La 4T y sus críticos

No han sido pocas las polémicas que el gobierno del presidente López Obrador ha despertado tanto en debate político, como en otros campos en que las decisiones que ha tomado afectan distintos intereses. De forma muy simplificada se ha pretendido señalar que los ejes principales del discenso devienen de quienes están en contra frente a los que están a favor de este gobierno. Es verdad que hay quienes sostienen posturas casi intolerantes frente al régimen de la 4T, como también existen posiciones que rayan en la alabanza excesiva. Entre ambas visiones brotan muy diversos tonos y matices que, al tiempo en que se reconoce méritos, tampoco se escatiman esfuerzos por criticar aquello que se juzga inapropiado o francamente inadmisible.

El presidente reitera cada vez que tiene oportunidad que encabeza uno de los gobiernos más criticados de la historia reciente de México. Comparándose con el gobierno del presidente Madero, López Obrador reconoce que solamente ese gobierno lo supera en cantidad y el tono con que el periodismo ataca su administración. No es novedoso que un político o gobernante aspire a ser recordado como héroe, de ahí el recurso de buscar en personajes de la historia a aquellos que se ajustan a los desafíos que emprende para hacer creer en la magnanimidad de su obra. Los gobiernos emanados de la revolución siguieron la máxima enseñanza desde los gobiernos de don Porfirio que cualquier crítica podía ser silenciada mediante el dinero o los balazos. El gobierno del general Lázaro Cárdenas, perfeccionó los mecanismos para someter a la prensa, puesto que controlaba la distribución del papel mediante una empresa estatal. Así, operó una prensa fundamentalmente servil frente al poder hasta los años 70 del siglo pasado y aunque todavía existen algunos resabios al respecto, no es menos cierto que las cosas han cambiado. En tal virtud, resulta sumamente complicado que el presidente Obrador encuentre algún político relevante que se asemeje a las ambiciones que pretende llevar a cabo, salvo aquellos que realizaron acciones relevantes y que resultan normalmente reivindicados por la historia oficial.

Con todo, empiezan a circular algunas publicaciones que pretenden hacer una suerte de balance crítico de las distintas acciones que ha emprendido este gobierno. Una de estas novedades editoriales es el libro escrito por el historiador, Carlos Illades, quien se ha caracterizado por realizar estudios críticos acerca de la izquierda mexicana. Vuelta a la izquierda, trata de ser un registro de las acciones hasta ahora llevadas a cabo por el gobierno de la autollamada 4T desde una perspectiva crítica. Por ello, traza un itinerario en el que se destacan tanto el origen que dio lugar al movimiento social que llevó al poder a Lopez Obrador,  la austeridad republicana y la honestidad como criterios de ingreso al gobierno, la misión de saldar la deuda histórica con los pobres del país; entre otros temas que son objeto de un análisis que pretende ser constructivo.

Bajo esta tesitura, se reconoce que este gobierno ha tenido algunos aciertos, sobre todo a través de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores aumentando el salario mínimo, “la promulgación de una reforma laboral que mejora las condiciones de negociación de los trabajadores y permite la libre afiliación sindical, programas sociales que atienden a segmentos considerables de la población desvalida y el combate al robo de combustible”. Y, sin embargo, esta administración no entrega buenas cuentas hasta ahora en el tema de la inseguridad, una economía que por decreto pretende ser otra menos neoliberal aunque se carezca de claridad en el proyecto, excesos o medidas draconianas para limitar los gastos del gobierno y una crítica sistemática que ha desgastado a los contrapesos que, en teoría, deberían poner límites al poder presidencial. En ese sentido, este gobierno pareciera ser más una restauración del pasado que una innovación en el ejercicio del poder presidencial.

Pero en estos terrenos el autor es cauto. Frente a la debilidad del Estado, no solamente resulta indispensable sino necesario que sus estructuras se fortalezcan, aunque ello no significa que el presidencialismo vuelva a tomar protagonismo, “ni la recuperación de la rectoría estatal deberá ocurrir en desmedro de la sociedad civil. Antes bien, lo deseable sería apuntalar aquél con la intervención activa, libre e informada de una sociedad civil democrática, robusta y exigente. Esto llevará tiempo, implica desmontar estructuras de dominación cooptación y control fuertemente acendradas en la sociedad y Estado mexicanos. Y no sabemos si el gobierno obradorista pretenda hacerlo, o busque servirse de un sistema caduco para instrumentar su proyecto y consolidar una nueva hegemonía política”.

Aunque ha mermado un poco la aceptación por el presidente y las acciones que ha emprendido, no es menos cierto que sus índices de popularidad todavía se mantienen altos, sobre todo en los sectores populares en quienes ha puesto un principal énfasis este gobierno sosteniendo e incrementando los apoyos para los sectores más vulnerables. No obstante, los procesos electorales reciente son un buen termómetro para mirar que, en efecto, aun cuando se mantiene un respaldo inobjetable sobre el gobierno, también es cierto que hay muestras de resistencia como en la Ciudad de México donde Morena perdió la mitad de las alcaldías.

El presidente, nos dice Illades, mantiene una preocupación legítima porque las políticas que ha emprendido en favor de los pobres no puedan ser revertidas por aquellos que califica de “conservadores”. Aquí, desde luego, existe una conexión directa entre las instrumentación de cierta política social de combate a la pobreza y las bases sociales de apoyo al proyecto de la 4T. No está mal que el presidente se preocupe y actúe en consecuencia, pero el problema está en la institucionalización de las políticas. Cuando estas dependen de una red de operadores políticos, más que de reglas claras y de servidores públicos que asumen la misión de entregar recursos de ayuda a los pobres desde una postura política lo más aséptica posible, el presidente terminará por favorecer aquellas prácticas que pretende erradicar.

Por ejemplo, siendo los jóvenes un segmento de la población que se encuentra en riesgo tanto por la violencia, como por la falta de oportunidades, “López Obrador hace muy bien en ofrecer oportunidades para que los jóvenes en situación de vulnerabilidad no sean absorbidos por la empresa criminal, pero mejor haría asegurando derechos, condiciones e instituciones eficientes que permitieran a estos jóvenes, a los indígenas, y a los adultos mayores y madres solteras que también ocupan su atención, llevar una vida digna. El presidente tabasqueño, dado el fuerte consenso que lo respalda, están en condiciones de hacerlo, lo que no sabemos es si la opción enunciada esté siquiera en su horizonte”.

El libro de Illades ofrece múltiples pistas desde las cuales puede pintarse en tono de grises a este gobierno. Desde la visión edulcorada del pueblo bueno y trabajador, hasta la caustica visión de la mafia del poder, la corrupción y la tensa relación con un sector de los intelectuales y académicos del país, el texto sobre todo resulta una visión ponderada que así como encuentra aciertos no vacila en señalar los errores que se cometen, frente a una administración que desea pasar a la historia mediante una hazaña a la que se le acaba el tiempo y la paciencia.

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