El jardín de Epicuro

Casa de citas/ 543

El jardín de Epicuro

Héctor Cortés Mandujano

 

Cada persona debía encontrar en sí misma

el principio de su libertad, autonomía y serenidad,

para llevar una vida adéspota (sin amo)

Epicuro,

citado por Gabriela Berti

 

 

Dentro de la colección Comprender la filosofía, leo Epicuro. El objetivo supremo de la filosofía es conseguir la felicidad (RBA, 2019), de Gabriela Berti.

El libro recorre los libros y el pensamiento de Epicuro (p. 41): “Uno de los primeros puntos de la terapéutica filosófica de Epicuro consistía en comenzar por reconocer los miedos principales que afectan a las personas y bloquean su llegada a la felicidad. […] Por ello advertía: no temas a los dioses ni al destino; no te preocupes por la muerte; lo bueno es fácil de conseguir y lo doloroso es fácil de soportar”.

Cita Berti una de las máximas de Epicuro (p. 47): “La muerte no es nada para nosotros. Porque lo que se ha disuelto es insensible y lo insensible no es nada para nosotros”.

Buscar la felicidad era el objetivo de la filosofía de Epicuro (p. 49): “Los dolores y las angustias se incrementan si se esgrimen los recuerdos para quejarse por el tiempo perdido o por lo que ya no se tiene. La consciencia de la real dimensión de la temporalidad permite alcanzar la felicidad, evitando la ilusión de la falsa permanencia (ya sea de un placer o un dolor)”.

Sobre el hedonismo (que siempre se ha considerado como parte de la filosofía de Epicuro), aclara Berti (p. 57): “La felicidad no estaba en el placer en sí, sino en su capacidad para procurar bienestar y apartarnos del sufrimiento, por lo que recomendó siempre gozos moderados, con especial predilección por los placeres intelectuales y la amistad”.

Todavía más claro (p. 59): “El placer no es equivalente al goce sensual desenfrenado, sino a una actitud sabia, que atiende a la salud del cuerpo e instruye la mente por medio de la filosofía”.

Para enseñar su filosofía, Epicuro creó el Jardín, una escuela de filosofía para la vida y la felicidad donde (p. 86) “ninguna persona quedaba excluida: ricos, pobres, niños, esclavos y mujeres gozaban del mismo derecho de aprender a vivir bien y buscar la felicidad”; en el caso de las mujeres, no sólo aceptaba a las esposas, sino también, en igualdad incluyente, a las cortesanas.

Epicuro (p. 150) “vivió feliz en su Jardín durante más de treinta años, rodeado por sus amigos y amigas e inmune ante las críticas y descalificaciones que la comunidad recibió desde el exterior”.

Allí murió.

Ilustración: Alejandro Nudding

***

 

Leo Un pequeño héroe (Editora Nacional, 1963, traducción de Alfonso Nadal), de Fiódor Dostoyevski que, además del cuento que da título al volumen, agrega “Un trance difícil”.

“Un pequeño héroe” cuenta la historia de un niño que se enamora de una mujer casada. Ella le da un beso en la escena cúspide y luego él, que cuenta su historia infantil desde la madurez, nunca más vuelve a verla. Es imposible no pensar en un cuento mexicano clásico que se escribió después: “Las batallas en el desierto”, de José Emilio Pacheco.

“Un trance difícil” es una pieza espléndida. El protagonista se mete a una fiesta de gente de menor “categoría” social que él, y allí se desmaya y es cuidado por una señora caritativa. Él piensa que ese hecho, cuando se divulgue, será el final de su carrera. Me encantó cómo Fiódor se refiere al trance (p. 172): “Vivió unos días de verdadero infierno, y se le deben descontar en el otro mundo”.

 

***

 

Leo en uno de mis lectores electrónicos El uno y el innumerable quién (1976), antología poética de e. e. Cummings, con traducción de Ulalume González de León.

Edward Estlin Cummings (1894-1962), célebre poeta norteamericano, es conocido mayormente por sus excentricidades tipográficas, sus innovaciones sintácticas, su lenguaje insólito (poner punto y coma en mitad de una palabra, por ejemplo), aunque mucha de su poesía se ciñe a los cánones convencionales.

Esta antología recoge parte de su producción no convencional. Cito un par de líneas que me encantaron:

De “VII:208”: «La vida no es un párrafo/ Y la muerte pienso no es un paréntesis”.

Y de “LXIII:267”: “Morirá el pensamiento que no nazca del sueño”.

 

***

 

Veo fascinado La vida ante sí (2020), que junta a la celebérrima Sophia Loren, con la cara lavada y mostrando sus muchas arrugas, su deterioro físico (se ve maravillosa, de todos modos) y su hijo Edoardo Ponti, devenido director de cine con oficio y talento.

La peli podría haber tomado el camino lacrimoso, pero hay un control de emociones que quita la mucha cursilería que podría haber empapado la historia de los tics básicos del melodrama. La cinta fluye, cuenta bien su cuento lleno de espinosas vidas.

Momo, niño afroamericano, hijo de una prostituta muerta a golpes por su marido violento, compra una bicicleta para tener más comodidad en su oficio de vender drogas. Pese a su corta edad, Momo ha rodado de lugar en lugar sin hallar su centro:

“No voy a arrastrarme por la felicidad. Si viene, genial. Si no, me importa una mierda. No somos de la misma raza.”

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

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