Creer en sí mismo
Judith había crecido con algunas inseguridades, cada que tenía algún proyecto en mente lo pensaba mucho, trataba de cuidar hasta los detalles más mínimos para que todo saliera bien. Como suele suceder en la vida, en algunos proyectos le iba muy bien y otros simplemente no resultaban. Gerardo y Esther, su hermano y hermana mayor, solían animarla cuando esto último pasaba, eso le daba un poco de aliento.
Era decoradora de interiores. Dentro de sus habilidades más destacadas estaba la de realizar dibujos de rostros, era muy buena retratando a lápiz. Esto lo tomaba como pasatiempo. En su familia le habían sugerido que también podría ser una actividad laboral extra, los retratos le quedaban muy bien. Aunque se sentía segura haciendo esta actividad le gustaba más hacerlo por placer que como algo laboral.
En el cumpleaños de su abuelito Mateo decidió regalarle algo que ella hiciera, le había surgido el interés de crear algo. Lo más sencillo habría sido obsequiarle un retrato, ya tenía bocetos sobre él. Sin embargo, quiso ponerse un reto más grande, después de darle vueltas y vueltas al tema, decidió cocinar uno de los platillos favoritos de don Mateo, pollo en estofado. Su experiencia en la cocina no era buena, ella lo sabía muy bien. Quizá por eso se había propuesto intentarlo. Le daría la sorpresa.
El día del cumpleaños se fue tempranito al mercado a comprar todos los ingredientes. Al final fue a la pollería, la señora del puesto, doña Josefita, era muy amable y como parte del servicio solía obsequiar a su clientela ramitas de hierbabuena, cebollín y chile habanero. Ese día no le habían llevado la hierbabuena, así que dejó unos instantes a Judith mientras iba por las hierbas. Judith se quedó observando los pollos en venta, recordó la destreza de doña Josefita al cortarlos. Echó un vistazo rápido a los puestos aledaños con venta de pollo y vísceras de res. La mayoría de quienes vendían eran mujeres, entre jóvenes y mayores, era un trabajo pesado pensó, recordando lo que alguna ocasión doña Josefita le había comentado.
—¡Aquí está tu hierbabuena mami! Disculpa la tardanza —. Dijo doña Josefita.
—No tardó casi nada. Muchas gracias —. Comentó Judith sonriendo, a quien le había tomado por sorpresa la llegada de la señora.
Judith regresó a su casa y comenzó a preparar el platillo, no sin antes recordar la receta que le había contado más de una vez su abuelita Carmina. Lavó el pollo, desinfectó las verduras y las cortó. Cuando procedía a colocar las piezas de pollo y las verduras dentro de la olla, que era parte del secreto de la receta familiar, algo le comenzó a hacer ruido en la mente, ¿y si no le salía bien? ¿Qué tal se pasaba de sal o de cocción? De inmediato pareció escuchar las voces de Esther y Gerardo, hay que creer en sí mismo. Las sintió como un bálsamo que le devolvió el entusiasmo para continuar su tarea. Fue agregando las pasitas, las aceitunas y las hierbas de olor, así como tanteando la sal, ni mucha ni poquita. Prendió la hornilla de la estufa a fuego medio, al tiempo que ella repetía en su interior, creer en sí mismo, creer en sí mismo. Cerró los ojos y visualizó a su abuelito Mateo degustando el platillo.
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