Cuba: reflexiones a propósito de un libro de Miguel Lisbona Guillén
Desde la perspectiva de lo que llamaré contextos generacionales, el reciente libro de Miguel Lisbona Guillén, El Futbol en Cuba. Entre el balón y “la pelota” en la comunidad global, (UNAM-CIALC-CIMSUR, México, 2021), es un estímulo para la reflexión acerca de los destinos de los pueblos latinoamericanos-caribeños, de las sociedades de la martiana Nuestra América. Situando así en los años de inicio de la década de los 1960 y en los contextos estudiantiles de la época, Cuba representaba una invocación para una juventud ansiosa de participar en la vida de sus países y transformar sociedades desiguales, racistas, clasistas y excluyentes además de dominadas por el “imperialismo” capitalista. El viaje en motocicleta de un joven médico argentino, Ernesto “Che” Guevara, recorriendo los caminos latinoamericanos, alentó aún más aquellos sueños de transformación social de una juventud que se “globalizaba” a través de compartir ideales. La saga de la Revolución Cubana llegada al poder justo al final de los 1950, difundió a figuras que desde ya, se hicieron legendarias: Fidel Castro, Ernesto “Che” Guevara, Camilo Cienfuegos, Aleida March, Vilma Espín, Raúl Castro, Juan “El Comandante” Almeida. Las fotos de aquel 8 de enero de 1959 mostrando a los barbudos revolucionarios al entrar a La Habana, la prodigiosa ciudad de la Mayor de las Antillas, se convirtió en un símbolo de la configuración de una comunidad de identidad juvenil que recorrió a toda Nuestra América. El mensaje era más que alentador: el imperialismo estadounidense podía vencerse. Nueve años después de aquella Saga, en las calles de la Ciudad de México, en 1968, el nombre del “Che” Guevara, muerto en las cañadas de las montañas bolivianas, resonaba en las calles reproducido por miles de voces estudiantiles. Cuba era el símbolo del anti colonialismo contemporáneo, era la voz vanguardia de los “Condenados de la Tierra” que decía otra figura mítica caribeña: Franz Fanon. Si por El Caribe entró el colonialismo desde el siglo XV, por El Caribe iniciaría su derrota. La esperanza recorría a toda Nuestra América y la barba se convirtió en un símbolo de resistencia aportado por los revolucionarios cubanos. En ese proceso de transformación de Cuba, el Estado surgido de la Revolución impulsó al béisbol como un símbolo de la identidad nacional, como un medio para invocar la unidad “de las masas” según el habla de aquellos años. Félix Julio Alfonso López, historiador cubano, ha explicado esa importancia de la articulación entre béisbol y Revolución Cubana en libros como La Esfera y el Tiempo (2007), Con las Bases Llenas (2008), libro el anterior publicado en el 50 Aniversario del Triunfo de la Revolución Cubana y finalmente, Apología del Béisbol (2013). El Estado Cubano surgido de la Revolución fue equiparado a la Nación y a ambos con la Revolución. En un contexto así, la mínima disidencia es vista con reprobación. Pero también con el recelo de que los antiguos dueños de la Isla Bella, estuviesen detrás tratando de recuperar lo perdido. Tal sentimiento se afianza ante hechos como la invasión de Bahía Cochinos alentada por Jhon Kennedy y que terminó en un fracaso. Sesenta y dos años después, y muertos ya varias de aquellas figuras legendarias de la Revolución Cubana, incluyendo al mismo Fidel Castro, un antropólogo-historiador de los dotes intelectuales de Miguel Lisbona, publica el texto que motiva estas líneas: El Fútbol en Cuba. De nuevo, lo que he llamado “Contextos Generacionales” se muestran como un factor básico para entender los cambios, la trayectoria, de aquella mítica Revolución caribeña, que conmovió al orbe de Nuestra América. Y de nuevo, el análisis del deporte resulta el hilo conductor para entender a esos cambios, a esas trayectorias de una Revolución ocurrida en la Mayor de las Antillas, convertida en referencia ineludible de la historia contemporánea de las sociedades latinoamericanas-caribeñas. Magistralmente, el texto de Miguel Lisbona demuestra que el análisis de una sociedad, de una historia, a través del examen del mundo deportivo, es un medio eficaz para entender las transformaciones de una sociedad. En el caso de Cuba, el decantamiento de una Revolución que se topó con el imperialismo (“última fase del capitalismo” dijo Lenin) y que a través de un brutal bloqueo ha tratado de ahogar sus ideales. Los cambios generacionales en Cuba ocurren en contextos radicalmente distintos a los que cobijaron a la Revolución. El béisbol alentó y solidificó un nacionalismo que ha sido el muro de contención para sostener a la Revolución. Pero aquellas generaciones barbudas se han ido de Cuba y hoy los nuevos líderes cubanos muestran rostros distintos y tratan de encontrar los caminos que preserven la soberanía en la Mayor de las Antillas. Cuba sigue cercada por el bloqueo y ello configura un contexto muy singular sin cuyo análisis no se entiende la contemporaneidad cubana. Además del bloqueo, la situación latinoamericana-caribeña es “muy otra” como dirían en Chiapa de Corzo. En efecto, el béisbol se ha decantado junto con la Revolución y va surgiendo el fútbol, el balón y no la pelota, como un nuevo marcador simbólico de las emergentes configuraciones identitarias cubanas, de los rumbos posibles de una sociedad que ha preservado su derecho a decidir su destino contra viento y marea. Uno de los atractivos del texto de Miguel Lisbona, por lo menos desde mi punto de vista, es el tratamiento del futbol como un nuevo marco de la identidad. ¿Significa ello que los jóvenes cubanos de hoy rechazan a la Revolución? Me parece leer en las situaciones