¿Adora el pueblo a los tiranos?
Aunque en los últimos días el debate político se ha enrarecido por los escándalos y las disputas entre el gobierno federal y los medios, hace aproximadamente unas dos semanas se llevaron a cabo elecciones en el Sindicato de Pemex con el fin de renovar su dirigencia por “vacancia”. El sarcasmo que significa la ausencia de su sempiterno dirigente, Carlos Romero Deschamps, quien ocupó el cargo por casi 20 años, es un terrible indicador de los desafíos que aun se deben vencer para alcanzar la democratización de este gremio tan importante en la vida sindical del país.
Desde que el presidente López Obrador invitara en la mañanera a presentar sus propuestas a los candidatos a dirigir el sindicato petrolero, este singular foro se convirtió en una suerte de pasarela de quienes decidieron participar en el relevo. Las expectativas parecían inmejorables: una reforma laboral que crea incentivos para la democratización de los sindicatos, una voluntad presidencial que expresamente alentaba la participación y una inercia en la base sindical que en los últimos años ha sufragado por candidatos ajenos al PRI en las elecciones constitucionales. Sin embargo, las redes de control corporativo en las principales organizaciones sindicales del país han mostrado la suficiente capacidad de adaptación con los gobiernos en turno.
Pese a que estos elementos flotaban en el ambiente y se constituían en estímulos nada desdeñables a fin de configurar un panorama distinto al otrora manejo autoritario, corrupto y caciquil del sindicato petrolero, no fueron lo suficientemente sólidos como para cambiar a caso mínimamente las inercias que han hecho del sindicato petrolero, una rémora del ominoso pasado en la vida interna de las organizaciones gremiales más importantes del país.
De acuerdo con el boletín de prensa dado a conocer por el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, se establece que de los 63,700 votos emitidos el 70.62% de ellos fueron para el candidato, Luis Ricardo Aldana Prieto, quien anteriormente ocupara la cartera de finanzas de dicha agrupación sindical. Es decir, el ahora candidato electo obtuvo el respaldo de poco menos de 45 mil trabajadores petroleros (44,983). En un remoto segundo lugar aparece, César Pecero Lozano, con aproximadamente 4,500 sufragios (4,505) y no vale la pena ensañarse mostrando las ridículas cifras de votos alcanzada por el resto de los 23 contendientes.
La gran desproporción entre los contendientes ciertamente puede ser producto de muy diversos factores, pero lo cierto es esa disparidad puede atribuirse apelando a la tradición corporativa que ha caracterizado al sindicato petrolero, a las amenazas y a la violencia física como prácticas de control al interior mismo de la agrupación sindical que desestimula la participación de los obreros y a la injerencia de actores externos con el fin de mediatizar, al mismo tiempo en que tratan de obtener algún tipo de rentabilidad política de la organización gremial.
En verdad, no tenía demasiadas esperanzas en un proceso casi inédito de elección interna, pero quizás en un momento un tanto fugaz albergué una remota posibilidad de que las cosas podían cambiar. Como todos sabemos, los deseos en ocasiones son una carga de energía positiva que la realidad tiende a destruir o situar nuestros anhelos en el terreno de lo posible. Aunque no me sorprendían los resultados, de todas formas me cuestionaba por qué los obreros podían elegir como representante a un personaje que no solamente está vinculado a la vieja dirigencia sindical que los oprime sino que, además, ha sido acusado públicamente de estar relacionado con escandalosos actos de corrupción. Me preguntaba ¿Qué tipo de mentalidad o cuáles serían las razones principales para tales resultados?
Externé mis preocupaciones a algunos de mis contactos con quienes a menudo comparto mis reflexiones. Uno de ellos, trabajador de PEMEX; mientras que otro es una entusiasta y muy comprometida académica, pero con toda una tradición familiar vinculada a la empresa petrolera. El primero me asegura que predominó la inercia de la desidia en el gremio petrolero, aunque igualmente reconoce que las cosas han venido cambiando y me informa que en la sección 47 de Carmen, Campeche, se ha tenido que reponer el proceso de elección de dirigente debido a las irregularidades en las dos elecciones previas. La segunda me dice que debo considerar a los obreros petroleros a través del síndrome de la mujer maltratada, según el cual normaliza los excesos que padece y se considera responsable de experimentarlos; lo cual provoca inseguridad y baja autoestima.
Como me niego a pensar que los obreros petroleros terminen por adorar y hacer objeto de culto a los dirigentes que han tenido, insistía ante mis interlocutores que alguna racionalidad debía explicar semejante comportamiento. Trataba al menos transmitirles mi profunda desazón porque me sigue pareciendo francamente devastador que teniendo algunos recursos a la mano para llevar a cabo cambios en las relaciones sindicales internas, “los obreros” petroleros hayan decidido entre lo peor de sus líderes, aquel que representa el viejo sistema caciquil y resulta el heredero del anterior dirigente sindical que hasta se jactaba del poder que le daba el uso de recursos ilimitados y del manto protector que siempre ha tenido de los gobiernos en turno.
Es difícil demostrar la existencia de un probable pacto entre el anterior dirigente del sindicato petrolero y el gobierno actual, pero el retiro de Romero Deschamps y la llegada de Aldana que, para todo juicio práctico, son una y la misma cosa, no deja lugar a dudas que el líder remplazado seguirá gozando de impunidad como la que le han otorgado administraciones federales previas.
Mientras esto ocurría en el sindicato petrolero, en Silao obreros de la industria automotriz de la planta de General Motors decidieron, igualmente por la vía democrática, desplazar a la CTM de la organización sindical y del contrato colectivo con la empresa; lo cual resulta una buena noticia en un entorno bastante adverso. Es verdad que la CTM ha venido a menos tanto por el ocaso de los gobiernos priítas, como por la avanzada edad de sus folclóricos dirigentes, incansables hasta sus últimos días en el control de la clase trabajadora. No sabemos cual podría ser el futuro de los obreros de la General Motors en Silao, Guanajuato, pero no es poca cosa lo que han logrado hasta ahora teniendo en cuenta el triste pasado de las organizaciones gremiales oficialistas ligadas al PRI.
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