Mapa político electoral en Nuestra América-Abya Yala
Pablo Uc[i]
Mascarillas, protocolos de distancia cuerpo a cuerpo y otras simulaciones del actual régimen pandémico no han frenado, en el último año y medio, la oleada de estallidos sociales cruzados por heterogéneos procesos electorales en casi toda Nuestra América Latina-Abya Yala. Aun cuando los debates sobre democracia y política desbordan los comicios, los partidos políticos o las instituciones electorales, estos revelan transiciones, fracturas o la “perpetuación” de estructuras de poder por periodos que son determinantes para entender el convulso horizonte que abrazan o padecen nuestras sociedades.
El calendario político electoral en nuestra región, revela en diversos grados y formas, la tensión entre aquella democracia representativa y procedimental que se juega en las urnas -con sus despilfarros, violencias y maniqueísmos- y la democracia de oposición, tan heterogénea y en ocasiones contingente, que deriva en un creciente distanciamiento entre las sociedades y la precaria legitimidad del Estado. Una mirada sobre la primera ronda de elecciones en Nuestra América permite reconocer tendencias importantes y situar las recientes elecciones en Chiapas y México, en un contexto más amplio y más allá de los colores, gráficas y siglas que arrojan los datos electorales.
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El ciclo electoral 2021 inició en Ecuador, donde la población concurrió en el mes de febrero a las urnas para elegir la fórmula presidencial y la Asamblea Legislativa. Los resultados arrojados obligaron a una segunda vuelta electoral celebrada en el mes de abril. El balotaje se realizó entre Andrés Arauz, candidato posicionado por la figura de Rafael Correa, y el empresario conservador Guillermo Lasso, quien se coló a la segunda vuelta, en una cerrada contienda con Yaku Pérez, candidato del movimiento Pachakuti -brazo político de la CONAIE y ECUARUNARI- quien convocó a posicionar el voto nulo en la segunda vuelta tras una fuerte presencia en las calles, señalando la falta de transparencia en el proceso electoral. El resultado inclinó la balanza a favor de Lasso, quien contendía por tercera ocasión por la presidencia, al alcanzar el 52,36% de los votos, aunque el 16% de votos nulos alcanzados fue un gesto significativo del poder de convocatoria del movimiento indígena. Lasso inició en mayo su periodo de gobierno, resituando a Ecuador en el mapa de la derecha latinoamericana, y en un contexto en el que aun resuena la capacidad de movilización popular y el liderazgo recuperado por la CONAIE durante el estallido social de 2019.
El ciclo electoral continuó en El Salvador, donde el partido Nueva Ideas que sostiene al presidente Nayib Bukele, arrasó en las elecciones legislativas y municipales, al alcanzar 56 de los 84 escaños en la Asamblea Legislativa, 152 alcaldías de los 262 municipios que integran al país, así como 14 escaños en la representación que tiene El Salvador en el Parlamento Centroamericano. Una mayoría calificada con la que el controvertido presidente alcanza una capacidad extraordinaria para cooptar el equilibrio de poderes, tras su decidido intervencionismo en la fiscalía general y la Corte Suprema de Justicia, y a un año de haber irrumpido en el congreso con las fuerzas armadas y la policía nacional, con el fin de exigir la aprobación de un presupuesto dedicado a la lucha contra las pandillas. El llamado a suspender el orden constitucional y la promesa de un proyecto de mano dura contra el crimen no sólo sedujo a una porción mayoritaria del electorado, sino que además desdibuja la débil democracia institucional. En paralelo, el desprecio por los acuerdos de paz, han frenado los procesos de verdad y justicia sobre masacres cometidas durante la guerra civil. Y los intentos de cientos de pobladores por emprender la salida del país se frustra ante la crisis sanitaria y el cierre de fronteras. La sociedad civil organizada parece rebasada, con expresiones de protesta que no alcanzan movilizaciones masivas ni un contrapoder real a un gobierno crecientemente autoritario.
