Una reflexión de final de año
Desde el 2020 vivimos una situación muy especial con el brote pandémico llamado COVID-19 y que aún no termina. Ha sido un tiempo difícil. Vislumbramos un año 2022 con la pandemia encima y con los problemas del mundo agravándose para los condenados de la tierra. La pandemia arroja hasta este momento una mayor desigualdad social. En contraste, los grandes capitales aumentaron y siguen aumentando. No es sólo la centralización de la riqueza sino su concentración extrema lo que caracteriza al capitalismo contemporáneo. Los flujos migratorios de la parte del mundo más pobre y azolado, siguen intensificándose especialmente en América Latina y El Caribe con países que se están vaciando de su población como Honduras en Centroamérica o Haití en El Caribe. Las grandes caravanas de migrantes han resaltado que todo México es frontera, y ahora, además, “sala de espera” mientras en Estados Unidos se regula la entrada de inmigrantes. El estado de Texas construye su propio muro. Nuestra realidad es descarnada. La violencia en verdad no ha disminuido sino que adquiere nuevas formas y manifestaciones mientras las estadísticas juegan el papel de amortiguadora de la angustia. Miles de familias siguen sufriendo y el temor es cotidiano en el país. En países latinoamericanos como Chile, el fascismo está de regreso y las muy próximas elecciones mostrarán hasta dónde ha ganado fuerza. Según los informes de la CEPAL, 200 millones de pobres son el resultado de la pandemia hasta este momento en América Latina y El Caribe. El mismo informe indica que la clase media descendió un 14%. Por supuesto, aumentó la concentración de la riqueza, lo que era de esperarse en una economía política como la que vivimos. Es decir, que además de las muertes ocurridas por la pandemia, un reducido número de financieros aumentaron sus riquezas a costa de millones que cayeron en la pobreza. Dice el informe de la CEPAL que de estos 200 millones de pobres, 78 millones son de pobreza extrema, miseria absoluta. Cómo no van a aumentar las caravanas de migrantes ante este panorama tan desolador. Otro dato revelador: en América Latina y El Caribe, 45 % del número total de familias vive de la economía informal. Se trata de los sectores más golpeados con el “quédese en casa”, al no tener ninguna alternativa para sobrevivir. No les ha quedado más recurso que caminar en un desesperado esfuerzo por no sucumbir. También toca el informe de la CEPAL el caso de la educación básica e indica que 167 millones de niños y niñas perdieron un año de clases reduciéndose la educación de la población que alcanzaba a un 66% a sólo el 53%. La Jornada misma comentó este dato en su edición del pasado 3 de diciembre. Así que sin exagerar, el panorama es desolador como lo muestran estos números además de crisis sociales de las dimensiones de las que suceden en Haití y Honduras. Además no olvidemos que en este último país existe la base militar norteamericana más extensa de América Latina en un sitio llamado Palmerola, lo que agrava la situación tensa de esa nación. Recuerdo haber recorrido entre 5 y 7 kilómetros en la carretera que une a Tegucigalpa con Comayagua, viendo las bardas de esa base y las alas dobladas hacia arriba de los aviones norteamericanos de combate. Qué ironía. Países latinoamericanos al borde del colapso o colapsados, tienen que soportar la presencia de una base militar enorme, localizada en medio de la pobreza extrema y sin recibir nada a cambio más que migajas. Esa es parte de la realidad de los contextos de Nuestra América en donde ocurre la pandemia. México también presenta situaciones de extrema explotación asociadas a la agricultura de exportación, en la que no pocos de los jornaleros son de origen chiapaneco. Trabajan sin cesar hasta 15 y 16 horas, ganando salarios de hambre además, en medio de la pandemia. ¿Cómo llegó a esta situación extrema el país que abrió el siglo XX con la primera gran conflagración social que fue la Revolución Mexicana, iniciada en 1910? En los Altos de Jalisco, los jornaleros tzeltales y tzotziles han fincado lugar de residencia a las orillas de ciudades como Arandas y son ellos los que sostienen la industria del tequila, al cortar los magueyes en las tareas que se agrupan bajo el nombre de jima. Así que recibiremos el año en sociedades desiguales, en extremo desiguales, marcadas por la condición de extrema explotación del trabajo y bajo los ataques de una pandemia que se resiste a desaparecer.
En medio de todo, deseo a todas y todos, lectores de Chiapas Paralelo, un fin de año en paz y que el venidero nos llegue con situaciones más propicias para una vida mejor. Volverá Encarte Crítico en los primeros días de enero de 2022. Agur.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala, a 19 de diciembre de 2021.
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