas para consolidar el nacionalismo. El Museo Nacional pasa a integrarse al INAH y lo mismo la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) que, con ese nombre, es trasladada del Politécnico a la nueva institución en el año de 1942. La misión que el Estado le otorga a la ENAH, es la de formar antropólogos que trabajen para consolidar a la nación, estudiando a los pueblos indígenas con el propósito de asimilarlos a la cultura nacional y consolidar el nacionalismo como sostén del Estado. Comienza así una etapa en la que la discusión antropológica se centra en el llamado proceso de aculturación y la historia en conjunto con la arqueología, en trazar el derrotero de forja de la nación seleccionando un pasado que apuntalara al nacionalismo. Así se consolidó el indigenismo como una política de Estado para asimilar a los pueblos indígenas a un prototipo de mexicano que responde a los ideales del estado Nacional. Sugiero revisar la extensa obra en 16 volúmenes coordinada por Carlos García Mora y que lleva por título La Antropología en México (1988). Durante un período, en México, la antropología y la historia, en conjunto, van ligadas al indigenismo como una política de Estado que buscaba apuntalar el nacionalismo asimilando a las culturas indígenas a una “cultura nacional” dictada desde el Estado. Gonzalo Aguirre Beltrán, el mayor de los indigenistas lo reconoce a lo largo de sus muchos textos, pero considero que es importante leer su libro El Pensar y el Quehacer Antropológico en México (1994). Por cierto, es Gonzalo Aguirre Beltrán quien pondrá la primera piedra de lo que será la disciplina de la etnohistoria en México, al escribir acerca de las luchas de los pueblos indios por la tierra en la época colonial. Su libro, El Señorío de Cuauhtochco (1940) es el primer texto con el que se abre la etnohistoria en México.   La crítica a una política de Estado, el indigenismo, que buscaba la desaparición de “lo indígena” dio lugar a la teoría del colonialismo interno expuesta por Pablo González Casanova en su libro señero La Democracia en México (1965) que acompañó Rodolfo Stavenhagen con un ensayo, hoy clásico, titulado “Clases, Colonialismo y Aculturación” (1968). El movimiento estudiantil de 1968 marcó otros derroteros para la antropología y las ciencias sociales en general en México. Recordemos que en 1970, se publica el texto titulado De eso que llaman antropología mexicana coordinado por Arturo Warman y en el que escriben los considerados la “generación crítica” de la antropología mexicana: Guillermo Bonfil, Enrique Valencia, Margarita Nolasco, Mercedes Olivera, con el que se propugna el aliento a una antropología crítica, por supuesto vinculada con la historia, y preocupada por el análisis de los problemas del país.  En los textos que he publicado en Chiapas Paralelo, comentando la obra de varios autores extranjeros que escriben sobre México, encontramos un interés manifiesto por los pueblos indígenas, por la etnografía de esos pueblos. Y también por la historia del país. Por ejemplo, en la obra de Graham Greene, británico, encontramos una perspectiva interesante para una reflexión acerca de la llamada Guerra Cristera, como bien me apuntó en un interesante comentario mi colega y amigo Pedro Tomé. Un Antonin Artaud describe la Sierra Tarahumara y aporta una opinión importante no solo sobre la vigencia de una cultura ancestral, sino que la propone como salvación del modernismo que, según él, lleva a la humanidad al abismo. D. H. Lawrence hace también una amplia reivindicación de los pueblos indígenas y opina que México está en un error al darles la espalda. La misma Fany Calderón de la Barca, escribiendo en el siglo XIX en tiempos de Antonio López de Santa Ana, no oculta su admiración por el campesinado mexicano. Expreso mi opinión que deberíamos leer a estos autores como pioneros en la crítica al indigenismo e incluirlos en el contexto de los que señalaron los errores de una política de Estado encaminada a borrar la variedad de la cultura en pos de una supuesta “cultura nacional” dictada desde el Estado. La cuestión del indigenismo y de la vinculación entre historia, antropología (con su socia, la etnografía) y la literatura es una constante, como lo prueba el llamado “Ciclo de Chiapas” que reúne a autores como Ricardo Pozas, Eraclio Zepeda, Carlo Antonio Castro, Ramón Rubín o la propia Rosario Castellanos. Así que aún no se ha puesto el punto final en el complejo tema del indigenismo y quizá nuca se ponga, como también sea un tema abierto esa relación inquietante entre etnografía (antropología), historia y literatura para comprender la complejidad de un país como lo es México.

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 21 de mayo de 2022.

 

Sin comentarios aún.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Comparta su opinión. Su correo no será público y será protegido deacuerdo a nuestras políticas de privacidad.