empíricas de la Cuba actual, a la voz de los jóvenes reclamando participar en la construcción de su nación, en la consolidación de una comunidad de identidad que adopta al futbol como un nuevo medio para la reunión nacional. Los barbudos ya no están, pero si los jóvenes de hoy. La lucha de Cuba en la situación contemporánea ya no se organiza de la misma manera en que lo hizo aquella generación que expulsó a Batista y al imperio. Pero una lección que atraviesa los tiempos es que tal como se organiza la lucha por el cambio social, se reorganiza el manejo del Estado y se concibe a la política, a la nueva sociedad. Y allí es en donde chocan las añejas estrategias de sobrevivencia de la generación legendaria de la Revolución y lo que los jóvenes de hoy ven como urgencia para construir el presente. En ese sentido, Miguel Lisbona demuestra a través de su texto la importancia de la Televisión y del Internet, medios por los que equipos de futbol foráneos como el Barcelona y el Real Madrid, se convierten en símbolos de “lo buscado”, por las nuevas generaciones jóvenes de Cuba. ¿Cómo es posible conjugar aficiones deportivos locales con símbolos foráneos? La televisión ha proveído un canal por el que el símbolo foráneo, el Barcelona o el Real Madrid, o incluso el Manchester City, se localiza y expresa la pluralidad de visiones que porta la juventud cubana acerca de su propio país y del mundo. Así que el libro de Miguel Lisbona es una discusión que atañe a la elaboración de la Nación en Cuba. Discusión difícil sin duda, y más, en un contexto amplio como el latinoamericano-caribeño y con la sombra de los Estados Unidos detrás. El hecho de que los aficionados cubanos al fútbol expresen que son “fans” del Barcelona o del Real Madrid, “porque juegan bien” es importante. Es un contraste con el futbol cubano con jugadores “que no juegan bien”. Es decir, hay una gran diferencia entre “hacer las cosas bien” y “hacer las cosas mal”. Y eso es lo que los jóvenes cubanos destacan. La televisión vincula a las aficiones en una suerte de “comunidad virtual de identificación” que se expresa al máximo durante los 90 minutos de partido. Difícil imaginar un proceso así sin la televisión, sin el internet y sin las redes sociales. Si antes la prensa fue un canal básico para crear a la Nación como una “Comunidad Imaginada” que dice el antropólogo Benedict Anderson (citado por Lisbona) hoy lo es el internet, la televisión y las redes sociales en todas sus expresiones. Pero, a mi juicio, en la elaboración de la Nación en los contextos latinoamericanos-caribeños, la discusión es acerca de la configuración de comunidades políticas pluriculturales como un proceso diferente al que lleva a la consolidación del Estado. Los nacionalismos no son culturalmente unánimes y por ello existe una tendencia hacia el establecimiento de Estados Plurales o francamente Pluri Nacionales. Una cosa es coincidir políticamente y otra, la unanimidad cultural. Y ello se topa con el poder constituido que en el caso de Cuba es aún más complejo porque implica reconocer un nacionalismo plural que el Estado concibe como una amenaza. De hecho, en el contexto de sus propias historias, los Estados Nacionales de América Latina han sido enemigos de la variedad cultural, porque la conciben como una amenaza para la “identidad nacional.” En Cuba, además, el nacionalismo ha sido un factor fundamental de la resistencia ante los embates de los Estados Unidos por restablecer un orden a su conveniencia. Al final de este emotivo y estimulante texto, Miguel Lisbona escribe una “Conclusión Imposible” aunque con su análisis ha abierto hipótesis, caminos, sugerencias, para seguir el análisis de una situación como la de Cuba. Pero en lo personal sigo pensando en una conclusión que es general a todos los pueblos latinoamericanos-caribeños: el pueblo Cubano es el que debe decidir su destino.
Mientras leía el libro de Miguel Lisbona pensaba también en lo que sucedió en Chiapas, en Jalisco, en México con el Indigenismo. En repetidas ocasiones interrumpí mi lectura porque se acumulaban en mi mente los recuerdos de mis propias experiencias en el análisis del mundo del deporte durante mi formación de antropólogo y ya como antropólogo profesional. Recordé la importancia que tuvo en Tuxtla y en Chiapas en general el básquetbol como mecanismo de identidad regional y grupal, lo que se expresaba en los campeonatos estatales que eran verdaderas contiendas de identidades regionales para imponerse como “lo Chiapaneco”. Recordé también la importancia del béisbol en Chiapas como un deporte de distinción identitaria en el que tuvieron presencia peloteros cubanos como los legendarios Yeras, Pedroso y Zulueta. En el Chiapas actual es también el futbol el deporte que marca el ritmo de las identidades. En Jalisco, regresa el béisbol a través de los Charros y de los Mariachis, equipos que llenas los estadios para ver un béisbol espléndido con equipos como los Tomateros de Culiacán, Sinaloa. Este regreso del béisbol en Jalisco se da justo en un momento de declive de las Chivas Rayadas del Guadalajara y del probable ascenso del Atlas, lo que constituye otro motivo para el análisis.
El libro de Miguel Lisbona Guillén, El fútbol en Cuba marca un importante momento en la trayectoria analítica de las Ciencias Sociales en América Latina. Es un Libro-Marca que enriquece el conocimiento sobre sociedades tan complejas como las que vivimos y que convoca a pensar en las posibilidades del cambio social en el contexto de un mundo universalizado.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 12 de diciembre, 2021.
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