¿Fuera de contexto?
La frase con que abro esta colaboración pretende mostrar lo que a menudo esgrimen algunos políticos en aprietos no para negar los hechos que se les imputan, sino para dar una respuesta a algo que “presuntamente” manifiesta una transgresión grave. Con otra palabras, invocar aquel concepto se constituye en un recurso retórico que no implica encarar de manera directa los hechos imputados, pero implícitamente se trata de argumentar que son medianamente ciertos o que fueron “traqueados” (frase típica, también) para dañar la reputación de quien es exhibido cometiendo actos abiertamente ilegales o impropios.
El sociólogo británico, John B. Thompson, plantea una interesante teoría acerca del escándalo en un contexto en que las intrigas políticas, los intereses y el destacado papel que han adquirido los medios, obligan a pensar en el escabroso en que hoy se dirimen las disputas políticas, ponen en jaque a los gobiernos y pueden arruinar carreras políticas prometedoras.
Thompson considera que hay muchas formas de escándalo que se ven estimulados por el desarrollo de los medios de comunicación y el gran potencial que guardan para hacer visible lo que anteriormente se guardaba tras bambalinas. Nos propone tres tipos de escándalos como los más significativos en la sociedad contemporánea: los escándalos políticos, los financieros y los sexuales. Por supuesto, ninguno de esto se encuentra en estado puro y a menudo se entremezclan.
En el campo de la política es frecuente, como lo estamos observando últimamente en el país, que cobren particular relevancia que hacen estallar algunos códigos y normal que damos por hecho en torno a nuestra vida privada. De ahí que relaciones no consentidas o conductas sexuales abiertamente ilegales sean potencialmente escandalosas.
El candidato por Morena a la gubernatura de Zacatecas, David Monreal, debe estar muy contento con el debate en torno a las reforma del poder judicial. No es para menos, después de haber sido captado en un acto de campaña tocando los glúteos de una señora que, igualmente, es candidata de Morena a la alcaldía de Juchipila. Mientras los medios se ocupen de este asunto, pronto se olvidó lo impropio de su conducta. Ahora si, como se aplica en el argot futbolístico, no fue la mano al balón sino todo lo contrario. En otras palabras, no fue la mano a los glúteos, sino estos que deseaban ser toqueteados a la mano. Ciertamente se trata de una mano indiscreta, pero solo los mal pensados podrían argumentar que había la voluntad del sr. Monreal de hacer semejante cosa al accidentalmente encontrarse con las nalgas de la candidata. Literalmente, fue el trasero de la señora candidata el que se interpuso en el trayecto de la mano y, por lo tanto, fue inevitable ese rose. En el estilo picaresco de la política a la mexicana sin duda esas podrían ser las sesudas explicaciones a lo inapropiado del comportamiento del político. Tercia de manera poco convincente, pero profundamente desesperanzadora, la candidata ofendida que el político, su correligionario morenista, jamás le ha faltado al respecto. Mientras tanto, la prensa se sirve un banquete exhibiendo la mano que mece las nalgas.
Pero entre más argumentos en contra de la evidencia, el señor Monreal tejía su camino hacia el cadalso mediático. En repetidas ocasiones dijo que era una mentira, que en esas cosas existe la tecnología para truquear las imágenes, de tal manera que puede darse la impresión de algo que nunca existió. Es cierto que, en términos de la construcción de un lenguaje a través del video, las cosas han cambiado mucho y, en efecto, pueden construirse episodios que nunca se hayan dado en la realidad. Lamentablemente para el sr. Monreal este no es su caso. El problema es si este comportamiento mostrado hacia una compañera de su propio partido puede trasladar a otros contextos y sujetos. ¿No revela este comportamiento una imagen de prepotencia, de sentirse amor y señor de todas las cosas? En caso de ganar la gubernatura ¿Cuáles serán sus límites?
Para nuestra desgracias, en el ámbito político mexicano tenemos ejemplares cuya prosapia revela una actitud cínica frente a las evidencias, la arrogancia de quienes se siente impunes y liberados de vergüenza frente a su retórica y procaz comportamiento.
No hay cosa más irónica que un político en apuros. Una especie que ilustra de manera inigualable esta forma de proceder sin demasiado esfuerzo, puede encontrarse en muchas de las expresiones del liderazgo sindical. Leonardo Rodríguez Alcaine, eterno líder de los electricistas, cansado de las “incisivas” preguntas de los periodistas los retaba a que le pasaran a una de sus hermanas. Por eso se le conocía, con malicia, como el cuñado de los periodistas. Tal era y no hace mucho, el nivel del debate.
