A 53 años de Tlatelolco 68: Un Relato

A 53 años de aquella tarde/noche de Tlatelolco, 2 de octubre de 1968, en una “función de matinée” así anunciada en Canal 14 (Radio y Televisión Mexicana), el viernes 1 de octubre vi el documental titulado Tlatelolco: las claves de la masacre. No deja de  sorprender que en las pantallas de televisión, en México, se exhiba un documental como este. Hechos así son los que hacen pensar que algo está pasando en el país y esperemos que así siga. El documental muestra cómo se fraguó la represión en contra del movimiento estudiantil de 1968, inventándose entre el Estado Nacional Mexicano y varias agencias del Estado Norteamericano, entre ellas la célebre-por siniestra-CIA (Central Intelligence Agency), la versión de la conspiración comunista contra el país. Duele el estómago al ver a figuras deleznables pertenecientes a los círculos de poder de aquella época, políticos, funcionarios, militares, que aplaudían a rabiar a un enfermo que ocupaba la Presidencia de la República. Uno por uno, el documental va presentando las pruebas de las mentiras que se usaron para justificar la represión además de la estrecha vinculación entre los gobiernos mexicano y norteamericano de aquella época en la que la llamada “guerra fría” alcanzaba sus máximas intensidades. Ninguno de los dichos del gobierno mexicano  se comprobaron mientras que lo que denunciaban los estudiantes, la socavación de los postulados y objetivos de la Revolución Mexicana de 1910, se mostraba con claridad no sólo en los documentos, sino en la realidad vivida en el país,  y en las expresiones del propio pueblo que salía en masa a saludar las marchas estudiantiles. Incluso el documental exhibe documentos de la propia CIA que con claridad dicen que no existe evidencia alguna de la participación de Cuba o de la Unión Soviética en el Movimiento Estudiantil, pero que conviene difundir la versión de la conspiración comunista, que después se sumará a la de “entorpecer los juegos olímpicos”.  En este documental hablan varios vecinos del conjunto habitacional de Tlatelolco, muy lejos de ser comunistas, personas que se ganan la vida con su trabajo y cuyas casas fueron invadidas no por soldados sino por soldadesca vulgar, sicarios al servicio del Estado, que asesinaron a cientos de jóvenes ante la mirada atónita, aterrada, de los habitantes de aquel conjunto. Desfilan por el documental los rostros de los militares que ordenaron la matanza y los destrozos de las invasiones a la Ciudad Universitaria y al Casco de Santo Tomás del Instituto Politécnico Nacional (IPN).

Las fotos originales de la represión impresionan aunque uno no las vivió. Verlas a 53 años de distancia produce escalofríos. En lo particular recordé la noche del 18 de septiembre cuando el ejército invadió la Ciudad Universitaria. Me encontraba en el Auditorio de la Facultad de Medicina sesionando con el Consejo Nacional de Huelga cuando alguien entró gritando, ¡el ejército!, ¡el ejército! Se produjo la desbandada. No puedo recordar de qué manera me introduje a un Vocho (VW) atendiendo al grito de los compañeros que ya se encontraban en el auto, como no recuerdo de qué manera salimos eludiendo a los tanques que rodeaban al circuito universitario. Sólo recuerdo que fuimos a dar al multifamiliar Miguel Alemán, en Coyoacán, y que en algún departamento pasamos la noche fría del D.F. durmiendo en el suelo. Por las primeras horas de la mañana nos despertamos atónitos de estar vivos. Salimos uno a uno por diferentes puertas del conjunto habitacional para perdernos en la inmensidad de la Ciudad de México. No logro recordar con quienes compartí aquella noche, qué fue de mis compañeros, a quienes seguro no volví a ver. Lo que si recuerdo es haber visto al Ingeniero Heberto Castillo salir corriendo de la Facultad de Medicina. Después me enteré que se había salvado en los pedregales volcánicos que rodean a la ciudad universitaria, destrozándose las manos y los pies. Los agentes infiltrados en el Consejo Nacional de Huelga habían proporcionado varios nombres y el ejército iba por ellos. Esos agentes aparecen con foto y todo en el documental. Estoy seguro que a muchos de quienes participamos en el Consejo Nacional de Huelga no nos sorprenden esos nombres. Sabíamos de ellos. Esa noche del 18 de septiembre, Luis Tomás Cabeza de Vaca, uno de los líderes estudiantiles más queridos y respetados, se refugió en un baño con una cámara colgando del pecho. Al escuchar las botas de los soldados que entraban al baño para buscar estudiantes, Luis Tomás gritó a todo pulmón ¡”Sálvenme! ¡Auxilio!” Los soldados acudieron al sitio desde el que gritaba Luis Tomás y este, afirmando que era un reportero prisionero de los estudiantes, salió tan campante de la C.U. con una cámara colgada al cuello. También recuerdo el caso de Alcira Soust, joven poeta uruguaya, que permaneció alrededor de una semana escondida en un baño de la Torre de Humanidades en la Ciudad Universitaria, bebiendo agua del depósito del excusado. El recuerdo de Alcira es una bruma en mi cerebro a más de medio siglo de aquellos sucesos. Me parece que su compañía en aquellos intensos días que vivió en un baño fue un libro de poemas del poeta español, republicano, León Felipe. Es una historia extraordinaria.

