Los contextos políticos del deporte
Finalmente Colombia, de manera que sorprendió a toda la afición beisbolera, ganó la serie del Caribe venciendo nada menos que a la República Dominicana, tierra de grandes peloteros además de sede de los juegos y el equipo que más series ha ganado. En esta serie fue notoria la ausencia de Cuba, quizá uno de los países del mundo en donde mejor béisbol se practica. Por supuesto, es un deporte totalmente amateur pues no existen las grandes corporaciones capitalistas que son dueñas de los equipos en el mundo del deporte. Cuba, a través del deporte, sobre todo en las olimpiadas, ha mantenido la imagen de los mejores logros de la revolución: una de las medicinas más eficaces del mundo, escolarización universal que incluye los niveles universitarios, baja incidencia de la delincuencia y otros aspectos más. El caso es que Cuba ha mantenido su presencia mundial de manera significativa, por lo menos hasta ahora, en las grades competencias mundiales como son las Olimpiadas y la Serie del Caribe. Justo en esta contienda beisbolera que recién terminó el 3 de febrero, fue notoria la ausencia de Cuba, lo que llama la atención, por ser uno de los equipos más fuertes mundialmente en ese deporte. De nuevo, los contextos políticos enmarcan al deporte. Cuba no estuvo en la serie del Caribe sencillamente porque los Estados Unidos la vetaron y ordenaron al organizador de la serie dicha, que ni siquiera se invitara a un equipo cubano. Independientemente de las orientaciones políticas, las justas deportivas se supone que están exentas de esos criterios. La reunión deportiva debería ser una justa en donde solo cuenten los criterios deportivos en un tipo de competencia justa. Pero es tal el odio de los grandes capitalistas norteamericanos hacia lo que fue su paraíso para la diversión, que no han dejado que el Gobierno de los Estados Unidos suspenda el bloqueo que ahora se extiende al campo del deporte. Incluso, Venezuela, con todos los problemas que su gobierno tiene con el de Estados Unidos, participó en la serie del Caribe y no lo hizo mal, demostrando que sigue siendo el béisbol el deporte más apreciado y mejor practicado por el pueblo venezolano. En el caso de Cuba, es su importancia como símbolo de resistencia lo que enoja profundamente al gobierno de los Estados Unidos. Y a tal grado, que permite a un equipo de un país como Venezuela, con cuyo gobierno choca cotidianamente, que asista a una serie como la del Caribe, pero se lo impide a Cuba. El contexto político de América Latina en su conjunto interviene en el deporte. El Gobierno Norteamericano visualiza a las organizaciones deportivas como si fuesen la Organización de Estados Americanos, la tristemente célebre OEA, una agencia más del propio gobierno de los Estados Unidos. En el caso de la serie del caribe, lo más grotesco de la prohibición para que Cuba participe es que fue precisamente el país que fundó la dichosa serie. Fue en 1949 que se disputó la primera serie del Caribe en el Gran Estadio de La Habana, que actualmente se llama Estadio Latinoamericano. Esa serie inicial la ganó Cuba, a través del equipo Alacranes de Almendares, que no conoció la derrota. Es este torneo de béisbol uno de los eventos deportivos de mayor antigüedad en Latinoamérica y es ampliamente reconocido como la Serie Mundial de Béisbol Latinoamericano. Este torneo reúne a los equipos campeones de las ligas de invierno que integran la Confederación Profesional del Caribe, que son México, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela más dos equipos invitados. Este es el esquema actual que viene de las modificaciones del original torneo introducidas a presión de los Estados Unidos en 1970. Con todo y ello, se había logrado mantener a Cuba como equipo invitado. Sin embargo, tanto Puerto Rico que es un “Estado Libre Asociado” (curioso nombre para una colonia) como los Estados Unidos alegaron problemas de visas y con ese argumento impidieron la participación del equipo cubano. Este caso nos recuerda la importancia de los contextos políticos del deporte como una temática compleja que deben abordar las ciencias sociales. Podríamos citar como un importante antecedente al libro de James D. Cockcroft, Latinos en el béisbol (Siglo XXI, 1999), que narra cómo los jugadores de origen latino han participado en el béisbol estadounidense desde la fundación de las llamadas “Ligas Mayores”. A partir de que en la temporada inaugural de las Ligas Mayores en 1871 jugó el cubano Esteban Bellán, durante más de 60 años estuvo vetada la presencia de jugadores latinos en el béisbol norteamericano. Ya no digamos a los jugadores afros, cuya piel negra era una molestia de los supremacistas blancos. Incluso, una vez que los capitalistas dueños de los equipos vieron que podrían hacer más dinero incluyendo a jugadores “no blancos”, iniciaron una lenta incorporación de jugadores latinos con “piel clara” y pasaron muchos años antes de que un jugador “negro” pudiera ingresar a un campo de béisbol de las Ligas Mayores. Es más, los jugadores de piel negra formaron su propia liga, que fue mucho más espectacular que la de los blancos y atrajo a multitudes a los estadios. Eso decidió a los dueños de clubes a incluir a jugadores no blancos en sus equipos, pero eso si, los alojaban en hoteles diferentes a los blancos, en hoteluchos de mala muerte, para no irritar a los supremacistas. Es más, el Estado Norteamericano inventó el mito de que el béisbol nació en los Estados Unidos, cuando en verdad ya existía antes en lo que es hoy América Latina y precisamente en el Caribe. Y aunque Jackie Robinson fue el primer jugador de piel negra, antes de él los beisbolistas latinos rompieron la línea de color e ingresaron al béisbol estadounidense dándole ese sabor espectacular que hoy tiene. En ello fueron pioneros Roberto Ávila (Mexicano), Luis Aparicio, Minnie Miñoso y el gran jugador que fue el puertorriqueño Roberto Clemente. A ellos le siguieron cientos de jugadores de la talla de Juan Marichal, Rod Carew, Fernando Valenzuel, el mítico Toro de Etchohuaquila, Navojoa, Sonora, Roberto Alomar, Juan González, Ramón Martínez, José Canseco o Samy Sosa. Pléyade de excelencia beisbolera. Así que el tema está vigente. El béisbol al igual que el futbol está asociado a los contextos distintos y complejos del nacionalismo, no sólo en Norteamérica sino en América Latina y El Caribe. Así, estudiar el béisbol es introducirse al orbe del racismo, la discriminación, la desigualdad social, el nacionalismo, el colonialismo y el imperialismo.
Una demanda muy latinoamericana es que se termine el bloqueo a Cuba y no sólo en la economía, sino en todos los aspectos. El pueblo cubano es el único que puede y debe decidir su destino. Esperemos que en la próxima serie del Caribe, podamos disfrutar de esa habilidad singular del jugador de béisbol cubano.
Ajijic, Ribera del Lago de Chapala. A 7 de febrero de 2022.
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