De fechas y aniversarios. Las contradicciones de la Memoria o de cómo se escribe la Historia
La Historia es lo que hacemos. Se dice de esa manera sencilla pero es lo más complejo que enfrentamos. La Historia es lo que hacemos pero el problema es cómo lo transmitimos, de qué manera lo escribimos, desde que perspectivas se comunican los hechos que llamamos históricos. Justo en este mes que transcurre, en Chiapas se celebran varios aniversarios y además sendos congresos de Historia en los que se discuten muy diversas temáticas que atañen también a las relaciones con Centroamérica. Me temo que son muchos los habitantes de Chiapas que no registran algunas fechas claves: el 11 de agosto se cumplieron 129 años desde que Tuxtla Gutiérrez fue declarada Capital del estado de Chiapas. El 21 de agosto es la fecha en que nació Joaquín Miguel Gutiérrez hace 225 años. Por él, Tuxtla se apellida Gutiérrez. Este mismo mes de agosto, el 28, el Municipio de Comitán se declaró libre de la tutela de España, a través de un bando leído en la plaza pública por Matías de Córdova. De todo ello, se ha escrito y con versiones distintas. Son acontecimientos que están relacionados con un proceso: la forja de México como nación y el surgimiento del Estado Nacional Mexicano. Son fechas que indican, entre otros procesos, el de la tensión por llegar a configurar una “sociedad nacional” y una “cultura nacional” asociadas al nacionalismo que apuntalará al nuevo Estado Nacional. Y digo tensión porque ello sucede en contextos de una compleja variedad cultural y lingüística. Ese sólo hecho merece una amplia reflexión y rebasa los propósitos de este texto. Pero no dejo de mencionar que el surgimiento del Estado Nacional Mexicano también significó una problemática adversa para los pueblos llamados “indios”, las poblaciones originarias que fueron sometidas al colonialismo, que, al mismo tiempo, incubó a la Nación. El problema se inicia desde cómo se presentan los hechos hablando de “la conquista de México” lo que de manera inmediata produce la idea de que México, el de hoy, ya existía en los tiempos en que arriba el colonialismo, lo cual es falso. De aquí parte uno de los pies del Nacionalismo de Estado, si es que nos es dado contraponerle el sentimiento de congregación que anima a ese conjunto socio político que nombramos México. Para quienes hablan de la conquista de México habrá que preguntarles quién era ese México supuestamente conquistado. No es difícil descubrir la respuesta: desde una visión centralista el México conquistado es la Gran Tenochtítlan. Y desde ese punto de vista se escribe que se conquistó a México, como lo dice William Prescott en su libro La Conquista de México publicado desde 1846. También Hugh Thomas escribió un libro llamado La Conquista de México que ha conocido una reciente edición en 2021, basada en la primera versión de 1993.
La visión centralista sigue dominando el discurso oficial: al caer la Gran Tenochtítlan cayó México. Es decir, según esta versión, México ya existía cuando llegaron los castellanos al mando de Hernán Cortés. ¡Que impresionante mentira! Pero también que impresionante éxito. Con esa base se inició el discurso nacionalista que habla de la “Independencia de México” cuando en realidad fue la Independencia de la Nueva España que después pasó a ser México. En los tiempos en que en Tuxtla enseñaban historia maestros de la talla intelectual de Fernando Castañón Gamboa y Eduardo Javier Albores, los estudiantes de secundaria y preparatoria en Tuxtla Gutiérrez, tuvimos el privilegio de contar con esas voces en el aula. Fernando Castañón nos enseñaba a colocar nuestra propia Historia, la de la formación de México como Nación, en el contexto de la “Historia Universal” y a comprender el proceso colonial como parte de esa Historia. Eduardo Javier Albores llevaba a los estudiantes hacia los tiempos anteriores a la colonia, para enseñarnos que la variedad cultural ha existido en el actual Chiapas desde tiempos inmemoriales. Fueron grandes maestros que dieron lustre a la enseñanza media superior en instituciones como la “Prevo” y el ICACH. Con ellos, estaba toda una pléyade de maestros que hacían de la asistencia a clases, una fiesta: Andrés Fábregas Roca, Alberto Chanona, Eliseo Mellanes Castellanos, Agripino Gutiérrez, Alberto Gutiérrez, la Maestra Marín a quien llamábamos “Locha”, Gilberto Espinosa, y tantos más. No estamos ante temas menores. La constitución del Estado Nacional Mexicano, le significó a los pueblos originarios enfrentar nuevos problemas de discriminación que tienen sus antecedentes desde el establecimiento de la Colonia y las políticas oficiales que se siguieron con esos pueblos. En estas conmemoraciones, en Tuxtla Gutiérrez, por ejemplo, debería estar muy presente el pueblo Zoque y sus rebeliones ante la injusticia. Los zoques son los pobladores primigenios del Valle cruzado por el río que hoy nombramos Sabinal. Enseñar la historia desde esos primeros peldaños es un gesto de respeto a esos pueblos que asentaron la huella humana en lo que es actualmente la Capital de Chiapas, enfilada hoy hacia la configuración de una Megaciudad. Desde esas bases, ¿cómo se configuró “lo tuxtleco”? Y de aquí, cómo se configuró lo “chiapaneco” dentro del conjunto de la formación de la Nación. Son problemáticas de fondo que rebasan las simplezas de puntos de vista que eluden la memoria del papel de los pueblos originarios. La independencia de la Nueva España no se tradujo en el reconocimiento de los pueblos indios sino en el control de los círculos criollos de poder que justo plantearon, desde un principio, qué hacer con los indígenas. Más todavía, fue desde la Independencia de la Nueva España que se inició el proceso para configurar una nación nueva, pasó por el Imperio Mexicano de Iturbide y finalmente desembocó en el Republicanismo que resultó letal para los pueblos indígenas. Así que debemos tener claridad acerca de esos procesos porque de allí arranca la continuación de subordinación de los pueblos indígenas y su actual situación de extrema pobreza. De manera que cuando Comitán lanza su proclama de Independencia lo hace deslindándose de la sujeción de España, pero no es aún, en nombre de México. Ne debemos ocultar estos procesos.
Hago votos porque estas fechas signifiquen reflexión y no sólo discursos alusivos sin contenidos. Deberíamos leer en estos días a historiadores como Enrique Florescano, Historia de las Historias de la Nación Mexicana, (Editorial Taurus, 2002); Mario Vázquez Olivera, El Imperio Mexicano y el Reino de Guatemala. 1821-1823, (Fondo de Cultura Económica, 2010); Jan de Vos, La Paz de Dios y del Rey. La Conquista de la Selva Lacandona (1525-1821), (Fondo de Cultura Económica, 1996). Para comprender la dimensión de lo que significó para los indios la forja del Estado Nacional Mexicano, recomiendo leer de Daniel Villafuerte y Mari Carmen García, Los avatares de Chiapas, (UNICACH, 2020) y para reflexionar sobre la Revolución Mexicana en Chiapas, examinar el libro de Miguel Lisbona y Justus Fenner, La Revolución Mexicana en Chiapas. Un siglo después, (UNAM, 2010). Celebro los Congresos de Historia que están en marcha en Chiapas precisamente en esta semana de agosto y hago votos porque sus resultados estimulen una reflexión de nuestras historias y una reivindicación de los pueblos originales.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 15 de agosto, 2021.
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