Chiapas: las resistencias en tiempos convulsivos

“Nuestra lucha no es política, sino por la vida”, pueblo de Pantelhó. Foto: Ángeles Mariscal

Por Delmar Méndez Gómez*

¿Crisis? Preludio de la organización

Muchas veces he escuchado nombrar la palabra “crisis” por distintas voces y actores. Un concepto acompañado de un sinfín de adjetivos: crisis capitalista, crisis neoliberal, crisis de gobernabilidad, crisis social, crisis civilizatoria. La etimología del término indica que se trata de “un cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación de [la realidad]”[1]. Sin embargo, todo concepto tiende a resignificarse a partir del modo en que se comprende, interpreta y se posiciona ante los acontecimientos que se consideran una “crisis”. No obstante, cuando situamos el contexto, los actores y la situación que lo suscita, la palabra no alcanza para nombrar lo que sucede.

Esto lo reflexiono después de escuchar a hombres y mujeres tseltales y tsotsiles que se enfrentan a escenarios adversos. Entre conflictos agrarios, diferencias políticas, disputas económicas, enfrentamientos armados, por mencionar algunos. En los marcos del lenguaje tseltal y tsotsil, la “crisis”, como concepto, no existe, pero esto no quiere decir que sus causas y consecuencias no se manifiesten. Lo que existe son las personas que generan los conflictos, son las formas en que éstas se gestan, se administran, se ejecutan. Los jpas k’opetik/ sa’ k’opetik (generadores de problemas), es decir, los políticos, los gobernantes, los caciques, los militares, los grupos criminales están activos. Aquello llamado “crisis” tiene rostro y nombre, no es algo abstracto. Estos son solo algunos actores que propician los tiempos convulsos, que se expresa con la oración lijkes k’opetik.

El inicio del conflicto, la disputa, los enfrentamientos, producto de la “crisis”, suscita siempre una reacción. Implica un momento de ruptura, de disidencia, de resistencia y lucha. Los afectados, pueblos y comunidades ––o quienes lo sean––, buscan la manera de interpelar y combatir lo que impide la reproducción de la vida social-comunitaria de manera pacífica. Entonces llega el tiempo en que el chajpan jbajtik, es decir, organizarnos se hace indispensable. Se ejerce sin ponerla en duda para enfrentar a la delincuencia, al control violento, al cacicazgo político, al tráfico de drogas, a las invasiones territoriales, al saqueo de los recursos naturales y de más. De esa manera las resistencias se hacen presentes no por gusto, sino ante la necesidad de defender la vida y el territorio; en búsqueda de justicia y paz. Así se percibe en distintas latitudes de Chiapas, cada experiencia con sus propias prácticas y también cosas que se comparten, que tienen en común. De allí la necesidad de pensar que todo tiempo convulso suscita una reacción organizada.

 

Resistir y luchar

Hace algunas semanas, el subcomandante Insurgente Galeano comentó que Chiapas se encuentra “al borde de una guerra civil”[2]. La afirmación no es un tema menor cuando conocemos –a partir de lo que los medios de comunicación han difundido– que las pugnas políticas, la creciente presencia del crimen organizado y el narcotráfico han propiciado la aparición de grupos de “autodefensas”, como una alternativa ante la nula presencia del Estado, en defensa del pueblo. Estos grupos han tomado las armas en contra de las autoridades municipales, de los caciques políticos coludidos con el criminen organizado. Tal como ocurrió en los estados de Michoacán y Guerrero, durante el sexenio del expresidente de México Enrique Peña Nieto, referentes a nivel nacional.

Chiapas, al igual que los estados antes mencionados, se ha caracterizado por mantener una guerra “de baja intensidad” desde la década de los noventa del siglo pasado. Tras la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994, varios grupos paramilitares[3] se formaron para contrarrestar el movimiento insurgente, popular, campesino e indígena, ocasionando cientos de desplazamientos forzados, persecuciones, desapariciones y asesinatos. Dichos acontecimientos pueden revisarse en el libro Tras los pasos de una guerra inconclusa (doce años de militarización en Chiapas), donde se ofrece un panorama del proceso de militarización y creación de paramilitares en Chiapas. Estos jamás se han desarticulado, al contrario, han cambiado su dinámica, la manera de operar[4]. Se afirma que los grupos paramilitares son los que auspician el tráfico de drogas y brindan protección al crimen organizado y a los políticos.

