Pensar: caro y peligroso

Casa de citas/ 564

Pensar: caro y peligroso

Héctor Cortés Mandujano

 

Mi amado sobrino David, hijo de mi hermana María, me regaló Recuerdo, recordemos. Ética y política en Rosario Castellanos (Unach, 2013), de Andrea H. Reyes, quien vive y trabaja en EUA. Es doctora en letras y especialista en Rosario.

Comienzo a leer su libro, un ensayo lúcido, inteligente, escrito con la sencillez de quien sabe lo que dice. Escribe que fue justamente el ensayo el género más practicado por Rosario y (p. 31) “ha sido el menos estudiado”. Sobre ello hizo su tesis doctoral. Halló que sólo se habían recopilado 179 en sus cuatro libros ensayísticos: Juicios sumarios, Mujer que sabe latín, El uso de la palabra y El mar y sus pescaditos, pero habían 337 más, que el Conaculta publicó en tres volúmenes: Mujer de palabras: artículos rescatados de Rosario Castellanos.

Sigo leyendo y, de pronto, en la página 33 me encuentro esta generosa mención de Reyes, que le agradezco: “Otro impulso por este libro es la publicación, unos años después de que entregué mi tesis, de dos libros que abordan la presencia y el impacto de Castellanos en Chiapas en los años cincuenta: Chiapas cultural: el Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas (2006), por Héctor Cortés Mandujano, y Rosario Castellanos: su presencia en la antropología mexicana (2007), por Carlos Navarrete Cáceres”.

El libro es muy ameno. Cita Reyes a Rosario en uno de sus irónicos ensayos acerca de Chiapas, de la ignorancia de su gente, de embeleso por lo incomprensible. Un candidato a gobernador (p. 153) “decidió hacer su campaña política y decir sus discursos en francés. Tuvo un éxito verdaderamente sensacional. El señor ganó, no porque fuera del PRI, sino porque habló en francés, porqué este era un idioma un poquito más incomprensible que el español. […] Nunca se supo que prometió, ni cuál era su programa de gobierno”.

En 1970, el feminismo en EUA era muy fuerte. En México, nada. Escribe Rosario (p. 219): “Cuando el desarrollo industrial del país nos obligue a emplearnos en fábricas y oficinas, y a atender la casa y los niños y la apariencia y la vida social y etcétera, etcétera, entonces nos llegará la lumbre a los aparejos. Cuando desaparezca la última criada, el colchoncito donde ahora reposa nuestra conformidad, aparecerá la primera rebelde furibunda”.

 

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Leo Pascal. Para alcanzar el conocimiento el hombre necesita tanto de la razón como del corazón (RBA, 2019), de Oriol Ponsatí-Murià. Pascal vivió pocos años, 39, pero en ese tiempo inventó la calculadora, rozó el cálculo infinitesimal, enunció principios físicos y dejó varias celebérrimas frases filosóficas en Pensamientos, su obra póstuma. Dos de las más conocidas son (p. 108): “El corazón tiene razones que la razón no conoce; lo sabemos por mil cosas” y (p. 149): “El hombre es una caña que piensa”. [En Ka, de Roberto Calasso, la palabra caña lo usan de distinta manera dos dioses. Le dice Urvasï a Purüravas (p. 262): “Podrás herirme tres veces al día con tu caña, podrás poseerme incluso cuando yo no te desee”]

 

Ilustración: Alejandro Nudding

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Los nombres de Eugenio Barba y Jerzy Grotowski son ahora célebres en el mundo del teatro, pero La tierra de cenizas y diamantes. Mi aprendizaje en Polonia (Escenología, 2008), de Eugenio Barba, seguido de 26 cartas que le dirigió Jerzy Grotowski, habla justamente de cuando los dos, en los años sesenta, eran dos jóvenes que estaban haciendo teatro en Polonia, en condiciones bastante complicadas.

El libro es más confesional que técnico y se centra en cómo Grotowsky descubrió lo que le daría renombre mundial (que puede entenderse a partir de su celebérrimo libro Hacia un teatro pobre) y todo lo que Eugenio Barba ayudó para que lo descubierto en la precariedad de Polonia se convirtiera en uno de los hitos sobre el montaje teatral.

Me encantó la cita que Barba hace de Góngora (p. 167): “¿Quién me dirá si en el secreto archivo de Dios están las letras de mi nombre?”.

En la carta número tres, Grotowsky dice a Barba algo sobre lo evanescente que es el montaje y sus resultados (p. 180): “Permítame que se lo diga: nunca se ven los resultados concretos.  Los resultados concretos (sobre todo en un arte fugaz como el teatro) nacen y mueren en un abrir y cerrar de ojos y creo que es erróneo ligarse a ellos”.

Me ha llamado la atención cómo los parámetros sobre la edad han cambiado tanto. Dice Grotowsky en la carta número 26, del 10 de agosto de 1969 (p. 247): “Mañana termino los 36 años y entro en el trigésimo séptimo. La juventud ya ha pasado. No ha sido mala. ¿Qué está cambiando en mí? Probablemente era viejo y niño al mismo tiempo. Pero ahora, en la vejez le digo: a pesar de los cambios del mundo, que me sea dado, al llegar el momento, de dejarlo con dignidad”.

 

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Roberto Calasso cita a uno de los 33 dioses védicos en Ka (Anagrama, 1999) cuando dice (p. 184): “Pensar es peligroso”.

En ¿Qué es la conciencia? Una aproximación desde la neurociencia (Emse Adapp-Salvat, 2019), Alberto Ferrús dice (p. 33): “De todos los trabajos que necesita ejecutar una neurona, el más caro de todos es el de disparar una sinapsis, por lo que no resulta extraño que controlen muy bien la probabilidad de dispararlas en función del número que deba mantener. Pensar es caro”.

Peligroso y caro. Con razón hay tanta gente que mejor no piensa.

 

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Leo Nietzsche. La crítica más radical a los valores y a la moral de la cultura occidental (RBA, 2019), de José Rafael Hernández Arias. (Me llaman la atención los largos subtítulos que pusieron a esta colección, Comprender la filosofía –pastas duras, recuento de vida y obra–, porque me parece que no logran atraer compradores con las largas peroratas del subtítulo de las cuales ya he citado varios en Casas… anteriores. En fin.)

Leo a Nietzsche desde que yo era adolescente, por eso no puedo estar más de acuerdo con Hernández Arias cuando dice (p. 7): “Nietzsche ha sido el filósofo del siglo XX y está en camino de convertirse en el filósofo del siglo XXI. No cabe duda de que su influencia es abrumadora. […] La filosofía de Nietzsche parece haber encontrado el secreto de la eterna juventud”.

Los textos científicos que he leído podrían sustentar su dicho (p. 66): “Los conocimientos científicos no pueden sustentarse en ninguna verdad sólida; interpretan el mundo como puede hacerlo una poesía de Hölderlin”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

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