Trato de palabra
Esa tarde del viernes Matilde se acordó de una frase que conocía desde que era niña, “el trato fue de palabra”, sin habérselo propuesto lo había aplicado.
Cuando era pequeña era frecuente escuchar que su abuelita Malú solía platicar algunas anécdotas que hablaban de lo importante que era hacer tratos con la gente donde la palabra jugaba un papel clave. Es decir, si alguna persona hacía un negocio, venta o intercambio, la palabra mediaba como garantía.
Con el paso del tiempo las cosas cambian, entre ellas esas formas de acuerdos en los que la confianza es parte de los tratos que se establecen en las relaciones interpersonales. Matilde aún no lo había puesto en práctica. En algún momento llegó a pensar que para ella no sería útil. Sin embargo, ese viernes su visión cambió.
Decidió ir a comprar un costal de harina, el ingrediente se les había terminado y era necesario para la panadería que tenían como negocio familiar. Fue al mercado, se topó con la sorpresa que habían cerrado calles aledañas al local donde compraba los productos. Esto había ocasionado más tráfico del acostumbrado. Normalmente solía hacer uso de un sitio de taxis que estaba frente a la tienda de productos, ahora no había ningún vehículo.
Matilde no tenía otra opción para comprar el material. Pensó que tomaría un taxi en la esquina más cercana a la tienda, pero haría una especie de trato con quien manejara el taxi, para que pudiera esperarla y ayudarle a subir el costal. No se aventuraría a adquirir la harina sin tener asegurado cómo llevarla a casa.
Hizo la parada a un taxi y le preguntó al conductor si le podría esperar a que comprara su producto para hacer el servicio de llevarla a su domicilio. El conductor aceptó y mencionó que daría una vuelta alrededor de la manzana, mientras Matilde compraba. Ella grabó en su mente el número de la unidad, 3216.
La compra fue rápida y Matilde pidió le llevaran su producto a la esquina donde llegaría el taxi. El tiempo comenzó a pasar y Matilde veía que el tráfico era poco fluido. Bajo el intenso sol en el que estaba, su paciencia iba desvaneciéndose. Vio pasar varios taxis desocupados, estuvo a punto de hacer la parada a más de uno. No obstante, vino a su mente que ella había hecho un trato de palabra con el taxista y estaría rompiéndolo si no esperaba la unidad.
Por su mente pasaron muchas ideas. En eso estaba cuando a lo lejos vio el número 3216, el taxi había cumplido su palabra y había llegado. El conductor se estacionó, abrió la cajuela para poner el costal de harina. Matilde se subió al carro, respiró aliviada, sin planearlo había experimentado que hacer un trato de palabra podía tener sentido cuando se asumía con responsabilidad.
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