De series policíacas, trabajo de campo y antropólogos
El encierro pandémico nos prolongó el tiempo dentro de nuestras casas. Es algo notable. Gracias a esa prolongación hemos estado en la capacidad no sólo de leer, conversar largo con quienes convivimos la pandemia en casa, escuchar música, hurgar en el periódico (lo que es cada vez más escaso), y en fin, sentarnos ante la pantalla de televisión para ver cine. En este caso, me han llamado la atención las “series” divididas por “temporadas” que en casos son harto prolongadas como la nombrada Resurrección que narra las hazañas de un guerrero turco, Ertugrul, en el contexto de la formación del Imperio Otomano. Últimamente me han llamado la atención las series policíacas. Desde mi adolescencia y por supuesto durante mi juventud fui un lector constante de novelas policíacas y de las llamadas “de vaqueros”. Las novelas policíacas de Rex Stout narran las peripecias de un detective, Nero Wolfe, que nos conduce por los intrincados caminos de las sociedades complejas como la norteamericana pero vistas desde la vida del barrio. Ellery Queen fue otro de mis autores favoritos y hasta muy tarde vine a descubrir que era un seudónimo inventado por los escritores estadounidenses Frederick Dannay y Manfred Bennington, neoyorquinos, quienes lanzaron sus primeras narraciones en 1929. No podía faltar Ágatha Christie, el seudónimo de esa gran escritora y dramaturga británica llamada Agatha Mary Clarissa Miller en cuyos textos me regodeé tardes enteras. Ni hablar de Georges Joseph Christian Simenon, el excelente escritor belga, que escribió en francés, y fue el creador del famoso inspector Maigret. No tuvo rival Zane Grey en la escritura de las novelas “del oeste” en cuyas página se describe el nacimiento de una nación como la norteamericana, en donde el correr de la frontera ha sido tan importante. De todo ello repaso en mi mente mientras veo las actuales series creadas para lo que se ha dado en llamar “streamings”, es decir, transmisiones por internet, sin que en ello tenga nada que ver la producción televisiva. Lo que tenemos es una pantalla, que recibe las señales por la internet y nos permite ver un sin número de producciones cinematográficas. Quizá uno de los resultados de la pandemia y el encierro sea la intensificación de este tipo de producciones. Por supuesto, el streaming es un sistema que transmite de todo: música, programas de TV, series, películas, etc. A través de las diferentes “plataformas” como Nexflix y otras, nos llegan las series, entre ellas, las policíacas, que suelen ser bastante buenas. Por ejemplo, “Mare de Eastown”, muy comentada por cierto, nos narra la vida de un pequeño poblado en Pensilvannia, a través de los enredos policíacos. La protagonista es una detective atormentada que busca en la investigación criminal una respuesta a su propia vida, a sus preguntas sobre el mundo, a su transcurrir existencial. La actriz logra una actuación de muy alta calidad. Kate Winslet logra interpretar la complicada vida de un personaje que está a punto de derrumbarse y que al investigar un crimen en un pueblo en donde todos se conocen, va repasando su propia vida. Los aficionados al cine habíamos tenido un aviso de la calidad de esta actriz en Titanic, con Leonardo de Carpio. Pero en Mare de Eastown, Winslet eleva la representación dramática a su máxima expresión. Pueblo pequeño si, de relaciones cara a cara, pero en el que la complejidad humana es notable y penetrarla no es fácil. El crimen muestra la enfermedad de todos, de ese vivir juntos en constante esfuerzo por lograr el anonimato imposible en una red social como la de esos pueblos, en donde todos conocen la vida de todos. Kate Winslet actúa a una detective que se aferra a la vida tratando de saber por qué alguien la destruye, cuáles son los motivos del crimen. Es una pregunta que angustió a Truman Capote el autor de esa obra maestra titulada A sangre fría (1966). Lejos de Eastown, en una isla de Nueva Zelanda, otra de estas series nos traslada a un contexto similar: me refiero a The Gulf. De nuevo, es una detective la protagonista interpretada por Kate Elliot, actriz neozenlandesa, de excelente calidad. El reparto lo complementan Ido Drent y Timmie Cameron, que lucen soberbios en sus interpretaciones. La trama criminal se desarrolla también en un pequeño poblado situado en una de las pequeñas islas que forman a Nueva Zelanda. La serie nos muestra a una sociedad hipercentralizada, en donde hasta las ambulancias (helicópteros) deben llegar desde Auckland, la gran ciudad capital del país, situada en la Isla principal. Un ferry viaja todos los días, durante varias ocasiones, transportando a las personas que necesitan hacer compras o trámites en Auckland. El personaje de The Gulf es una detective enredada en relaciones familiares nada agradables además de tormentosas. Se sumerge en el trabajo como una forma de escape, aunque su realidad la alcanza recordándole su condición y sus fantasmas. Además, en un poblado tan pequeño, con relaciones sociales tan cercanas, se usa el chantaje que, precisamente, sufre en carne propia, la detective. Recordé el uso del anónimo en una población de Chiapas en donde se usa como una suerte de chantaje emocional. Así, en esa población chiapaneca, uno puede encontrar bajo la puerta el temido anónimo diciendo “ya te vi vos, caso te podés esconder. Lo sé que sos amante de la Marta. Pérate que lo sepa tu mujer”. Así como es difícil descubrir al criminal en un poblado pequeño, así de difícil resulta saber quién escribe anónimos, precisamente porque toda la población tiene relaciones tan cercanas, que es difícil imaginar quién puede perpetrar una ofensa tan devastadora.