Lo expuesto con anterioridad, es una de las causas que suscitó el surgimiento de las autodefensas en distintos puntos de Chiapas. Una de ellas es la de “El machete” en Pantelhó, formada tras el asesinato del activista Simón Pedro Pérez, ocurrido el 5 de julio de 2021. El grupo acusó a las autoridades del ayuntamiento de Pantelhó[5] de ser los responsables del asesinato del activista y de proteger al grupo del crimen organizado “Los Herreras”. Es importante señalar que aun cuando “Los machetes” afirmaron estar en defensa de todo el pueblo –como lo expresaron en uno de sus comunicados[6]–, no todas las comunidades estaban enteradas de su formación. Una señora de Pantelhó expresó “nunca nos enteramos del grupo, hasta que comenzaron a quemar la presidencia”. Esto me permite reflexionar la interrogante sobre ¿cuál es la condición para que el chajpan jbajtik de las autodefensas tenga legitimidad cuando no se tiene el consenso de todas las comunidades? Una de las condiciones de la organización radica en el tiempo, en la prefiguración que suscitan los escenarios adversos. Si bien no se puede plantear que fue a partir de una voluntad colectiva, las razones de su aparición articulan las necesidades que se vuelven comunes en el pueblo: la lucha contra la injusticia, la impunidad, la violencia, el cacicazgo político, entre otras. Allí radica su fuerza y legitimidad, al ser males que aquejan a las comunidades.

Una situación similar fue la que se dio en el municipio de Altamirano, donde un grupo de autodefensas, cuyo nombre no se reveló –“por respeto a los hermanos del EZLN”[7]–, impidió la toma de protesta de Gabriela Roque Tipacamú, presidenta municipal electa por el PRI. El grupo tomó y quemó las instalaciones del ayuntamiento, además de retener al señor Roberto Pinto Kanter, esposo de la presidenta electa, quien ya había sido alcalde en cuatro ocasiones. Por esa razón, el grupo acusó que la familia Pinto Kanter se ha perpetuado en el poder y ha creado un cacicazgo desde 1992. Tiempo en que han amasado una enorme riqueza y dejado a la deriva a las comunidades indígenas tseltales. Sin embargo, la toma de las armas y la irrupción de las autodefensas no fue aceptada por todos los ejidatarios del municipio, al deslindarse de ellas. Uno de los voceros de los ejidatarios reprobó la irrupción del grupo, y señaló que buscan que el gobierno de Chiapas apruebe la conformación de un Concejo municipal para que el cacicazgo de los políticos termine, y se restablezca la paz en el municipio, con la participación de hombres y mujeres que pertenecen al pueblo. Esto devela que los procesos organizativos también encuentran sus propias disputas, entre quienes recurren a la toma de las armas y los que buscan los procesos de pacificación por las vías legales y jurídicas. Esto también forma parte de los procesos de organización y resistencia, pues no siempre las decisiones y acciones encaminadas por unos, siempre equivale a la voluntad de otros y de todas las personas.

Una situación parecida ocurre con las “Fuerzas Armadas de Simojovel”. Éstas, a través de un comunicado grabado, expresaron que se unieron con el objetivo de defender al pueblo de Simojovel de las mafias de los políticos, coludidos con los criminales, en particular del grupo de “Los diablos”[8]. Cabe señalar que, al igual que en el caso de Altamirano, varias comunidades de Simojovel no aprueban la presencia de dicho grupo, precisamente porque fue una creación sin consentimiento social. Esa es una de las razones del por qué no se puede plantear que es un grupo con legitimidad y reconocimiento ante la gente de dicho municipio. El chajpan jbajtik no sólo implica una organización consensuada y colectiva, también el de luchar por los mismos fines, sin intereses individuales. Cuando hay búsquedas que no forman parte de lo común, entonces se generan tensiones y rupturas en los procesos organizativos. Esto suscita que una fracción asuma sus propias acciones, esperando que la otra parte logre aceptarlas y viceversa. De ese modo las pugnas entre los grupos pueden prolongarse, incluso propiciar enfrentamientos, de la forma en que ha sucedido entre Aldama y Chenalhó[9] en los últimos años.

Finalmente, vale la pena mencionar a la “Gente de la selva”[10], que también se ha formado contra el caciquismo político y han afirmado apoyar al resto de las autodefensas que operan en los municipios antes descritos, principalmente a “El machete”. Lo interesante de este grupo es que no surge en la defensa de algún territorio en particular, pues no revelan el punto de origen ni las comunidades que los respaldan, es como si se representaran para sí mismos. Por ello, resulta paradójico que un grupo que se considera autodefensa no tenga el respaldo de alguna comunidad que lo acuerpe, que se sienta parte de ella. Esto podría poner en duda sus objetivos. Sin el sustento social ni comunitario podría extraviar sus fines, pues todo proceso de resistencia necesita de una identidad colectiva para enunciarse.

