Cuidar la vida
Esas vacaciones, como cada año Julieta y sus mellizos Juliana y Santiago fueron a visitar a la tía Asunción y al tío Camilo. Eran familiares paternos que vivían en otro estado. A Juliana y Santiago, de ocho años, les causaba mucha emoción ir de visita, sobre todo porque la tía y el tío vivían en una zona con mucha vegetación. Julieta les había llevado ahí desde que eran bebés y les había transmitido su amor por la naturaleza.
Después de verificar que todo estuviera listo para el viaje, desde el coche hasta el equipaje y los obsequios para los tíos, los tres emprendieron la salida. Julieta iba atenta en el camino y manejando con precaución, los mellizos observaban el paisaje. De pronto, Julieta sintió un aroma a pasto quemado, tuvo el presentimiento que era un incendio. No se equivocó.
— ¡Miren allá, algo se está quemando! —dijo Juliana.
— Parece que es pasto seco —señaló Julieta.
El humo no les permitía distinguir a lo lejos que ya estaban dando atención a la emergencia. Los bomberos y policías mantenían acordonada la zona. El paso estaba lento, así que tuvieron que esperar varios minutos para poder salir de ese tramo.
Julieta les comentó a sus hijos que estaban en la temporada de incendios, era una época que se sumaba a la sequía que había cada año, el planeta Tierra se calentaba cada vez más y parte de los efectos ya los sentían todos los seres vivos.
— ¿Cómo podemos ayudar para cuidar la naturaleza? Sino, nos vamos a morir —preguntó Santiago en tono preocupado.
— Muy buena pregunta hijo, no es tan fácil pero como dicen, cuando se quiere, se puede. En casa ya lo hacemos, al menos aportamos con un granito de arena, al tener nuestra composta, usar bolsas de tela para ir al mandado, evitar consumir productos con envases de pet o unicel…
— Ah, por eso cuando vamos con doña Chonita, la señora que vende mole llevamos un recipiente y ella no nos da los vasos grandotes de unicel —señaló Juliana.
—Así es, tenemos una tarea diaria que es cuidar nuestro medio ambiente y esa tarea es colectiva, no solo de las autoridades o de las personas, sino de toda la gente, niñas, niños, jóvenes, gente mayor, grupos. A veces olvidamos que cuidar a la naturaleza es cuidar la vida.
Julieta se percató del silencio que se formó, miró el espejo retrovisor y observó que los mellizos iban despiertos y atentos al paisaje, cada uno en su respectiva ventana, con el cristal hacia abajo. No tardaron en llegar a una zona boscosa, el trino de las aves era sumamente bello como una especie de bienvenida. El rostro de Julieta se relajó, sintió el olor a vegetación, ya estaban cerca de la casa de los tíos.
—Mira Santi, ya merito llegamos, seguro que la tía Asunción y el tío Camilo estarán contentos de recibirnos, a ver si les gustan las plantas que les traemos y los dulces de leche que les hizo mamá —comentó Juliana.
— Seguro que sí, ya quiero saludarlos y que nos lleven a recorrer el huerto, debe haber muchos chicozapotes y mangos, podemos ayudar a cortarlos —dijo Santiago, con los ojos llenos de emoción.
Entraron a un camino de terracería y en menos de 100 kilómetros se divisó la casa cubierta de tejas con sus pretiles y sus macetas colgantes. No tardaban en aparecer doña Asunción y don Camilo.
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