Las elecciones federales y locales 2021, y sus protagonistas víctimas del éxito
María del Carmen García Aguilar*
El pasado 6 de junio los procesos electorales federales y locales de México culminaron con la emisión del voto. Fueron las elecciones más grandes de su historia: 300 escaños en la cámara de diputados; elección de 15 gobernadores; 30 congresos locales; y las presidencias municipales de 30 entidades federativas. En conjunto, se trata de la elección de 21mil representantes populares en todo el país. Fueron también las más caras de la historia electoral: 19 mil 593 millones de pesos para el Instituto Nacional Electoral (INE); 14,000 millones para los partidos políticos y, casi 6,844 millones para los 32 OPLES[1]. Y lo que no ocurre en ningún país de ricos, los partidos políticos dispusieron del erario 56 millones de pesos diarios para campañas[2]. Tampoco fueron las elecciones las más democráticas.
Los resultados abren claro-obscuros y dejan lecciones sobre los significados del plexo de relaciones que las instituciones electorales y sus contendientes operaron durante la larga contienda: relaciones que avizoran, como su contexto mismo, horizontes teñidos de pasado que nos colocan en un horizonte político belicoso y antidemocrático, en tanto principios y valores constitutivos que formalmente deben sustentar las elecciones. Las elecciones se dieron en un contexto global de crisis de la democracia representativa en la es visible la radical ruptura de la relación vital entre partidos, ciudadanos y realidad.
A lo largo del despliegue de los procesos electorales, la información periodística, radial, televisiva y de especialistas, enfatiza hechos y acontecimientos relativamente nuevos o inéditos que, por sus alcances, es necesario recuperar: i) se produjo un discurso político sustentado en la razón catastrófica, inhibiendo propuestas y proyectos de alternativas a los problemas que aquejan a la sociedad; ii) se registra la polarización política como marca constitutiva de las elecciones desde la formación de dos coaliciones: Va por México, formada por los partidos del PAN, PRI y PRD, y la alianza Juntos Haremos Historia encabezada por Morena y los partidos PVEM y PT, que se formó en la elección presidencial de 2018; iii) sin cortapisas, la derecha política se autoproclama como tal, tornando visible su relación instituyente con el poder empresarial y el sustento ideológico neoliberal que les define. Frente al débil sustento social interno, se da la formalización de relaciones públicas y privadas con las fuerzas de las derechas del orbe capitalista, particularmente la derecha de América Latina desplazadas por la vía electoral por gobiernos “progresistas” (Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador); iv) los poder mediáticos, internos y externos, concretizaron su poder en la producción de mentiras hábilmente fabricadas que como verdades, como la del voto útil, que se traduce en la petición de no votar por MORENA y su coalición y, con ello, la anhelada caída del “régimen autoritario y populista”[3]; v) priva el odiodesmesurado hacia el actual Presidente por el desvelamiento público de la corrupción política de los gobiernos panistas y priísta, visible en el hurto deliberado de los recursos públicos, y la venta, transferencia o concesiones de recursos estratégicos del país al capital privado nacional e internacional, en condiciones desleales a la nación mexicana.
Los resultados de las elecciones no se explican sin los hechos ocurridos durante el largo proceso electoral en el que las polarizaciones políticas alcanzaron sus puntos álgidos en prácticamente todo el espectro del campo electoral y sus actores. Paradójicamente, la ciudadanía mayoritaria, la que votó por AMLO en 2018, fue la espectadora de lo que fue una larga función de circo con intención, por parte de los partidos de la oposición, de atraer su voto o la irrupción de este; no obstante, temerosa de un desaire, en los espacios urbanos opta, como lo ha hecho, por convocar y atraer a la ciudadanía de los sectores medios, mayormente de quienes perdieron negocios, empleo y recursos en los últimos dos años.
Al concluir el segundo día del cómputo de la elección de diputados federales, las cifras se tornan en el nodo para su evaluación. Con 48 millones 533 mil 8 votos, que representa 52.6 por ciento de participación ciudadana, los resultados del PREP y el conteo rápido, indicaron que la votación por la coalición Juntos Haremos Historia, registraba el 25.63 por ciento de los votos, y Va por México el 26.1 por ciento. Por partidos políticos, y con respecto a la votación total, los datos del INE son los siguientes: MORENA 13.5 por ciento; PAN 7.87; PRI 5.58; PRD 0.51; PVEM 2.04; PT 1.11, y Movimiento Ciudadano 7.03 por ciento. Los partidos Encuentro Solidario, Redes Sociales Progresistas y Fuerza por México, perderían su registro al no al no alcanzar el 3 por ciento de los sufragios. En suma, se reconoce el triunfo de Morena y el de los partidos aliados, PT y PVEM de la coalición Juntos Haremos Historia con 279 curules, y Va por México con 197 curules.
