Los datos de Chiapas.
Unos días atrás, mi amigo Eduardo Cruz me invitó a sostener una conversación acerca de Chiapas. Eduardo Cruz es un distinguido gestor, difusor y estudioso de la cultura en México y fue un colaborador muy importante de aquel Programa Cultural de las Fronteras que dirigió Alejandro Ordorica y en donde colaboró nuestro recordado colega Federico Emery, veterano del movimiento estudiantil de 1968. Eduardo Cruz me propuso platicar acerca de Chiapas porque él es miembro de un grupo cultural que analiza y difunde opiniones y resultados relativos a la difusión de la cultura en el país. Inicié esa conversación recordando que Chiapas surge como una entidad política en el siglo XIX, a raíz de un referéndum cuyos resultados favorecían la Federación de Chiapas a México, un país que recién se iniciaba. El 14 de septiembre de 1824 se ratificaron los resultados de aquel referéndum y se disolvió la Junta Suprema Provisional de Chiapas. Con ello, Chiapas como entidad política, quedó unido a México. Le decía a Eduardo Cruz que este suceso era parte de la fragmentación de Centroamérica y que había que analizarlo desde esa perspectiva. Es así no sólo porque es lo que ocurrió sino porque es la explicación de un Chiapas que es parte de la Comunidad Política Mexicana pero también de la Comunidad Cultural Centroamericana. Lo que se fragmento fue una Comunidad Política, la Centroamericana, que dio origen a los actuales Estados Nacionales a los que se agregó Panamá como una escisión de Colombia. Es una historia muy importante que debería ser analizada en nuestras aulas. A raíz de esos acontecimientos, Chiapas quedó configurado como un estado de la Federación de Estados Unidos Mexicanos y pasó a ser la parte más extensa de la Frontera Sur de México con Centroamérica. Pero también se quedó como un “territorio de reserva” del Estado Nacional Mexicano. Es decir, los recursos de Chiapas quedaron subordinados a los intereses del Estado Nacional Mexicano, lo que trae consecuencias importantes. Así, hablando en términos de “desarrollo”, lo que ha sucedido es que los recursos de la entidad se pusieron al servicio de México sin pensar en la población local. Es una subordinación ominosa que ha permanecido a lo largo de los siglos con consecuencias que hoy se verifican a través de estadísticas que el propio Estado Nacional Mexicano produce. Veamos:
En este año de 2021 el estado de Chiapas tiene 5. 946, 989 habitantes distribuidos en 20,000 localidades situadas en 118 municipios. De ese número total de habitantes, 957, 255 se reconocen como “indígenas”, es decir, el 26% de la población. Mi percepción es que la población indígena es mayor que lo indicado por esa cifra. Pero para no contradecir un dato oficial, nos quedamos con ella. Es un porcentaje muy elevado que indica la importancia de la variedad cultural en Chiapas. Bien mirado, es la tercera parte de la población. En esta parte de la población indígena es en donde surgen los índices más terribles: en efecto, San Juan Chamula (tzotzil) alcanza un 74% de lo que llaman “pobreza alimentaria” para no decir “muertos de hambre”. En general, los índices de pobreza alimentaria son desastrosos en Chiapas y se concentran entre los pueblos indígenas, como lo demuestra el reciente libro de Daniel Villafuerte y María del Carmen García Aguilar, Los avatares de Chiapas, (CESMECA-UNICACH/Juan Pablos Editor, 2021). En general, 4. 174, 600 personas viven en la pobreza, es decir, el 76.4% de la población de Chiapas. Encima, el estado de Chiapas mantiene el campeonato nacional en analfabetismo: el 21.3% -dicen las estadísticas- de los chiapanecos son analfabetos. Percibo que son mucho más, probablemente lleguen al 70% de la población si se fuera más exacto en el rublo de “analfabetismo”. No es lo mismo distinguir letras en una hoja de papel que entender lo que expresan. El porcentaje de pobreza en Chiapas es, de nuevo, según las estadísticas oficiales, de 34.5% mayor que el porcentaje nacional, lo que es terrible. Cómo puede difundirse la cultura en un universo así, es la pregunta en cuestión que examinamos con Eduardo Cruz. En un contexto de desigualdad social abismal como el de Chiapas, lo primero es reconocer y no maquillar la situación. Chiapas está al borde de una fragmentación total de la población mientras la brecha entre quienes todo lo tienen y los que nada poseen se agranda. Es un reto formidable para el Gobierno de la 4T que es imposible de solventar en los 3 años que le quedan al régimen actual. En contraste, los recursos de Chiapas mueven a la industria nacional a través de la energía eléctrica que se produce en las hidroeléctricas construidas en territorio chiapaneco. El gas producido en Chiapas es útil, si, pero fuera de la entidad. Las remesas que envían los trabajadores chiapanecos, la mayoría indígenas, que permanecen en los Estados Unidos, financian lo que debería financiar el estado Nacional. A cambio, no existe avance en el bienestar de la población indígena de Chiapas. Es más, un porcentaje importante del territorio chiapaneco que quizá alcance al 25%, no tiene servicios eléctricos de calidad, mientras que la energía producida en Chiapas beneficia a otros sectores de la población mexicana. La solidaridad está muy bien, pero no la decidia, la indiferencia hacia las necesidades locales.
Finalizamos la conversación con Eduardo Cruz señalando lo que escribí en esta misma columna al inicio del actual gobierno: si en Chiapas no se logra una transformación de la actual situación de desigualdad social abismal, la 4T habrá fracasado. Hacemos votos porque ello no suceda y Chiapas pueda acceder a otros horizontes que garanticen el bienestar de la población.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 8 de agosto, 2021.
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