Andrés Fábregas Puig, el autor de Encarte crítico

Al doctor Andrés Fábregas Puig lo conocí en 1989 cuando empecé a colaborar en Ámbar, un semanal en donde él escribía la columna La ciencia desde el sur. Me llamó la atención que, con su trayectoria reconocida en la investigación, se diera tiempo para enviar puntualmente sus colaboraciones periodísticas al semanario.

En mi caso, además de escribir para Ámbar, también colaboraba para la televisión local, en donde debía entregar notas informativas y entrevistas de tres minutos. En algunas ocasiones, el doctor Fábregas Puig fue mi entrevistado. En esos encuentros, después de esas pláticas públicas, hablábamos de literatura o de algunos personajes tuxtlecos. Siempre atento y amable, era una fuente de hospitalidad entrañable y fuente informativa invaluable.

Era, desde entonces, impulsor de las investigaciones antropológicas, en especial en nuestra región. Había escrito dos textos fundamentales: La formación histórica de una región: Los Altos de Jalisco, y La formación histórica de la Frontera Sur; después vendrían Lo sagrado del rebaño: el futbol como integrador de identidades, y Chiapas: cultura en movimiento, entre tantos libros, capítulos de libros, artículos académicos y ensayos que han permitido comprender la complejidad del México contemporáneo.

El doctor Fábregas se desempeñaba entonces como coordinador de Ciesas Sureste, la primera entidad académica que creó en Chiapas. Poco tiempo después fue nombrado director del Instituto Chiapaneco de Cultura, desde donde impulsó, como sabemos, un renacimiento de las actividades culturales en Chiapas y en Centroamérica, con un dinamismo solo comparable con las del Ateneo de los cincuenta.

Andrés Fábregas se convirtió en esos años en un actor público. Pocas veces hemos visto a un intelectual transmutado en un personaje importante, como debe ser en cualquier Estado al que le importe la ciencia y la educación. Lo entrevisté también en ese encargo. Y como siempre, su trato fue cálido, y sus declaraciones, periodísticamente relevantes.

Después forjó dos universidades: la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach) y la Universidad Intercultural de Chiapas (Unich), instituciones vitales en el paisaje de la educación superior en nuestro estado.

Pese al tiempo que debió dedicar a las cuestiones administrativas para posicionar a esas universidades, incluso para materializarlas, el doctor Fábregas Puig se dio tiempo para escribir, para cultivar la academia y el ejercicio intelectual crítico.

Como escritor, como periodista, si se me permite usar este término que me gusta mucho, Andrés Fábregas Puig ha estado presente en la historia inmediata de Chiapas. Con su mirada inquisitiva ha registrado una época de caminos serpenteados, de cambios profundos y de avances y amenazas a la democracia.

Yo agradezco mucho que escriba sobre la permanente actualidad; que no tengamos que esperar meses, con la publicación de artículos o de libros, para conocer sus ideas y sus opiniones del momento, de esas historias que reclaman el posicionamiento ágil y comprometido.

En los últimos cuatro años he sido testigo de estas colaboraciones periodísticas, porque el doctor Andrés Fábregas Puig decidió apoyar con sus textos al portal informativo Chiapas Paralelo, que reúne a periodistas destacados de la entidad. En este espacio lo acompañan otros académicos e intelectuales como Héctor Cortés Mandujano, Miguel Lisbona Guillén, Alain Basail Rodríguez, Efraín Quiñónez, Juan Pablo Zebadúa Carbonell y Gabriela López Suárez

Tengo la fortuna de ser de los primeros lectores de estos textos periodísticos, porque me los envía tres días antes de su publicación. Al principio me dijo que escribiría dos veces al mes. Sin embargo, empecé a ver que sus colaboraciones eran semanales. Me sorprendí, y aun no dejo de maravillarme, porque habla de su dedicación y disciplina.

