Gracias, Mercedes
La lucha es lo que nos une (…)
Tenemos que organizarnos bien para trazar estrategias
e ir construyendo nuestras autonomías o lo que nos corresponda.
Encontrar la mejor forma de crecer
y avanzar colectivamente hacia el futuro que queremos
(Mercedes Olivera, 2018)
Mercedes Olivera dijo estas palabras en un evento organizado en el CIDECI-UNITIERRA después del Primer Encuentro de “Mujeres que luchan” al que asistimos, celebrado el 8 de marzo de 2018, en el Caracol zapatista Morelia, en la zona Tsots Choj. En ese sentido, escribí estas palabras para el homenaje a Mercedes, realizado el 30 de septiembre de 2021 en CESMECA, por motivo de su cumpleaños, porque lo que nos une es su lucha multiplicada en cada una de nosotras. Mercedes raíz, Mercedes tronco, Mercedes rama entretejida entre muchas hojas.
Tengo pocos años de conocer personalmente a Mercedes Olivera. No obstante, admiro mucho su obra y sus aportes a los movimientos de mujeres y feministas en Chiapas y Centroamérica y, en estos años, he desarrollado un enorme cariño hacia ella. Como estas palabras son una forma de honrar a Mercedes, me dirigiré a ella directamente.
Mercedes: hoy podría hablar de tu niñez, en una familia católica, de diez hermanos, cinco hombres y cinco mujeres; de las dificultades que pasaste cuando eras pequeña y de cómo te ocupaste de cuidar a tus hermanos por ser la hija mayor. De tu padre, de origen indígena, con ideas tradicionales; de cómo te impidieron durante un tiempo ir a la escuela, pero también de cómo te las ingeniaste para llevarte a tus hermanos y hermanas y de tu maestra Julita que te ayudó para que la directora no se diera cuenta de que tus hermanos asistían contigo a la escuela.
Podría también hablar de la Unión Femenina de Estudiantes Católicas de la que fuiste dirigente, de cómo dejaste de creer en la Iglesia, de tu pleito con los curas, de cómo comenzaste a militar en el Partido Comunista, de los conflictos ideológicos que esto te generó con tu familia, de cómo esto se convirtió en la polémica de tu vida, entre la fe y las posiciones argumentadas de la izquierda y de cómo te convertiste en la mujer y feminista rebelde que todas admiramos.
También podría hablar de cómo te atreviste a leer los libros prohibidos por la Iglesia que las mujeres no debían leer; de cómo te diste cuenta del verticalismo y del autorismo de esa institución; de los problemas que tuviste cuando te diste cuenta del acoso y el hostigamiento que algunos curas hacían a las mujeres, de cómo te convertiste en la mujer cuestionadora que eres y de cómo también cuando llegaste al Partido Comunista y militaste algunos años ahí, te diste cuenta de que tampoco era una estructura consecuente y fuiste expulsada por denunciarlo.
Podría hablar de la reunión que tuviste con Pedro Carrasco, Arturo Warman y Stefano Varesse en el Congreso Indigenista Interamericano, celebrado en Lima, Perú, en 1969 y de esta foto en donde apareces con otros antropólogos de la época con una enorme sonrisa y la felicidad radiante de quien ha desafiado muchas de las normas androcéntricas que la época imponía (y sigue imponiendo) a las mujeres valientes como tú. De cómo aprendiste a separarte de las posiciones masculinistas, así como de la parte emocional que a veces doblega a las mujeres y, que al mismo tiempo, es una riqueza de la que tu nunca te has arrepentido.
