La paz fría
“Ellos están cerca de nuestra casa”, ha dicho el presidente Vladimir Putin, cuando cuestionó las movilizaciones de tropas por parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte a lo largo de sus fronteras, las prácticas navales con Ucrania años atrás y el intento de ingreso de esta nación a la alianza. En realidad, se trata de un continuo cerco en torno a Rusia, no visto desde la segunda guerra mundial con la operación barba roja.
La expansión de la OTAN que se cierne sobre el territorio ruso tiene tiempo y es un proceso en el tiempo. Se configuró después de la desintegración de la URSS, en donde los antiguos aliados rusos pasaron a ser aliados de Estados Unidos. Son los casos de Polonia, República Checa, Letonia, Estonia, Lituania. Espacios donde tropas y misiles han estado presentes hasta hoy. La exURSS perdió varios territorios y es el único de las tres potencias nucleares que se encuentra bajo sanciones económicas patrocinadas por Estados Unidos y sus aliados de siempre. Se trata de un desmembramiento como consecuencia primero, de la segunda guerra mundial al convertirse la URSS en una potencia vencedora sobre una vastazona del este europeo, y segundo, por la pérdida de aliados en su zona de influencia tras la caída del socialismo real como Polonia, la República Checa y los países bálticos. No podemos decir lo mismo en este lado del mundo. Es como si México hubiese recuperado Texas o California o Rusia con Alaska. Este hecho es comparable sólo con la descolonización ocurrida en las dos posguerras. Por lo mismo, Rusia ha tenido más activismo militar defensivo, resultado de la expansión de la OTAN en sus fronteras: en la república checa –ya desde Reagan-, en Polonia –planteando establecer allí una base militar permanente (fort Trump) en los países bálticos, y sobre todo, Ucrania, como un alfil estratégico, si es incorporada a la OTAN para cerrar una peligrosa pinza y un explicable motivo de guerra para Rusia.
Lo más cercano a las fronteras rusas había sido Turquía, miembro de la OTAN. Pero ahora es Polonia, Rumania, Bulgaria, los países bálticos, quienes conforman ese cerco antiruso. Estados Unidos y sus aliados -la mayoría europeos- frente a una Rusia sola, sin aliados. Hasta Suecia ha movilizado tropas. Tiene razón el presidente Putin de imaginar cómo reaccionarían los Estados Unidos si en sus fronteras mexicana se instalaran misiles y tropas y dinero y equipo. Ya la crisis de los misiles en Cuba hizo retroceder los misiles apuntando a su territorio pero en Turquía no se quitó ninguno. Por mucho tiempo se creyó que la estrategia norteamericana fue hacer creer a Europa que la URSS invadiría este territorio, cosas que nunca ocurrió. Pero hace unos años aún se percibía en el portal de la Alianza “Defender a Europa de la influencia soviética”.
Antes de la pandemia habían en el frente oriental ruso 400 bases militares y unos 7 mil efectivos en territorios exsoviéticos, así como 300 marines en Noruega. Difícil e inaceptable situación para el viceministro de defensa ruso Anatoli Antónov, quién en 2015, ya había expresado: “¿Que es lo que estás haciendo alrededor nuestro?” Hoy esta situación parece ejecutar la estrategia de Defensa estadounidense anunciada en 2018 cuyo propósito era una continuación de la hegemonía militar norteamericana frente a la multipolaridad, comercial –China- y la otra militar –Rusia-. Elbridge Colby, vicesecretario adjunto de Defensa, dijo: “tenemos que regresar a lo básico del potencial para la guerra y esta estrategia dice que el enfoque será priorizar la preparación para la guerra, en particular la guerra de poder”
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