Los rostros de la crisis de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas: corrupción y precarización de la educación superior
Por María del Carmen García Aguilar/Investigadora-docente de la UNICACH
Las universidades, generadoras ciencia y conocimiento, tienen la función de llegar a la esencia de las cosas a partir de una pregunta elemental: ¿Es verdad lo que se nos dice? Este cuestionamiento es pertinente sobre todo para la comunidad estudiantil, los padres de familia y la sociedad chiapaneca interesada en saber lo que ocurre en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH). Los estudiantes con frecuencia se acercan a sus profesores para indagar e informarse sobre los problemas de la casa de estudios que desde fines de 2020 se han hecho patentes.
Mal haríamos los docentes en asumir el disimulo sobre lo que ocurre en nuestra Universidad, pues el compromiso primario y ético de todo académico es desvelar el fondo de las apariencias y mentiras que se construyen para seguir con “más de lo mismo”. En esta perspectiva, sin obviar datos o hechos, intentamos una reflexión sobre las dimensiones de la crisis que se vive en la UNICACH, misma que se expresa no sólo en el resquebrajamiento de los principios, valores y prácticas que le fundamentan y legitiman, sino también en la emergencia de una comunidad universitaria como potencia social, capaz de transitar del cúmulo de agravios, a la exigencia de transformar los mismos principios de cambio que los poderes instituidos definen.
La visibilidad de la crisis ocurre por la teatralidad asumida por los académicos durante los últimos meses de 2020 y los que van de 2021. Como indica Richard Sennet, la teatralidad es para la sociedad contemporánea el vector que revitaliza el espacio público y la vida universitaria misma[1]. No obstante, para las autoridades significa el quebranto de una legalidad sostenida con el silencio, el miedo, la amenaza y el control disciplinario. Brevemente indico que durante las últimas dos décadas del presente siglo la Universidad se convirtió abiertamente en botín político de gobiernos en turno y de rectores, una “agencia de colocaciones” para el habla común. El daño que ocasiona esta práctica instituida no cuenta, y las voces que se alzan para hacerse escuchar en la comunidad universitaria y en la sociedad se acallan con la amenaza y el despido. La reelección, posible bajo la anuencia de los órganos universitarios en turno, en el caso del Ing. Roberto Domínguez Castellanos (2008-2012 y 2012-2016), y el ejercicio rectoral del Dr. Rodolfo Calvo Fonseca (2017-2021), quien “renunció” en enero de 2021, son tan solo dos ejemplos recientes.
Se ha hecho de la UNICACH una fuente de poder político que, alejado del principio de autonomía, que acota el poder absoluto del Estado, despliega un ejercicio rectoral alejado de los contenidos racionales y contextuales que deben regir a toda institución universitaria. Sus autoridades se apropian de un discurso presentista, que hacen de la casa de estudios un bien a tono con las exigencias de la globalización, posible por los recursos de la imagen, el espectáculo y el discurso, que más tarde que temprano, la realidad termina colocándolos en su lugar. Dos son los vectores de la crisis: la corrupción como problema visible y la precarización de la educación universitaria como problema estructural, esto es, la “materia oscura” en tanto contraparte de la dimensión subjetiva que hoy altera el orden normalizado de nuestra casa de estudio.
El tamaño del primero, en palabras del nuevo rector es de aproximadamente mil millones de pesos, lo que se traduce, entre otros, en el desvío de recursos, como el no pago a las instituciones que deben garantizar derechos elementales de los trabajadores: IMSS, SAT, AFORE, INFONAVIT, recursos que quincenalmente son descontados del salario de las y los trabajadores, además de otras prestaciones y derechos que son otorgadas por la Universidad. A ello se suma el crecimiento de deudas con acreedores, y el cúmulo cotidiano de prácticas corruptas en el manejo interno de recursos, de plazas, nombramientos, y de la definición semestral de las “plantillas” de los académicos bajo contratación por horas.
Sobre los alcances del segundo, la precarización de la educación, alude al problema estructural que cuestiona la legitimidad misma de la UNICACH. He aquí una breve reseña: Creada en enero de 1995, hizo suya la oferta educativa del Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas (ICACH), esto es, las carreras de Ingeniería Topográfica, Odontología, Psicología, Biología y Nutrición a la que se sumó, en 1989, el área de Artes, con las escuelas de Música, Danza, Artes Plásticas, y Artes Escénicas. En 1995 y 1996 se crea el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA), las licenciaturas de Música y la Maestría de psicología Social; en 1998 se crean las licenciaturas de Historia y Comercio Exterior. En el breve rectorado del Lic. Cuauhtémoc López Sánchez se crea la carrera de Técnico Superior Universitario, que permitiría la creación de subsedes en municipios de Chiapas, que pronto se tenderá a su sustitución para ofertar las licenciaturas[2].
En el ciclo escolar 1999-2000, con una matrícula de 1,610 estudiantes, la oferta educativa es de 7 licenciaturas, dos posgrados y uno de Técnico Profesional; en 2003, la matrícula es de 2,509, de las que 57 por ciento correspondieron a licenciaturas, 37 por ciento a profesional asociado, y 1.0 por ciento a técnico medio. En 2005, la oferta educativa se incrementa con seis programas educativos: dos especialidades y cuatro licenciaturas. En conjunto, se ofrecen cuatro posgrados, 13 licenciaturas y 5 programas de profesional asociados, en siete subsedes[3].