Todos los domingos, a veces los sábados, el doctor Fábregas Puig me remite sus textos. Los programamos para que aparezcan los miércoles. Su primera colaboración fue el 13 de diciembre de 2016. Es decir, hace más de cuatro años que escribe su Encarte crítico, como se llama su espacio. Hasta el momento ha publicado 199 textos en Chiapas Paralelo. Y con ellos ha cubierto una variedad de temas: sobre el campo de la antropología, sobre Tuxtla, sobre Chiapas y sobre sus pasiones, gustos y amistades más entrañables.

A inicios de 2017, escribió sobre la dolorosa partida de Víctor Manuel Esponda Jimeno: “El pasado 11 de enero murió Víctor Manuel Esponda Jimeno a los 65 años. La noticia me conmovió y me llenó de dolor. Estuve todo el día pensando en que al final, la vida es frágil pero permite que pasemos por el tiempo con la sensación de que este es el que pasa. Víctor Manuel fue mi alumno, colega y amigo en el más amplio sentido de la palabra”.

Ha opinado sobre libros y sobre escritores que disfruta y admira: sobre Juan Rulfo, Elena Garro, Italo Svevo, Fayad Jamis, Leonard Cohen, José Agustín, Sandor Marai, Héctor Azar, Carlos Monsiváis, una lista nutrida de grandes poetas, escritores y pensadores. No podía ser de otra manera si su patria son los libros.

Ha reverenciado a sus maestros: a Guillermo Bonfil Batalla, del México profundo; a Francisco Rojas, de El diosero; a Nancy Cárdenas, Ángel Palerm, Paul Kirchhoff, Miguel León Portilla.

Su pasión por el futbol, por la antropología del deporte de la que es pionero en México, aparece en sus textos periodísticos. Ha escrito sobre el equipo de futbol Jaguares y su oscura desaparición; de sus alegrías del momento, como haber visto a sus Chivas, a su rebaño sagrado, coronarse en la liga mexicana.

Y siempre está Chiapas, está Tuxtla, su barrio, su calle, su casa de la niñez, ubicada en la “Primera Sur número 40”; están sus amigos; su padre, Andrés Fábregas Roca, ese “joven catalán que en tierra chiapaneca se convirtió en el Maestro Fábregas”; su madre, Carmen Puig Palacios; su hermana Margarita, quien falleció a las dos de la tarde del domingo 9 de septiembre de 2018, y le dedicó su conmovedora columna de recuerdos familiares. Está Juan Bañuelos, esa “profecía hecha poema”; Óscar Oliva, “el guerrero de la palabra, soñador de mundos mejores”; Daniel Robles Sasso, Eraclio Zepeda, Raúl Garduño, Rosario Castellanos, Jaime Sabines, Mario Payeras, Joaquín Vásquez Aguilar, Jesús Morales Bermúdez, Miguel Lisbona y Pedro Tomé.

En sus textos, que ahora surcan el ciberespacio, ha recordado a don Ruma, “el periodista honrado”; a Chencho Cabrera, “el loco sublime”; al ingeniero Zanate, creador de “ecuaciones imposibles”; a Juana la Loca, “de danza intensa y grito feroz”; al Patashete, el eterno cargador de muertos, y a Agustín Tincho Duvalier, el periodista nervioso de la ignorada sección cultural.

Hay textos del doctor Fábregas que suman más de diez mil lecturas, y las que se acumulen, porque siguen ahí disponibles para los desvelados internautas. Los más leídos han sido: A propósito de una exposición, Un comentario sobre la reina del sur, El diosero de Francisco Rojas González, A 80 años de la Guerra de España: el maestro Andrés Fábregas Roca, y El colonialismo: una reflexión.

Al escribir para el día a día, el doctor Andrés Fábregas Puig evoca lo cotidiano, la anécdota confidencial, que se expresa mejor en la alegría y la premura del momento. Eso es lo que ha enmarcado en Encarte crítico, un espacio semanal de cercanía, calor y luminosidad de la historia más inmediata.

(Este texto forma parte del libro Fábregas Puig. El amigo, el antropólogo, el ser humano, publicado recientemente).

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