La nueva generación de demonios, primera de dos

Casa de citas/ 530

La nueva generación de demonios

(Primera de dos)

Héctor Cortés Mandujano

 

La versión en pdf de Los demonios, de Fiódor Dostoyevski, remaquetado y corregido por Libricultura (me la consiguió mi amigo Roger Octavio Gómez Espinosa), tiene un prólogo esclarecedor de Juan Forn, en el que se asientan las claves que el lector debe conocer para apreciar esta novela.

En 1869, un grupo secreto, comandado por un tal Nechaev, dice, mató en la capital rusa al estudiante Ivanov por considerarlo traidor. Con manos y pies atados, “apareció flotando en el Reservorio de Moscú”, con “cuatro balazos en el pecho y uno en la frente (el tiro de gracia)”. En tanto, en las universidades prendía el llamado “movimiento nihilista”.

El propio Fiódor había sido parte de una célula clandestina en 1849. “En los cuadernos de notas de Los demonios dice que fue su propia generación, con su europeísmo libertario de juventud, la que había engendrado a la joven generación terrorista.”

Nechaev se llama en la novela Piotr Verhovenski y es el cabecilla del desastre que a Dostoyevski le pareció que empezaba con él, su grupo y los nihilistas. La novela fue mal recibida, dice Forn, pero en el futuro, cuando el autor ya había muerto, empezaron a darle credibilidad a las ideas de Fiódor. Incluso mucho después, “Albert Camus dijo que los argelinos que enfrentaban a los militares franceses le recordaban a aquellos nihilistas de Los demonios. Medio siglo más tarde, cuando cayeron las Torres Gemelas, volvieron a corporizarse los personajes de Dostoievski, esta vez como los terroristas islámicos que se inmolaron dentro de aquellos aviones”.

 

***

 

En Dostoyevski, la vida de un escritor (Javier Vergara Editor, 1989) escribe Geir Kjetsaa que el grupo al que acudía Fedor, así lo llaman en la traducción, tenía discusiones que poco a poco (p. 67) “comenzaron a tomar un sesgo radical. Se abordaron temas peligrosos, como la emancipación de los siervos, la reforma del sistema judicial, y la lucha contra la censura”. Dostoyevski fue encarcelado, luego condenado a muerte (le conmutaron la pena en el último momento) y después mandado a trabajos forzados en Siberia, donde pasó varios años terribles.

La persona que promovió el asesinato de Ivanov, dice Geir (p. 253), “el 21 de noviembre de 1869 fue el joven estudiante Sergei Nechaiev, uno de los muchos nihilistas de la época, sólo que mucho más peligroso que los restantes”.

Para el título, Fedor (p. 255), “en su ejemplar del Nuevo Testamento subrayó el relato de San Lucas acerca del modo en que Jesús expulsa a los espíritus malignos de un endemoniado”.

Ilustración: Alejandro Nudding

***

 

En El XIX en el XXI (Sexto Piso, 2010), Chistopher Domínguez Michael escribe un ensayo titulado “¿Los hijos de los demonios?” donde habla de la larga vida que ha tenido la novela de Dostoyevski. Abre su texto con datos sobre el protagonista (p. 285): “Sergei Gennadevich Nechaev (1847-1882) murió prisionero en la fortaleza de Pedro y Pablo tras protagonizar la carrera más escalofriante del populismo ruso. Bakunin, que lo había acogido en el exilio suizo, renegó, francamente espantado, de Nechaev, una vez que éste publicó el Catecismo del revolucionario (1869) cuyo célebre primer párrafo decía: ‘El revolucionario es un hombre perdido. No tiene intereses propios, ni causas propias, ni sentimientos, ni hábitos, ni propiedades; no tiene ni siquiera un nombre. Todo en él está absorbido por un único y exclusivo interés, por un solo pensamiento, por una sola pasión: la revolución’ ”.

Dice Domínguez Michael (p. 288): “Una vez que las biografías de los terroristas de Al Qaeda van siendo reconstruidas, el paralelo con Los demonios reaparece de manera inquietante”.

Y concluye (pp. 289-290): “Confieso que, una vez que releí Los demonios, nada me parece más dostoievskiano que el terrorista que ingresa a una escuela de pilotos y hace ostensible su desinterés en aprender cómo aterrizar. Ese ejemplo habría complacido a Dostoyevski como definición del nihilismo”.

 

***

 

La familia y el amor llevan consigo el deseo de propiedad

Dostoyevski

 

Leo Los endemoniados, de Fedor Dostoyevski, de la Editora Latinoamericana, de Guatemala, publicada en 1952, con traducción de F. Gómez Lucena. Cambia el título de la novela y el nombre del autor se latiniza, pero estamos ante la misma historia. Este viejo y bello ejemplar, de hojas amarillentas, es regalo de mi amiga Linda Esquinca, quien me obsequió, además, más de una decena de novelas de este autor ruso, con ediciones de aquellos años.

Tratan de convencer a Stepán Trofimovich de que se case con una muchacha. Él dice (p. 66): “¡Pero es que ya estoy muy viejo!”, y le responden (p. 67): “¡Qué importan sus cincuenta y tres años!”. Cómo han cambiado los tiempos; ahora, según informa la OMS, la vejez empieza hasta los ochenta.

La idea de Dostoyevski es hacer que la historia parezca real completamente, por eso insiste en varias páginas que su libro no es una novela, sino una crónica.

Hubo gente que no creía que el movimiento generara algo que pusiera en crisis a las autoridades. Piotr Stepánovich lee un documento anónimo (p. 307): “Se prepara una sublevación, hay varios miles de proclamas y por cada una se levantarán cien hombres, sacando la lengua, si antes la autoridad no toma sus medidas, porque se le han ofrecido muchas recompensas, y el pueblo es estúpido y, además, anda por medio el vodka”.

Dice Kirilov (p. 519): “El hombre sólo inventó a Dios para no suicidarse: en eso consiste toda la historia universal hasta hoy”. Kirilov es obligado por Piotr para culparse    de la muerte del estudiante Schátov (así se llama en la novela a Ivanov), pero pone una condición para firmar su carta de suicida y asesino (p. 522): “Quiero pintar arriba una cara sacando la lengua”.

El título de la novela (ya sea Los demonios o Los endemoniados) viene de una historia del Evangelio en la que Jesús saca los demonios de un hombre que dice llamarse Legión y éstos se meten en los cuerpos de cerdos, que se desbarrancan. Dice Stepán Trofimovich (p. 548): “Todos esos venenos, esas miasmas, todas esas mugres, todos esos demonios y esas diabluras son los mismos que se albergan en el cuerpo de nuestro grande y amado enfermo, de nuestra Rusia, por los siglos de los siglos”.

El mismo Stepán dice después (p. 554): “El amor es superior a la existencia”.

Continuará…

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

 

Sin comentarios aún.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Comparta su opinión. Su correo no será público y será protegido deacuerdo a nuestras políticas de privacidad.