En marzo siguió el turno a Bolivia, con elecciones intermedias para elegir gobernadores de los nueve departamentos y los 336 municipios que conforman el país. Tras el retorno a la “democracia institucional” y el triunfo de Luis Arce Catacora como presidente, en el año 2020, el Movimiento al socialismo (MAS) recuperó una posición estratégica en un complejo entramado de poder. No obstante, los recientes comicios mostraron una diversificación de fuerzas políticas que rompieron con las expectativas sobre un apoyo rotundo al “partido oficial” o una polarización extrema, como la que vivió el país tras el golpe de Estado de 2018. El MAS fue incapaz de conquistar el electorado en varios de sus viejos bastiones como La Paz, Cochabamba o El Alto, y aunque alcanzó el triunfo en 240 alcaldías sólo obtuvo tres gobernaturas. Mientras los movimientos indígenas se reorganizan a través de nuevas siglas para acceder al poder institucional las bases de las grandes organizaciones parecen dispersas.
Los siguientes comicios fueron los del Perú, donde se celebraron elecciones generales para elegir presidente y renovar el congreso nacional en el mes de abril, haciendo necesaria una segunda vuelta para definir la presidencia, la cual se realizó el pasado 6 de junio. En un contexto de alta fragilidad institucional a lo largo de los dos últimos años, el escenario ha enfrentado al candidato de Perú Libre, Pedro Castillo con Keiko Fujimori, de Fuerza Popular. Después de las elecciones más polarizadas en la última década (50.2% han sido contabilizados a favor del primero, y 49.7% a favor de la segunda), el balotaje refleja el virtual triunfo de Castillo, un profesor rural que postula un proyecto nacionalista popular que ha puesto temblar a la oligarquía limeña y a su vez ha encendido las especulaciones regionales que vinculan a Castillo con modelos populistas y progresistas de la región. Los resultados definitivos, que todavía deben esperar a que se solventen las impugnaciones presentadas por el partido de Fujimori -y una resistencia mediática, jurídica y empresarial explícita-, parecen proyectar un giro importante para el Perú. Mientras que el respaldo rural es contundente, los movimientos indígenas aguardan para conocer el despliegue real del profesor respecto al extractivismo minero.
Por su parte, Chile experimenta un viraje histórico y son las urnas un espacio que aglutina transformaciones que han sido demandadas en las calles durante los últimos años, y con singular protagonismo por parte del pueblo mapuche. Luego de un plebiscito popular que aprobó una nueva constituyente en mayo 2020 (con el 78% del respaldo de los/as votantes) y como resultado de una de las demandas centrales del estallido social que vivió el país en 2019, finalmente en mayo de 2021 fueron elegidos los/as constituyentes que redactarán la nueva constitución. Distribuidos en siete grandes núcleos que representan a casi una veintena de partidos políticos, la diversidad ideológica y los criterios que integran la constituyente son una experiencia sin precedentes en Nuestra América. Además de marcar el inicio de una ruptura con un orden constitucional impuesto en 1980 durante la dictadura de Augusto Pinochet, en Chile se celebrarán elecciones presidenciales en noviembre de 2021.
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El escenario político electoral por venir en el resto del año proyecta gran intensidad y controversias que complejizan los horizontes de la región y sitúan a México frente diversas encrucijadas. En octubre Paraguay celebrará elecciones municipales y Argentina enfrentará elecciones intermedias, que también ponen a prueba el mandato de Alberto Fernández -que incluye su proyección internacional tan cercana a México en el último año-. Nicaragua y Honduras tienen programadas las elecciones presidenciales para el mes de noviembre, siendo dos casos envueltos de paradojas y que producen tensiones regionales ante el creciente autoritarismo del régimen de Daniel Ortega, en Nicaragua, y la violencia estructural en Honduras, que incluye la reciente política de contención violenta a la población que busca salir del país. Todas y cada una de las coyunturas electorales ponen en una balanza tanto el ordenamiento y las agitaciones sociales de cada sociedad, como las relaciones internacionales y los equilibrios en una región con alta potencia social y frágiles virtudes democráticas.
[i] Observatorio de las Democracias: Sur de México y Centroamérica (ODEMCA-CESMECA) Correo electrónico: pablo.uc@gmail.com
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