De cómo llegamos a sentirnos extrañas
“Pero Nueva York no fue la ciudad de mi infancia,
no fue aquí que adquirí las primeras certidumbres,
no está aquí el rincón de mi primera caída,
ni el silbido lacerante que marcaba las noches.
Por eso siempre permaneceré al margen,
una extraña entre las piedras,
aún bajo el sol amable de este día de verano,
como ya para siempre permaneceré extranjera,
aún cuando regrese a la ciudad de mi infancia,
cargo esta marginalidad inmune a todos los retornos,
demasiado habanera para ser newyorkina,
demasiado newyorkina para ser,
—aún volver a ser—
cualquier otra cosa”.
LOURDES CASAL
,
“Para Ana Veldford” (1981)
Hace tiempo, leí por primera este fragmento del poema “Para Ana Veldford” (1981) de Lourdes Casal, escritora afrocubana, quien se exilió en Nueva York, debido al régimen comunista en Cuba. Leer a Lourdes a veces me ha generado nostalgia, pero también una sensación desierta porque tanto allá como aquí, ya para siempre me he sentido extraña. A veces no importa que tan lejos nos hayamos ido, la manera en cómo hayamos cruzado las fronteras, cambiado de una ciudad a otra en el mismo país, o incluso de un barrio a otro, al volver, los lugares ya no son nunca los mismos, ni nosotras tampoco. En algún momento llegamos a sentirnos extrañas. Tal vez es la vida y sentirse extraña es parte del día.
Lourdes Casal nació en La Habana en 1938 y se exilió en Estados Unidos en 1962. En un primer momento se opuso completamente a la revolución, pero con el tiempo impulsó proyectos para que jóvenes exiliados cubanos conocieran el proceso histórico de la misma. Hay quienes dicen que debido a su enfermedad, sus últimos poemas se los dictó a sus asistentes, por lo que el título “Para Ana Veldford” ha permanecido como un enigma que sólo Yolanda Martínez-San Miguel y Frances Negrón-Muntaner pudieron descifrar en su artículo, en Debate Feminista, titulado “En busca de la ‘Ana Veldford’ de Lourdes Casal: exilio, sexualidad y cubanía”.
Este poema ha cumplido más de cuarenta años desde que Lourdes Casal lo escribió y no ha perdido vigencia. Es de esas letras que cualquiera puede leer y sentir cruzar un puente encarnado hacia una misma, porque tal como ha señalado Audre Lorde:
“para las mujeres, la poesía no es un lujo. Es una necesidad vital”.
Para Audre Lorde, la poesía:
“define la calidad de la luz bajo la cual formulamos nuestras esperanzas y sueños de supervivencia y cambio, que se plasman primero en palabras, después en ideas y, por fin, en una acción más tangible”.
Lourdes Casal falleció en La Habana el 1 de febrero de 1981 y, desde aquel momento, su poesía es recordada como baluarte radical y atrevido.
No importa a qué hora, ni cuándo, ni dónde leamos en voz alta la poesía de Lourdes Casal porque “no es un lujo”, tan solo un medio para expresarse extraña y extrañada; para examinar nuestras ideas, esperanzas y sueños un sábado a las siete de la mañana; para mostrar el fuego apasionado por nosotras mismas; para la pausa del trabajo en el cuidado de un enfermo; para tomar fuerza y seguir picando la cebolla; para descifrar el polvo que no pudo quitar la escoba; para repasar la jornada y no dejarse engañar por los falsos empleadores; para reconocerse como cuerpo fuera de lugar en una sociedad en donde una como persona al margen no tiene cabida; para recordar el lugar a donde nunca volveremos; para enredarnos a nuestra raíz, abrazar los miedos y tristezas de sentirnos extrañas y fortalecer nuestra experiencia.
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