Eminem y Alex Lora
El Super Bowl es el evento masivo más visto del año. No nada más en el campo deportivo, sino en todos los que tienen que ver con la cultura popular y de masas. En esta versión, poco más de 100 millones de personas vieron el encuentro de futbol americano, pero no únicamente el juego en sí, sino todo lo que conlleva a la hora de desplegar la maquinaria del deporte por excelencia de los Estados Unidos.
En ese país, ningún otro se le compara al Super Bowl, en alcance mediático, en audiencia y, sobre todo, en la parafernalia con que se protagoniza en las gigantescas ganancias comerciales y en popularidad a nivel planetario.
Tiene fama de que prevalece más ese interés, el de lo mercantil y la representación cultural, que el juego mismo; y eso lo magnifica a niveles no imaginados en la gente expectante de un juego que, quizá no entienda en lo mínimo, pero que persiste un deber ser para estar dentro de los esquemas mass media. En gran parte se debe al llamado “espectáculo de medio tiempo”, un micro programa musical dentro del gran evento, que en realidad constituye el grueso de la oferta histriónica de esa fecha y parte en dos al juego mismo, el futbol americano y el showbizz del medio tiempo. No es exagerado decirlo, pero quizá la mayoría de la audiencia mundial que ve el Super Bowl lo hace por el show-time.
Para los artistas que intervienen ahí, significa una pasarela sin igual a nivel mundial, y lo quiera o no, forma parte del discurso estadounidense, como potencia, que también se enarbola con mucho frenesí y triunfalismo.
Esta vez el espectáculo de medio tiempo fue especial porque reunió a un conjunto de cantantes raperos “no complacientes” y conocidos en su mayoría por su discurso contestatario. Eminem, uno de ellos. Opiniones encontradas en su figura, podían resumirse en dos: en el mundo del pop, es demasiado “rebelde”; en el del rap no comercial, es un rapero blanco lleno de escándalos para figurar en un mundo que proviene de las calles. Un tibio, pues.
Pero en el Super Bowl, al final de su presentación se hincó y homenajeó a Colin Kaepernick, ex quarterback de los 49s de San Francisco, quien fue defenestrado por hacer lo mismo a la hora de entonar el himno nacional de Estados Unidos y se convirtió en símbolo de la resistencia negra ante los abusos policiales. En el deporte más representativo de los Estados Unidos, eso es un escándalo. A los raperos negros les prohibieron hacerlo en esta edición del Super Bowl, pero Eminem lo hizo. El blanco-tibio-pero-escandaloso, arremetió contra las buenas conciencias de lo políticamente correcto.
Alex Lora es un cantante de rock mexicano muy famoso por formar parte del Three Souls in my Mind, una mítica banda que, desde los setenta, prácticamente fue la primera que cantó en español, en una época del país donde cantar rock en nuestro idioma era francamente naco y fuera de lugar. Pero lo importante no es eso, sino lo que el líder y cantante de la banda expresó en sus letras, crítica política e ironía frontal hacia los valores “normalizados” de la sociedad mexicana de ese tiempo.
Polémico y extraño en su proceder roquero, volvió a salir a la escena nacional por un cambio de letra a una canción suya donde ahora criticó arteramente al presidente Andrés Manuel López Obrador. Aunque ahora se sabe que no fue Lora quien cambió la letra sino un personaje de las redes sociales, imitando su voz, el escándalo le volvió a cubrir. No por cantar contra el poder, porque desde que el Three Souls in my Mind se convirtió en el TRI, Alex Lora siempre simpatizó con el poder en turno, ya sea PRI o PAN. O sea, cambió la esencia supuestamente roquera que, se supone, no es complaciente con el conocido “establisment”. Tan solo recordar que el TRI vino a Chiapas a tocar para el PRI, en 1994, en pleno levantamiento indígena que conmocionó no solo a México, sino al mundo entero. Lora no se avergonzó, como tampoco ahora salió a desmentir el cambio de letra de su canción. Ojo: no es por el destinatario (el presidente actual) por cual a Lora se le critica, sino por esas acciones oportunistas y fuera del contexto donde él se registra, el rock.
Históricamente, el rock ha tenido banderas “contraculturales” y se enfrentó a todos los poderes visibles desde sus orígenes. Esto ha cambiado, claro, pero no deja de ser aún una traza de su arte, de su rebeldía todavía vigente, al menos en los que se dicen que realmente son roqueros. Como Alex Lora. Antes trovador del PRI, condescendiente del PAN y ahora crítico de MORENA. Nada mal. Pero a leguas se nota lo escaso de su fundamento como artista.
Eminem y Lora, dos caras de lo políticamente correcto. Sin embargo, tan diametralmente separados, por la consecuencia de sus propios actos como personajes del arte musical.
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