“Presupuestívoro”: dícese del que vive del presupuesto público
Los archivos históricos son fuente de información y conocimiento sobre el pasado, aunque tengan que cribarse y confrontar los datos por las dificultades para saber los intereses que esconden ciertas afirmaciones. También ofrecen sorpresas en la redacción de los discursos, como ocurre con ciertos calificativos que no dejan de asombrar por su creatividad y, por supuesto, por ser absolutamente contemporáneos.
Lo anterior ocurrió con la revisión de La Voz de Chiapas, un periódico impreso en San Cristóbal de Las Casas y dirigido por Enrique M. Zepeda. La línea editorial del mismo no deja mucho a la imaginación, dado que su lema era “Oración, acción y sacrificio”. No voy a analizar el periódico, ni a su director, pero buena parte de su contenido debe ubicarse en la confrontación política entre Tuxtla Gutiérrez y San Cristóbal de Las Casas durante los primeros años de la década en la que inicia la Revolución mexicana, años que llevaron a graves disensos e, incluso, a hechos de sangre por los distintos intereses para gobernar el estado de Chiapas.
Momentos que condujeron a un vaivén de candidatos a gobernador, vacíos de poder y que también produjeron, en la opinión expresada en los periódicos partidarios de alguno de los bandos en disputa, furibundos ataques a las personas involucradas en los asuntos públicos. Ese es el caso de Lisandro López, quien era suplente en las elecciones al Congreso de la Unión por “Simojovel-Pichucalco” del polémico Lic. Querido Moheno. El texto publicado el 23 de junio de 1912 analiza con chocarrería a los candidatos contrarios a su bando político aunque, seguramente, la peor parte se la llevó Lisandro López, tildado de “rabasista y presupuestívoro”. No se entrará en el análisis histórico sino en la denominación de presupuestívoro. Calificativo que no puede más que referirse a la persona que vive del presupuesto público, es decir, cuya única posibilidad de sobrevivencia se establece gracias a estar apegado a un salario procedente del erario oficial de las administraciones del Estado.
A Lisandro López lo encontrarán más allá de ese año citado, pero lo interesante es pensar en demostrables situaciones actuales y en las cuales políticos de muchos países podrían tildarse de “presupuestívoros”. No son pocos los casos de personas que no conocen más trabajo que el surgido de un puesto pagado por el erario público, ya sea por elección popular o por designación en algún cargo de la administración del Estado. Nadie duda de la capacidad de alguna de esas personas, pero llama la atención que si abandonan tales puestos no sepan o puedan desempeñarse en otro trabajo. En lo personal respeto más a quienes entran al servicio público como lo que debe ser, un servicio. Una vez cumplida su labor regresan a su tarea profesional, cualquiera que ella sea. De lo contrario no seré tan drástico como el texto que dio pie a este artículo y que llamaba a los “Pichucalqueños” a no mandar a “semejante estorbo al Congreso de la Unión”; pero no estaría mal revisar la carrera política de muchos funcionarios y políticos, demasiado presupuestívoros y no necesariamente preparados para enfrentar las complejidades de los problemas de sociedades cada vez más complejas, y donde la injusticia y desigualdad no dejan de crecer de manera exasperante.
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