Mientras veía el documental acompañado de mi esposa, pensé en que ahí hubiera muerto, en Tlatelolco, aquel 2 de octubre de 1968. Al ver que me paralizaba por la impresión, mi esposa tuvo que  recordarme que estamos a 53 años de distancia de aquel suceso y que estoy vivo. Tal fue mi temblor ante las escenas que veía en pantalla. Pensé que estoy vivo porque saliendo de la reunión en la que decidimos celebrar el mitin de Tlatelolco para hacer una tregua, me informaron los compañeros de seguridad que  debía irme del D.F amén de que se llegó al acuerdo-que no se respetó- en esa reunión, de que ningún miembro del Consejo Nacional de Huelga debía asistir al mitin. Así que, quizá unos 3 o 4 días antes del mitin-se me escurre el recuerdo-mi amigo José Lameiras, de cálida memoria, me trasladó en su coche hasta la ciudad de Oaxaca. Allí se despidió y me dijo (además de darme dinero): “no viajes en autobús de primera clase. Toma los de segunda, los que van puebleando”. Se refería a que mi objetivo era llegar a Tuxtla Gutiérrez sin ser detectado por la policía. Recuerdo que en la estación de autobuses de Oaxaca me alcanzó el cansancio de tantos días tan tensos.  Compré mi boleto en aquella estación que parecía un enjambre de istmeños e istmeñas, bullangueros, con sus gallinas y guajolotes en ristre, sus cajas de cartón, sus “velices” y sus canastas. El olor a camarón seco impregnaba el ambiente.  Que impresionante. Acerté a subir al autobús pero imposible encontrar un lugar. Prendido de una barra cual murciélago, inicié el viaje pensando en lo que sería aquello, de pie, hasta Tuxtla Gutiérrez, atravesando la Sierra de Juárez, el Istmo de Tehuantepec, la Ventosa, y por supuesto, Juchitán, Tehuantepec, Zanatepec, en donde estarían las inolvidables y formidables “juchas” vendiendo jugos de naranja, paseando su alegría y ganas de vivir, su desprecio por el machismo, su altanería ganada en siglos. ¡Que dominio del paisaje urbano tienen estas mujeres! ¡Vaya  manera en la que sueltan la risa!  El autobús parecía navegar. De tal manera era el sangoloteo. Varias veces estuve a punto de caerme dormido, hasta que una de estas mujeres prodigiosas, conmovida, me dijo: “vení vos, muchacho. Sentáte junto a mi”. Así lo hice. Me quedé dormido en su hombro y cuando desperté, ya con el autobús semi vacio en la “terminal” de Tuxtla Gutiérrez, aquella mujer no estaba. Recuerdo que eran las 6 de la mañana. Llegué a casa de mis padres gastando los últimos centavos de mi amigo Pepe Lameiras en pagar un taxi hasta la Colonia El Retiro y después de sorprender a mis padres, me dormí profundamente. Era el 2 de Octubre de 1968. El 3 de octubre me despertó el timbre del teléfono situado en el comedor de la casa. Había dormido todo el día y toda la noche. Vi que apenas salía la luz del sol cuando, aún dormido, acerté a caminar hasta el teléfono y responder. Era mi tan querida amiga Brixi Boehm la que, con voz angustiosa, me refería que había estado en Tlatelolco, que se había salvado junto con muchos estudiantes gracias a que un militar les había abierto el paso para que corrieran fuera de la plaza.   Aquel soldado se había conmovido, suponemos, ante los gritos de angustia de jóvenes como él, que huían despavoridos ante las balas. Tuvo el valor de desobedecer las órdenes y salvar la vida de muchos estudiantes. Brixi me contaba todo ello con voz entrecortada, mientras además me tranquilizaba al decirme que Pepe-su esposo-, ella misma y muchos compañeros más, lograron escapar del cerco de balas que fue Tlatelolco aquella tarde ensangrentada.

El documental “Tlatelolco: Las Claves de la Masacre” finaliza con la voz del narrador en off diciendo que hacia las 11 de la noche terminó la represión. Nunca sabremos cuántas personas fueron asesinadas ese día. Se habla de 40 cadáveres; la CIA admitió en documentos oficiales que fueron entre 250 y 300 los muertos. 2,000 prisioneros fueron trasladados al Campo Militar Número 1 y muchos de ellos murieron allí mismo. “Hasta el momento ningún militar o funcionario que participó en esta masacre ha sido castigado”, se oye decir a la voz en off.

 

Pienso en la importancia de que este documental se exhiba en las propias Universidades y Centros de Educación Superior del País y que lo discutan los actuales estudiantes. Desde el punto de vista cinematográfico es excelente. Pero agrega a esa característica la exhibición de los nombres y fotos de los represores, la actitud enferma de quien era Presidente de México en ese momento, el servilismo de quienes lo aplaudían, la estupidez y la ignorancia de los represores amén de la impunidad.

Rosario Castellanos escribió en Memorial de Tlatelolco:

La oscuridad engendra la violencia

Y la violencia pide oscuridad

Para cuajar el crimen.

Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche

Para  que nadie viera la mano que empuñaba

El arma, sino sólo  su efecto de relámpago.

En estrofas adelante, el poema dice: La plaza amaneció barrida; los periódicos/dieron como noticia principal/el estado del tiempo. (En la Tierra de En medio, 1968).

Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 2 de octubre de 2021-

 

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