Gabriel Quadri, candidato del extinto Partido Nueva Alianza, mientras se lleva a cabo uno de los debates depositó su mirada sobre el cuerpo de la edecán que se afanaba en repartir las tarjetas a los candidatos. Sobre este bochornoso episodio en el que vergonzosamente estuvo implicado el INE, el ahora presidente ha dicho que esa treta estaba dirigida hacia él para descalificarlo. El caso es que el sr. Quadri dio rienda suelta a sus impulsos y por una fracción de segundos olvidó el escenario en que se encontraba.
Aunque esto no deja de ser anecdótico, sin duda manifiesta un tipo de comportamiento. Pero hoy, los políticos están cada vez más expuestos a la pecera mediática, de manera tal que sus acciones se registran con el más alto escrutinio en parte para informar, aunque también para escandalizar. Independientemente de la veracidad de las historias, un escenario así puede ser altamente explosivo para políticos que buscan cargos a través del voto popular.
Un candidato que disfrutaba de unas deliciosas alitas de pollo en pleno confinamiento por covid, reprendió a su esposa con quien sostenía una conversación a través de las “benditas redes sociales” porque, según él, mostraba de manera exagerada su piernas. Y la frase con que remataba su regaño no podía ser más contundente de su condición de macho alfa: “te quiero pa mi, no pa todos”.
Félix Salgado Macedonio, saltó a la primera fila de los políticos exhibidos y que están en riesgo de terminar sus carreras políticas. No ha sido un personaje que descuelle por un comportamiento apropiado, ni mucho menos que le interesen sus desplantes y disparates. Es más, puede decirse que hasta se siente orgulloso de su auténtica rusticidad. Las acusaciones por presuntos actos de violación lo mantienen al borde de perder la candidatura al gobierno del Estado de Guerrero. Sin embargo, eso no parece que pueda afectar a Morena, dada la pulverización o inexistencia de la oposición en aquella entidad. Es verdad que con, Félix Salgado, Morena tenía el triunfo en la bolsa, puesto que se trata de uno de los políticos más conocidos en el Estado y no podía ser de otra forma ya que fue alcalde de Acapulco y es propietario de un periódico de circulación estatal, pero que resulta una suerte de franquicia de uno de los diarios de la “prensa nacional” muy afín al morenismo.
Otro candidato, también de Morena, es denunciado y exhibido por la posible comisión del delito de abuso sexual en agravio de un joven de 15 años. El candidato, quien sigue desempeñándose como diputado por un distrito de Puebla, estaba buscando la reelección y contrato los servicios del menor para que le asistiera en la campaña. Confrontado con la madre, los argumentos y plegarias del personaje resultan hasta grotescas. “No me destruya”, rogaba a la madre ofendida. “Lleguemos a un arreglo económico”, insistía el político.
Pero si los candidatos de Morena no se han percatado que están siendo observados casi microscópicamente mientras hacen gala de sus irrefrenables instintos, es porque se saben con el suficiente poder para actuar de la manera en que lo hacen. Quizás asumen que no serán descubiertos, confían en el silencio de sus víctimas, o bien asumen que en nuestro malogrado sistema de justicia jamás serán castigados.
Si los candidatos de Morena transitan en la actual coyuntura electoral como miembros distinguidos en el circo de las conductas sexuales inapropiadas, algunos candidatos panistas no se han quedado rezagados y toman el estandarte de la violencia doméstica.
Recientemente se difundió en redes sociales las agresiones de las que fue objeto una maestra por parte de su esposo por el simple hecho de tomar un mouse para el uso de la computadora e impartir sus clases en línea. El detalle es que la comunicación estaba abierta y los niños fueron espectadores involuntarios de semejante despropósito de violencia verbal que, al parecer, derivó en agresión física. Después se sabría que el esposo de la maestra agraviada era militante del PAN.
En estos dos últimos casos y frente a la gravedad de los hechos, no es un asunto menor que los propios partidos hayan tomado decisiones al respecto. En un caso, expulsando al agresor; en otro, se ha cancelado la candidatura a la que aspiraba el político y está en curso la cancelación de sus derechos partidistas.
Lo que no deja de sorprenderme es que algunos políticos se sigan comportando a la vieja usanza, como si el dinero y la impunidad fuesen la aduana que todos habremos de pasar con el fin de arreglar nuestras diferencias. Aunque existen muestras de que los viejos esquemas aun funcionan, creo que las cosas lentamente comienzan a cambiar, pero no podemos albergar la certeza que todo será únicamente para bien.
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