En las elecciones de las 15 gubernaturas, MORENA gana en 11 estados; el PAN gana las gubernaturas de Baja California, Querétaro y, en coalición con el PRD, la gubernatura de Chihuahua; Movimiento Ciudadano gana la gubernatura del estado de Nuevo León. Los resultados de las elecciones en la Ciudad de México, que la oposición los define como su gran triunfo, el INE registra que, de un total de 16 alcaldías, la coalición Alianza Va por México gana 8 y Juntos Haremos Historia 8. Los resultados de las elecciones electorales para el Congreso de la CDM, el INE registra 18 curules para la coalición Juntos Haremos Historia y 7 para Va por México. La coalición PEVEM-MORENA-PT gana una curul y una también la coalición PRI-PRD. En espera aún de la distribución de 32 curules plurinominales.
Los resultados de las elecciones de los congresos locales y de las presidencias municipales, no están totalmente concluidas, pero las tendencias, apuntan que en su mayoría las ganó MORENA como partido único y la coalición formada por ésta y los partidos del PT y PVEM.
En torno a esta medición del reparto del poder gubernativo, las instituciones electorales y los partidos políticos anuncian avasalladoramente el éxito de esta contienda histórica y, con ello, imponer una forma de explicar y comprender que hace de la representación electoral el todo de la política instituida e instituyente. La legitimidad de este reconocimiento no es nueva, durante más de tres décadas se reafirma que la única democracia “real” que ganó con la caída del Muro de Berlín es la democracia liberal, como “principio de legitimidad política”; en contraparte, el mercado alcanza todo[4]. A más de tres décadas de este acontecimiento, el mercado engulló a la política y a la sociedad, y amenaza con engullirse a sí mismo.
Los resultados de las elecciones de México caminan al filo del agua: los ganadores (as), futuros gestores de la administración pública, responden mayormente a las directivas del capital interno y externo, y a la lógica de una estructura electoral y partidaria que es un poder en sí mismo; la ausencia de un debate político nacionales sobre los grandes problemas de la agenda que hoy colocan a México en una situación extrema de vulnerabilidad interna y externa, no es fortuito: el manejo de los problemas y las decisiones que de ellas derivan no es asunto de los partidos ni de los funcionarios llegado desde su filiación partidista, salvo excepciones, les corresponden definir las formas no el contenido.
Las elecciones demostraron dos hechos fundamentales que es preciso retener si queremos construir un marco de horizontes posibles. El primero es que jugar con las reglas del juego formalmente instituidas impone límites; la segunda, es que las reglas de dicho orden han sido dislocadas por las tres últimas administraciones de gobierno, fundamentalmente destaca la desconstrucción de la Constitución mexicana, imponiendo reformas que legalizan las prácticas de la corrupción. Ambos hechos, vectores transversales de la política y del ejercicio de gobierno, definen una lucha partidaria vacía y ciertamente banal. Sobre ellos se monta la democracia electoral.
En este sentido, preguntémonos si no es momento de pensar en una reforma radical que posibilite un sistema de partidos y un sistema electoral que irrumpa las prácticas que hacen lo que hoy son. La fórmula, como ayer, es la centralidad de la ciudadanía y el retiro de los exorbitantes recursos públicos a las instituciones electorales y su burocracia, y a un sistema de partidos sustentado en el juego del mercado político, esto es comprar y vender candidaturas.
[1] Urrutia, Alfonso. Recibirán partidos $14 mil millones por las elecciones de 2021. La Jornada, 03/15/2021. https://www.jornada.com.mx/notas/2021/03/15/politica/recibiran-partidos-14-mil-millones-por-las-elecciones-de-2021/
[2] Véase: INE. Central Electoral. Comunicado de prensa número 386. Ajusta INE presupuesto para 2021 tras reducción ordenada por la cámara de diputados. https://centralelectoral.ine.mx/2020/12/07/ajusta-ine-presupuesto-para-2021-tras-reduccion-ordenada-por-la-camara-de-diputados/
Animal Político. Presupuesto del INE: cuanto es para elecciones y cuánto más para los partidos, en
https://www.animalpolitico.com/elsabueso/presupuesto-ine-elecciones-partidos/
[3] Frase de combate de E. Krauze. Véase crónica de Carmen Breña, “La alianza del PRI, PAN y PRD: una formula vacía para vencer el enemigo común. La Jornada, 8 de diciembre, 2021.
[4] Sartori, Giovanni (1993). La democracia después del comunismo. España: Alianza Editorial
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