En otra serie, ahora española, nombrada Hierro, la trama sucede en un poblado que vive alrededor de la fiesta a una virgen. Mejor dicho, el núcleo de la identidad comunitaria en Hierro, situada en la Isla de El Hierro, la más occidental y meridional de las Islas Canarias y parte de la Provincia de Santa Cruz de Tenerife, es la fiesta que se organiza alrededor de la Patrona del lugar y que reúne a toda la población. La detective que llega al lugar para investigar un crimen, se encuentra con que hasta la investigación del delito está subordinada a las necesidades de la fiesta, lo que hace que choque constantemente con sus colaboradores y con la sociedad local. Para colmo, es una detective con la condición de madre soltera y un niño enfermo que exige atención las 24 horas del día. Pensé en la Fiesta Grande de Chiapa de Corzo como uno de los rituales de identidad más complejos en México al ver trajes, máscaras, colores, usados en la fiesta de Hierro que son parecidos a los Parachicos chiapacorceños. La memoria me llevó a la bajada de las vírgenes de Copoya al visitar los barrios populares de Tuxtla Gutiérrez. La actriz Candela Peña hace una excelente representación del papel protagónico bien secundada por Kimberley Tell y Darío Grandinetti. De hecho, Candela es una jueza destinada recientemente a El Hierro y, como sucede en el sistema judicial y policiaco español, el juez mismo está en capacidad legal de dirigir y ordenar investigaciones de lo criminal. A Candela, la jueza, le es difícil entender la trama local, la importancia de la fiesta de la virgen, la costumbre de las luchas populares en una suerte de lienzo y el entramado de relaciones sociales que son tan cercanas al grado de formar una suerte de tapadera de quién es el delincuente. En las tres series mencionadas, cuyas historias se desarrollan en sociedades culturalmente lejanas como son la norteamericana, la neozenladesa y la española, la comparación es pertinente porque el entorno social es el mismo: pueblos pequeños, de relaciones cara a cara, en donde no obstante existen espacios y habilidades humanas para guardar secretos, algunos de ellos, devastadores. Es una situación diferente a la que se muestra en Jack Taylor, una serie irlandesa que transcurre en Galway, que es una ciudad importante y en donde el protagonista interpretado por Iain Glen, es un ex detective de la “Garda” (Policía), borracho y de lo más inútil para defenderse, con una vida familiar sencillamente desastrosa. Nos queda en el tintero discutir por qué en las series policíacas que transcurren en poblados pequeños, las protagonistas son mujeres y por qué en la que se desarrolla en una ciudad, es un hombre. Por cierto, la serie Jack Taylor se basa en las novelas que escribe Ken Bruen nacido precisamente en Galway, Irlanda.
Las series mencionadas me recuerdan mi trabajo como antropólogo. Aunque no todos los antropólogos trabajan en poblados pequeños una buena parte de ellos pasa su vida profesional tratando de comprender la vida de una “comunidad” o de un poblado. En mi caso, tuve experiencias de investigación en poblados del estado de México, estado de Morelos, estado de Veracruz, los Altos de Jalisco, la frontera sur mexicana, la Sierra de Ávila en España. Aún no termino de asimilar todas esas experiencias ni de repasar las notas de campo que me pasé elaborando mientras investigaba. Conocí situaciones muy complejas, desde estructuras caciquiles, organizaciones de parentesco, visiones del mundo, que aún me siguen intrigando. La humanidad es cuna de la variedad y esta se manifiesta de infinitas maneras. Al ver la series policíacas, he pensado en el trabajo de campo del antropólogo y cómo uno tiene que insertarse en la vida local, pero sin perder la perspectiva de la investigación. Hay mucho que escribir sobre ello. Estos tiempos pandémicos ofrecen la oportunidad de hacerlo sin prisas.
Tlajomulco, Jalisco. A 12 de junio, 2021.
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