Además podría rememorar esta sala que vemos en la foto con Lina Odena Guemes, Aura Marina Arriola y Enrique Valencia, todos estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en donde, en máquinas de escribir, están posiblemente mecanografiando, lo que fueron tus notas de campo en distintos lugares de Puebla como Tlaxcalancingo o Cholula; o tus experiencias en las luchas con “Los magníficos” como Ángel Palerm, Guillermo Bonflil Batalla, Rodolfo Stavenhaguen, Arturo Warman, Enrique Valencia, pero también Carlos Navarrete y Susan Drucker; entre los planteamientos de la política de izquierda y los aportes teóricos de la antropología desde una mirada materialista; de tus profesoras Calixta Guiteras, Barbro Dahlgren y Johana Faulfaber y también de Juan Comas, Pedro Armillas y José Luis Lorenzo, quienes te inspiraron en “conocer para transformar”. De tu pleito con aquella antropología que no une el discurso con la práctica, preocupada solamente por los aplausos, pero poco interesada por transformar.
Podría hablar de cómo llegaste a Chiapas como Directora de la Escuela de Desarrollo del lNI, de tu posicionamiento crítico ante el indigenismo y tus discusiones con Aguirre Beltrán; de cómo fuiste acusada de organizar un movimiento al estilo de los Black Panthers de E.U., o Panteras Negras, aquí en Chiapas, por haber apoyado la idea de que los pueblos indígenas deben tomar sus propias decisiones sobre sus territorios y sus lenguas; de cuando te fuiste a trabajar a las fincas cafetaleras de la zona Norte de Chiapas, las tensiones que viviste y la ayuda que tuviste que pedir a la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC), organización campesina de izquierda ligada al Partido Comunista Mexicano, con la que tenías relación; de cuando hablaste a los campesinos de la revolución de Zapata, de la Reforma Agraria y del derecho constitucional a tener tierras y de cómo la gente tomó sus tierras, lo que se convirtió en un antecedente de uno de los movimientos agrarios más importantes de Chiapas.
Podría también expresar mi reconocimiento por tu apoyo a los movimientos revolucionarios centroamericanos, los exilios que tuviste que vivir, tu paso por Nicaragua, Guatemala y España. Podría también agradecerte por tu papel como inciadora de la antropología feminista en Chiapas; por tu colaboración con la organización de mujeres de Mamá Maquín, tu apoyo a los movimientos zapatistas y, más particularmente tus diálogos con las mujeres zapatistas; tu papel en la fundación de distintas organizaciones por los derechos de las mujeres de Chiapas, tus rebeldías y tus demostraciones de obedecer solamente el gobierno de nosotras mismas, y tantas y tantas cosas que nos has legado.
Pero no basta y no bastarán estas palabras. Hará falta seguir gritando, denunciando cada agravio aferradas al suelo, hará falta que sigamos asistiendo a cada marcha como tu lo has hecho desde hace tantos años, hará falta que todas seamos igual o más cuestionadoras, insistentes y rebeldes que tu, hará falta que al miedo y al dolor le pongamos restriciones, que terminemos con la guerra contra los poderosos, que nos abramos a senti-pensar desde nuestros cuerpos-territorios y que tarde o temprano encontremos la justicia y la transformación que tu tanto has anhelado.
Gracias, Mercedes por tu palabra; por todos los talleres que has elaborado como herramienta de lucha, por hacer que entrelacemos las manos entre defensoras rurales, lesbianas, personas trans, anarquistas, feministas urbano-populares, pluridiversidades y revolucionarias de la vida; gracias por creer en la música, el teatro, los círculos y el fuego; gracias porque no olvidaremos las lecciones de esperanza que nos has dado en cada una de tus clases, charlas y pancartas; gracias por abrazar nuestras luchas diversas porque como un gran árbol que eres, nos has dado sombra y hemos compartido espacios, sin mayor conflicto, a pesar de nuestras diferentes y, a veces hasta encontradas, posiciones feministas; gracias por escucharnos a las más jóvenes, sin considerar nuestros intereses como menos importantes, y por tu capacidad de ampliar tus imaginarios con debates y luchas que no fueron los tuyos; gracias por tu fuerza, por tu resistencia y por tu alegría. ¡Nos une la lucha y nos une el amor por la vida! ¡Larga vida para ti!
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