Autoritarismo y vigilancia: frente a las distopías tecnológicas, caminemos hacia utopías sociales
Sursiendo, Comunicación y Cultura Digital
Chiapas, México. Junio de 2021.
Publicado en Violencia digital en México: El Estado vs la sociedad civil
por Alexandra Argüelles (coordinadora) & Brenda Battaglia (ilustradora)
Ed. Malpaís ediciones y Comun.al (Octubre, 2021. México)
RESUMEN
Presentamos unas reflexiones sobre la vigilancia y al autoritarismo cuando hablamos del entorno digital, pero lo queremos hacer no solo mostrando su lado abusivo sino también cómo imaginar otras formas: distopías y utopías, a modo de experiencias, peligros, retos y sueños. Sabemos que actualmente gran parte de nuestras actividades pasan por los dispositivos y las redes digitales, y también sabemos que se puede monitorear cada paso que damos. Existen intereses políticos e intereses económicos para que se haga. También existen experiencias sociales de usos de la tecnologías que revolucionaron sus contextos, sus narrativas, sus prácticas.
0. INTRO
“No esperes a ser cazado para esconderte…”
Samuel Becket (en Marcuse, 1965)
Imagina que un grupo de jóvenes se moviliza en algún estado del sur de México porque no tienen acceso a realizar exámenes de admisión en una universidad o escuela. Imagina que a las y los integrantes de ese grupo movilizado reivindicando sus derechos les vigilan desde drones y desde cámaras de reconocimiento facial situadas en las calles, después los rastrean desde sus dispositivos móviles, les bloquean sus cuentas en redes o sus números de teléfono. Imagina que después de ubicarles y silenciarles son detenidos y detenidas, sufren torturas y violaciones, sin ninguna repercusión ante el gran flujo constante de información que nos rodea.
Imagina que después de pasarle esto a los y las estudiantes, le ocurre algo parecido al magisterio movilizado, a campesinos y campesinas, al sector salud inconforme, a las movilizaciones feministas, a quienes escriben en Twitter o Facebook críticas a decisiones políticas…
Parece el argumento de algún relato futurista, pero existe la posibilidad realista de que pueda ocurrir. Y de hecho están ocurriendo sucesos parecidos. Existen las capacidades tecnológicas y, en algunos casos, la voluntad política para que estemos dando pasos hacia ese tipo de situaciones que vulneran gravemente derechos democráticos básicos, como son la libertad de expresión, el derecho de manifestación y reunión, a la crítica y la protesta, y, en definitiva, también contra el derecho a la intimidad, al trabajo, a la educación, al conocimiento, a tener una vida digna.
En Sursiendo venimos acompañando en cuidados digitales a organizaciones sociales y colectivos del Sur-Sureste de México desde hace ya varios años, y nos encontramos con cada vez más casos de incidentes digitales. Conocer el contexto de vigilancia global y los usos de las tecnologías digitales nos sirve para mejorar nuestras prácticas y formaciones, y en el trabajo en el entorno local nos ayuda a comprender la magnitud del problema y los retos que enfrentamos. Lo vemos como un puente que transitamos en los dos sentidos, para poder fortalecer las prácticas de defensoría de activistas y defensoras de derechos humanos.
La tecnología a lo largo de la historia ha servido y sirve para el crecimiento humano, pero también para ir contra las poblaciones y sus derechos, y la mayoría de las veces depende de decisiones políticas, no técnicas. Es decir, las decisiones técnicas que se toman para hacer uso de las tecnologías dependen de concepciones políticas, de formas de concebir los entornos sociales.
Un ejemplo clásico de los usos perversos de las tecnologías es el de la Alemania nazi. Cuando llegó al poder el partido de Hitler, impulsó el Ministerio de Propaganda, dirigido por Joseph Goebbels desde 1933, tomó el control de todas las formas de comunicación de Alemania: periódicos, revistas, libros, música, cine y radio. Desde ese momento la censura a voces diferentes y el uso de las tecnologías al servicio de la propaganda se convirtió en la norma. Particularmente interesante es el caso de la radio, que ofrecía todas las posibilidades de ser arma de propaganda masiva, ya que era la forma más popular de informarse en aquel entonces. Consignas, criminalización, violencia verbal e intimidaciones se lanzaban de forma constante. Por si no llegaba a todo el mundo, Goebbels ideó la «radio del pueblo” (la Volksempfanger), un aparato simple y barato, que por su escasa sensibilidad impedía sintonizar emisoras extranjeras. Así, Alemania se convirtió a finales de los años 30 en el país con más radios de Europa, el 70% de los hogares contaba con uno. Y no solo en los hogares se escuchaba la radio, también colocaron centenares de bocinas en espacios públicos para transmitir la programación. Esas bocinas se multiplicaban cuando había mítines y actos políticos, que usaban con atronadora música militar o sinfónica y con los teatrales efectos lumínicos para acompañar los discursos. También el cine, que empezaba a cobrar popularidad, fue utilizado para la propaganda nazi.
Es un caso paradigmático, que se estudia en las facultades de comunicación, pero los hay más cercanos y más actuales.
El expresidente de los Estados Unidos Donald Trump utilizó Twitter para difundir noticias falsas y generar polarización; Facebook se ha alimentado de las fake news, e influyó de forma poco ética en la elección del propio Trump, de Jair Bolsonario, en Brasil, del referéndum para la separación del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit), y muchos otros casos documentados.
Como decía el propio dirigente nazi Goebbels: «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad», y ahora los gobiernos, partidos, corporaciones y demás organismos con poder tienen los mecanismos (en forma de redes y algoritmos) para que esa mentira llegue personalizada a cada grupo o persona. Y la repiten muchas veces.
Una tecnología digital personalizada que también sirve para ubicarnos, perfilarnos, escucharnos y vigilarnos. En México, hace algunos años nos sorprendió saber que la Procuraduría General de la República (PRG) y la Policía Federal (PF) tenían departamentos en los estados de toda la república con personas encargadas de monitorear las redes sociales y dar seguimiento a personas activistas, periodistas, y organizaciones y movimientos sociales del país.. Ya no nos sorprende.
Con los años hemos conocido, a través de filtraciones e informes independientes, que existe vigilancia en México (y en otros países del entorno) contra voces críticas, activistas e investigadores. Además de la posibilidad de la vigilancia y el control social contra amplios sectores de la población. El reciente intento de aprobar la creación un Padrón de datos personales y biométricos de todas las personas que tengan una línea telefónica apunta a esta posibilidad, que atenta contra derechos básicos.
Las herramientas tecnológicas dependen mucho de la forma en las que se usen, pero aún así, hay que decir que las tecnologías no son neutrales, sino que pueden estar, consciente o inconscientemente, creadas con características que generen ciertos tipos de conductas políticas, sociales y económicas. Como dice la investigadora Lila Pagola: “Las tecnologías no son inocentes, ni neutrales. Forman un todo con un programa económico y político que las promueve en algunos de sus aspectos, e invisibiliza otros”. Dependen de quien las diseñe, programa, promueva, compra y utiliza.
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