Honrar a las ancestras
El calor estaba más que sofocante, la época de vacaciones de Semana Santa había llegado y Catalina la esperaba con mucha emoción. Estaba feliz que no le habían dejado tarea en la preparatoria, así podría hacer un receso de sus actividades educativas en línea y disfrutar mejor el descanso.
La celebración de Semana Santa tenía elementos religiosos distintivos, de acuerdo a las actividades que solían hacer en su barrio, algunas de ellas eran parte de su educación familiar. Una de las características que hacia particular esta época en su familia y que guardaba enseñanzas de la abuelita Ruth era la gastronomía, desde las bebidas como agua de frutas de temporada, mango, tamarindo, guanabana, comidas como pescado baldado, ensalada de nopales con camarón seco hasta los postres como garbanzo, papaya y jocote en dulce. Lo cierto es que todas esas prácticas tenían su historia y por supuesto, anécdotas que deleitaban a las nuevas generaciones en la familia.
De igual manera, en estas fechas solían recibir la visita de parientes que vivían en otras ciudades y estados. Eso le gustaba mucho a Catalina. La pandemia había frenado esas visitas, pero el proceso de vacunación y los protocolos sanitarios habían permitido que pudieran tener nuevamente a sus familiares en casa.
Las tías Olga y Julia y la prima Karla fueron las visitantes en esta ocasión. La familia de Catalina las recibió con alegría, tenían buen tiempo de no verlas. Esa visita fue muy especial, además de convivir con ellas, tuvieron diversos momentos para compartir en las tertulias, normalmente en la sobremesa.
Karla, Catalina y Mercedes, su hermanita, escuchaban atentas las anécdotas, vivencias e historias que compartían las tías Olga, Julia y Luisa, mamá de Catalina. Sin duda, la presencia de la abuelita Ruth estaba ahí, en todo momento. Ella era un elemento clave en la familia. Afloraban también historias del terruño y cómo era éste en la infancia de ellas, los momentos tristes, las enseñanzas, el cúmulo de aventuras y hazañas que vivieron, así como también los regaños y llamadas de atención.
Una de las tardes después de escuchar los relatos, Catalina se detuvo frente a un retrato de la abuelita Ruth, quien parecía observarla con la mirada atenta, hasta ese momento Catalina se percató de la importancia de honrar a las ancestras. Desde su corazón le agradeció su presencia en la vida de ella y cada una de las integrantes de la familia. En su linaje había mujeres valientes, trabajadoras, amorosas, incansables luchadoras que habían sobrellevado distintas situaciones, en diferentes espacios y épocas. Sin duda, esa Semana Santa era especial, había tenido la oportunidad de conocer y reconocer a su linaje femenino.
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