El pensamiento crítico en la encrucijada
Si en algún lugar de México las Universidades son estratégicas, ese lugar es Chiapas. Por supuesto, la Universidad es un centro de pensamiento y creación de conocimiento que es vital en cualquier parte. Pero hay particularidades. La Universidad, la UNIVERSIDAD, con mayúsculas, es sinónimo de pensamiento crítico porque en este sentido, la crítica es análisis. Los intelectuales, los científicos, el orbe académico, son, por la naturaleza de su oficio, analíticos, es decir, críticos. Desde que apareció el poder en la Historia, en los registros más añejos que han podido documentar la antropología y sus disciplinas, el poder se enfrenta al análisis, no le gusta que lo desnuden. En Ciencias Sociales, si algún debate es añejo, es el de la relación del poder con la desigualdad social. Ríos de tinta se han producido para escribir cómo comprender esa relación y cuáles sus consecuencias para la vida social como un todo. El tema está relacionado estrechamente con la gran pregunta: cómo se logra o se logrará una transformación hacia las sociedades que desconozcan la desigualdad que nos abruma. Ese debate cruza la historia, la trayectoria, de las ciencias sociales y de las aulas universitarias. Se necesita un espacio de libertad para poder llevar a cabo la discusión. Y ese espacio de libertad se enfrenta, en su construcción, con el poder, con las hegemonías que decía Antonio Gramci, que se aferran a la desigualdad social como su base de sostenimiento. Me atrevo a pensar que en el caso de Chiapas, por eso, gobiernos van, gobiernos vienen, y la desigualdad social abismal no sólo no disminuye sino que se profundiza. Además es una desigualdad social que rebasa al solo criterio de clase social, aunque este siga siendo el eje para entender todo el tinglado de la desigualdad. Pero hoy, lo sabemos bien, la desigualdad social hunde sus raíces no sólo en las desigualdades de clase, sino en las de género, las étnicas, las culturales, y un largo etcétera. En una complejidad como la de Chiapas, la sociedad en su conjunto necesita a la Universidad como un territorio de la libertad para crear conocimiento. Si esa premisa no se cumple, la Universidad sólo existe como una entelequia. En Chiapas, sigue el contrapunto entre lo rural y lo urbano. Existen características históricas que son imprescindibles de comprender y que arrancan con el establecimiento del régimen colonial. En contextos sucesivos de enfrentamientos sociales provocados por la desigualdad, una condición de opresión del trabajo social, Chiapas llega a la modernidad capitalista con una estructuración muy compleja de desigualdad, misma que es la base que sostiene un entramado que no beneficia el paso a una sociedad que destierre la desigualdad. Existen textos escritos por académicos como Juan Pedro Viqueira o Jan de Vos (que en paz descanse) que documentan las rebeliones indígenas en aquellos tiempos de desigualdad colonial. Son realidades como la de Chiapas las que dieron pie a la discusión acerca de lo que el antropólogo veracruzano Gonzalo Aguirre Beltrán llamó las Regiones de Refugio, planteamiento enfrentado al del centenario Pablo González Casanova sobre el “colonialismo interno” o las teorías de Guillermo Bonfil sobre el etnodesarrollo. Así que la situación de Chiapas ha estado muy presente en las ciencias sociales nacionales que se tejen desde la Universidad. Es pensando en Chiapas y en Centroamérica que Rodolfo Stavenhagen escribió aquel texto señero titulado “Clases, colonialismo y aculturación” que aún marca tres factores de la desigualdad imperantes en Chiapas y en países como Guatemala. Cuando en aquellos años de los 1980 se iniciaron los trabajos para entender a la Frontera Sur, la antropología logró introducir el “factor fronterizo” como componente básico para entender la situación no sólo del sureste mexicano, sino de la Nación como tal. Hoy vemos cómo ese factor sigue siendo esencial: allí está el fenómeno migratorio y la situación centroamericana para demostrarlo. Es más, recién se ha publicado un libro de Regina Martínez Casas, La Tierra del Cacao y el Café: la Región Transfronteriza México Guatemala, (México, Centro GEO/CIESAS/InstitutoMora/ECOSUR, 2022), que sigue profundizando el conocimiento del factor frontera para entender a Chiapas y al país. Con ese propósito se estableció el CESMECA de la UNICACH, cuyos investigadores han producido textos esenciales para el conocimiento de la situación contemporánea de los entornos internacionales de México. Hace tiempo, allá por la década de los 1960, la perversión por el poder de la misión de la Universidad, llevó al gobierno de los Estados Unidos a financiar programas para conocer al detalle los procesos de transformación de las sociedades de América Latina con el propósito de controlarlos. Fueron los días del famoso Plan Camelot y del no menos notorio Plan Simpático, que no eran más que programas de penetración ideológica y de perversión del sentido del conocimiento. Tales planes fueron denunciados con gran fuerza por antropólogos norteamericanos como Marshall Sahlins que escribió un texto básico titulado, “The Established Order: Do not Fold, Spindle or Mutilate” (“El Orden establecido: no doble, arrugue o mutile”, 1967), gracias al cual esos planes fueron desnudados en sus propósitos. Esa es justo la importancia estratégica de la Universidad: servir a la sociedad al crear conocimiento y no estar sujeta al capricho del poder. En el texto citado de Sahlins, este aboga por la libertad para el trabajo científico y hace un llamado al Estado para no cercenar y pervertir la vocación de la Universidad. Esa sigue siendo la demanda para que la Universidad en Chiapas, en México, se corresponda con lo que debe ser: un centro del pensamiento crítico, analítico, de creación de conocimiento para la búsqueda de una salida de la terrible situación de desigualdad social que vivimos.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 20 de enero, 2022.
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