En las dos administraciones rectorales del Ing. Roberto Domínguez Castellanos, la UNICACH registra indicadores que la sitúan en un lugar relevante para la sociedad chiapaneca, y con un estatus de desarrollo y consolidación. En 2012, se informa de la creación de nuevas sedes, haciendo un total de 12, que en conjunto ofrecen 56 programas educativos, con una planta de 151 profesores de Tiempo Completo (PTC) y 636 profesores de medio tiempo, de asignatura y de técnico académico. Entre 2007 y 2011 la matricula pasa de 3,976 a 6,238 alumnos. En 2014, que corresponde al tercer informe de su segundo rectorado (2012-2016), la matricula estudiantil es de 8, 273, y la planta de profesores de Tiempo completo de 184 PTC[4].
En el primer informe (2018) del rectorado de Calvo Fonseca (2017-2021), el horizonte de futuro de la UNICACH sigue restringido a la “ampliación” de una nueva oferta educativa: Lenguas Internacionales, Ciencias Políticas y Administración Marketing Digital a distancia. La planta de personal académico es de 839, compuesta por 231 PTC, 532 por profesores de asignatura y 77 Técnicos Académicos[5].
Aunque esta portentosa oferta educativa se sostiene discursivamente bajo modalidad a “distancia y mixta, instituyéndose en 2014 el Sistema de Universidad Virtual, el peso fundamental deviene de la planta académica interna, y esta no se corresponde con la oferta educativa. Entre 2007 y 2014, la planta de profesores de tiempo completo (PTC) registra un promedio anual de 139.3 profesores. Entre 2015 y 2018, el promedio anual de PTC fue de 211.5 profesores. En el semestre enero-junio de 2013, los PTC representaron el 22.2 por ciento del total de profesores. En 2018 los profesores de PTC representan el 27.5 por ciento del conjunto del personal académico, registrándose 532 profesores de asignatura. Los informes de los rectores del 2016 al 2020 deliberadamente minimizan a la planta de profesores contratados por asignatura; en contraste, los indicadores registran los éxitos alcanzados por los PTC, éxitos inalcanzables para la mayoría de académicos de asignatura.
Se trata de una planta académica sujeta a la vulnerabilidad laboral, pero son mayormente responsables de las licenciaturas de las subsedes; semestralmente ven amenazada no sólo la posibilidad de obtener un mayor número de horas, sino la posibilidad de perder las horas alcanzadas. Esto no es un problema menor: se trata de profesoras y profesores que por largos años han trabajado con el mismo nombramiento de profesores hora/clase, cuando no el recambio recurrente. Las amenazas ante intentos legítimos de demandar una mejora en sus condiciones laborales, se traduce en la pérdida del contrato semestral laboral; el salario obtenido como docente es, en su gran mayoría, un complemento de sus ingresos, optando por la búsqueda de trabajos que les permita la subsistencia diaria de ellas (os) y sus familias. Sin duda existen también profesores que ofrecen impartir clases como forma de retribuir a la sociedad, pero son la minoría. Se concluye que la precarización laboral afecta a casi la tercera parte de la planta de profesores de la UNICACH, inevitablemente esta se traduce en la precarización de la educación universitaria.
A la pregunta inicial ¿Es de fiar lo que se nos dice sobre la crisis de la UNICACH? Puede responderse que no hay verdad desvelada en su totalidad, se le construye desde hechos y acontecimientos, y se le interpreta apelando a los marcos referenciales que definen el ser con respecto al deber ser.
Y la UNICACH es lo que es, pero es lo que no debería ser. Este es el entrampamiento que hoy define la naturaleza de su crisis. No es un problema sindical, que se resuelva judicializando y criminalizando a sus académicos agremiados, es un problema de poder y de atraco; un poder político, no académico, que hace de la UNICACH una institución que no es lo que debería ser. Y compete a sus académicos, estudiantes y sociedad civil, restituir las formas que le son propias, esto es, un espacio autónomo, democrático y plural, responsable de hacer de la Educación Superior, el espacio de formación científica articulada a los desafíos del desarrollo material y humano de la sociedad.
Quiero pensar que si el gobierno de Chiapas y el gobierno federal caminan por el sendero de la Cuarta Transformación se debe poner atención a la crisis que enfrenta nuestra Universidad; es una institución que, pese a todos obstáculos, tiene un enorme potencial porque sus profesores dan su mayor esfuerzo, su mayoría posee una identidad académica colectiva afianzada por su origen chiapaneco. Si el derecho a la educación superior en una entidad que acusa un profundo déficit histórico y severas limitaciones en la enseñanza de habilidades y competencias profesionales, es razón suficiente para asumir los retos de una Universidad joven, ¡Bienvenidos los académicos, estudiantes, padres y madres de familia y sociedad en general, comprometidos en su transformación!
[1] Sennet, Richard (2012). Juntos. Rituales, placeres y políticas de cooperación. Barcelona: Anagrama
[2] véase Cuauhtémoc López Sánchez. Informe de Actividades 1999-2000, UNICACH; Ma. Elena Tovar González. 1er Informe de actividades. Rectoral 2002; UNICACH; Ma. Elena Tovar González. 4to Informe de actividades de la gestión Rectoral, 2004.
[3].UNICACH. 4to. Informe de Actividades de la gestión rectoral. Dra. María Elena Tovar González..
[4] UNICACH. Segundo Informe de actividades 2012-2016. Ing. Roberto Domínguez Castellanos; Tercer Informe de Actividades de la gestión rectoral 2012-2016. Ing. Roberto Domínguez Castellanos.
[5] Primer Informe de Actividades. Gestión Rectoral 2017-2021. Rector Dr. José Rodolfo Calvo Fonseca
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