San Cristóbal, ciudad sitiada
En San Cristóbal de Las Casas se han recrudecido los asaltos a mano armada, los enfrentamientos de grupos delincuenciales que se disputan el territorio del narcomenudeo, y los bloqueos carreteros que ahorcan a la ciudad.
Jovel es una ciudad sitiada que, por desgano y hasta complicidad de las autoridades, es gobernada por los Motonetos, los Patros, los Vans y los Torres, que calientan la geografía de la violencia.
San Cristóbal se ha convertido en una ciudad insegura. El año pasado fue especialmente sangriento con tres asesinatos que llamaron la atención de los medios nacionales: la del fiscal indígena Gregorio Pérez Gómez, la del activista italiano Michele Colosio y la del periodista Fredy López Arévalo. Un año atrás, como preludio del descontrol que ahora se vive, el candidato de Morena, Juan Salvador Camacho, fue humillado y amenazado con la pena de ahorcamiento. Debido a que fue en contexto de las elecciones pocos alzaron la voz.
Este año, que ha iniciado con múltiples enfrentamientos a balazos, muertes y disputas por el negocio del narcomenudeo, fue asesinada Ana Paula Ruiz cuando intentó recuperar la motocicleta que le acababan de robar. La noticia ocupó espacios en varios periódicos del mundo por haber fotografiado a su asesino.
Este hecho ha prendido la chispa de la indignación, porque no ha sido un acto aislado, sino parte de esa sucesión de violencias que se están viviendo de forma creciente en San Cristóbal de Las Casas.
En los alrededores de la ciudad también han aumentado los enfrentamientos: Pantelhó, Altamirano y Oxchuc cuentan con sus propias historias de desaparecidos, secuestrados y asesinados.
La Asociación Mexicana de Hoteles de San Cristóbal ha exigido el “libre tránsito en las ciudades y carreteras del estado”, combate al vandalismo y, sobre todo, el restablecimiento del Estado de derecho.
La organización Unidos por San Cristóbal ha denunciado que los grupos delincuenciales “operan de manera impune”, bajo la mirada complaciente de las autoridades. Ha habido enfrentamientos, balaceras, asesinados, secuestrados y heridos, denuncia.
El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas también ha alertado de la multiplicación de la inseguridad: “a diario nos reportan disparos con armas de alto calibre y enfrentamientos entre grupos armados”.
Ante estas violencias que no cesan, se han formado grupos de autodefensa en algunos barrios y colonias que están dispuestos a cuidar sus espacios ahora amenazados.
San Cristóbal está siendo golpeada. El sitio empezó en los barrios y colonias menos visibles, en donde no se asoma el turista, pero ante el apapacho oficial, los delincuentes han ampliado sus tentáculos.
Hay, por supuesto, muchas zonas de refugio, porque San Cristóbal son varias ciudades. Está la ciudad que construyen los europeos, con sus bares y restaurantes; está la que trazan, en vías subterráneas, los indígenas para sobrevivir; y que la que imaginan, desde el paseo finsemanero, los turistas locales que se refrescan en el clima alteño.
Todos esos espacios están siendo amenazados. Sin embargo, aún es posible arrinconar a los grupos de delincuenciales, siempre y cuando haya voluntad de convertirla en lo que ha sido, una ciudad dinámica de encuentro, de construcción y de diálogos con personas y colectivos de diferentes partes de Chiapas y del mundo.
Deben retornar las horas serenas a la antigua Jovel. No hay otra opción, porque si la perdemos, será el principio de la violencia descontrolada en todo el estado.
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