Lo hasta aquí planteado es sólo una aproximación para comprender los contrastes y matices de las autodefensas en los municipios indígenas en Chiapas, y reflexionar que aun cuando parezcan tener los mismos fines, los procesos organizativos son distintos. Es un hecho que el Estado mexicano, al no garantizar seguridad a la población que se encuentra en zonas conflictivas y de alto riesgo, las autodefensas surgen como una alternativa. No obstante, resulta importante comprender sus alcances, posibilidades y contradicciones en la gestión de la seguridad, para garantizar que las demandas que exigen los pueblos que resisten y luchan sean atendidas, en estos tiempos en que quedarse callados ya no es una opción.

 

* Doctorante en Ciencias Antropológicas (UAM-I). Colaborador del Observatorio de las Democracias: sur de México y Centroamérica (ODEMCA) del Cesmeca-Unicach. E-mail: delmarmego@gmail.com

[1] Véase Real Academia Española, disponible en: https://dle.rae.es/crisis

[2] Subcomandante Insurgente Galeano (2021). “Chiapas al borde de la guerra civil”, en Enlace zapatista, disponible en: https://enlacezapatista.ezln.org.mx/2021/09/19/chiapas-al-borde-de-la-guerra-civil/

[3] entre los grupos paramilitares se encontraban el Frente Civil, Los Tomates, Los Plátanos, Los Chentes, Priistas Armados, Los Puñales, Alianza S. Bartolomé de los Llanos, Los Quintos, entre otros. De esos grupos cuatros son los más distintivos: Paz y Justicia, Los Chinchulines, Máscara Roja y el Movimiento Indígena Revolucionario Antizapatista (MIRA). Véase Galindo de Pablo, Adriana (2015). “El paramilitarismo en Chiapas. Respuesta del poder contra la sociedad organizada”, en Políticula y Cultura, núm. 44, disponible en: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-77422015000200009

[4] Se ha planteado que son civiles, infiltrados en movimientos sociales, identificando a los actores más activos, ganándose la confianza de la gente para sabotear los procesos organizativos. Queda pendiente realizar un estudio minucioso de las formas renovadas y estratégicas de operar en Chiapas.

[5] Cabe señalar que en el periodo del 2018 al 2021, la señora Delia Janeth Velasco Flores fue la alcaldesa de Pantelhó, y en las elecciones del 2021 su esposo Raquel Trujillo Morales ganó las elección aunque señalado por propiciar la compra de votos y la intimidación social. De esa manera, buscaban crear un cacicazgo político. Otra de las razones de la aparición del grupo “Los machetes”.

[6] EFE (2021). “Autodefensas indígenas ‘El machete’ exigen nuevas autoridades municipales”, en El Financiero, disponible en: https://www.elfinanciero.com.mx/estados/2021/10/26/autodefensas-indigenas-el-machete-exigen-nuevas-autoridades-municipales/

[7] Mariscal, Ángeles (2021). “Pobladores de Altamirano recurren a autodefensas armadas para sacudirse cacicazgos”, en Chiapas Paralelo, disponible en: https://www.chiapasparalelo.com/noticias/chiapas/2021/10/pobladores-de-altamirano-recurren-a-autodefensas-armadas-para-sacudirse-cacicazgos/

[8] López de Rivera hinojosa, Laura Nanci (2021). “Surgen las Fuerzas armadas de Simojovel Chiapas”, en Televisa.News, disponible en: https://www.chiapasparalelo.com/noticias/chiapas/2021/10/pobladores-de-altamirano-recurren-a-autodefensas-armadas-para-sacudirse-cacicazgos/. Se señala que dicho grupo surge para enfrentar al grupo “Los diablos” que ha asesinado a varias personas y protegido al alcalde Gilberto Martínez Andrade, quien recibió el cargo de su esposa Viridiana Hernández Sánchez. (Simojovel)

[9] El conflicto entre las comunidades de Chenalhó y Aldama también se remonta a la década de los setenta, por la disputa de las 60 hectáreas entre la comunidad de Santa Martha y 115 comuneros de Aldama. Desde el 2016 se mantiene un enfrentamiento activo, a través del hostigamiento e intercambio de balas.

[10] Infobae (2021). “Narcoguerra en Chiapas: surgió ‘Gente de la selva’ en apoyo a autodefensas del ‘Machete’ en Pantelhó”, en Infobae, disponible en: https://www.infobae.com/america/mexico/2021/09/30/narcoguerra-en-chiapas-surgio-gente-de-la-selva-en-apoyo-a-autodefensas-del-machete-en-pantelho/

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