Las mujeres, el presidente y un candidato (Primera parte)
Mi agradecimientos para las mujeres
que me ofrecieron sus opiniones
Ahora que empiezan a intensificarse las campañas brotan temas que de otra forma quedarían sepultados en la más absoluta indiferencia. El caso de Félix Salgado Macedonio a la gubernatura de Guerrero, es una de esas asignaturas pendientes de la joven democracia electoral mexicana. Pero tomemos un poco de perspectiva para situar quizá de mejor forma el asunto.
Que el presidente López Obrador haya sido congruente con -digamos- un reparto equitativo de cargos es algo que debe reconocérsele. Entre 2000 y 2006, mientras era jefe de gobierno de la Ciudad de México, de los 16 cargos más relevantes, en 8 de ellos estaban al frente mujeres. Así, por ejemplo, Laura Itzel Castillo, despachaba en la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda; Asa Cristina Laurell, en Salud; Claudia Sheimbaum, en Medio Ambiente; Bertha Luján, en la Contraloría General y en Turismo, Julieta Campos; entre otras.
Siguiendo la misma tradición, nada más que ahora en la presidencia de la república, AMLO implantó la misma política de colocar en igualdad de condiciones a mujeres y hombres en el gobierno. Esto, desde luego, es algo muy importante en el reconocimiento del papel de las mujeres y de sus conocimiento para cumplir adecuadamente un cargo público. En pocas palabras, sin duda esto ha significado un gran avance en la lucha de muchas mujeres a lo largo de los años y es meritorio se les reconozcan sus derechos a desempeñarse en cargos públicos o de gobierno.
Todos estos elementos son positivos y contribuyen desde luego a una mayor equidad, pero esto no se traduce en una mayor equilibrio entre hombres y mujeres a nivel de la sociedad, ni mucho menos este tipo de política convierte en feminista al gobierno actual por sus políticas afirmativas. La confesión de la secretaria de gobernación, Olga Sánchez Cordero, hace evidente las contradicciones de un régimen que pretende cambiar todo para que todo siga igual, si es que no se hace algo más al respecto para evitar la discriminación hacia las mujeres.
También, es verdad que en este gobierno se ha procurado apoyar con recursos a las mujeres. Como lo ha señalado el presidente, en algunas de las políticas sociales que se instrumentan a fin de abatir las desigualdades sociales existentes las beneficiarias son mujeres. Eso, desde luego que no se puede negar y es positivo que así ocurra, aunque resulta dudoso que eso por sí mismo empodere a las mujeres; más increíble resulta cuando en algunos espacios experimentamos prácticamente la ausencia de Estado o de instituciones públicas que nos protejan, peor resulta la situación de las mujeres en este escenario.
Aunque todo esto no es poca cosa y es meritorio lo que nunca antes ningún otro gobierno se había atrevido a hacer, hoy nos encontramos en una coyuntura particularmente relevante que pone a prueba los alcances y la profundidad con que se podrían llevar a cabo estas políticas afirmativas.
Con todo, me temo que eso no hace necesariamente partidario a este gobierno de la causa que enarbolan las mujeres que se organizan y protestan por la incontenible ola de violencia que se ejerce en contra de ellas, tanto en el ámbito privado como en el público. Es, por cierto, una protesta genuinamente global de la mujeres por el incremento de crímenes de odio en contra de ellas y la dantesca impunidad que exhiben todos nuestros sistemas de justicia.
De Félix Salgado Macedonio, es poco lo que puedo agregar a lo ya conocido porque su vida pública él mismo se ha encargado de darle la mayor difusión posible con sus desplantes y arrogancia típica de quien se mueve a sus anchas por los circuitos del poder que le otorgan impunidad. Ha sido público y notorio sus dislates como diputado, su presencia alcoholizado en el mismo recinto y, también, sus incontrolables muestras de violencia al retar a golpes a sus propios interlocutores parlamentarios. En resumen, una caricatura más de los engendros de la picaresca política a la mexicana.
El conflicto derivado de la candidatura de Salgado Macedonio obedece, también, a las disputas por el poder al interior de los grupos de Morena. El desplazamiento de la contienda de, Pablo Amilcar Sandoval, originó que los problemas que permanecían ocultos brotaran las inconformidades por todas direcciones. Es probable que quienes ahora denuncian al senador se hayan relacionado por cuestiones políticas y profesionales e incluso que fuesen partidarias de él, pero ello no invalida sus testimonios y mucho menos justifica los presuntos abusos cometidos.
Es cierto, como argumenta el presidente, que los movimientos de protesta durante su gobierno han sido o, mejor dicho, han tratado de ser usados por quienes mientras estuvieron en el poder hicieron nada o muy poco en favor de las mujeres. Aunque algunas de las protagonistas y portavoces del movimiento femenino se han deslindado abiertamente de quienes pretenden sacar partido de la protesta, no parece lo más adecuado condicionar una demanda legítima y de quienes la apoyan para satisfacer al presidente. Menos aún cuando se trata de una lucha que trasciende las clases sociales y resulta un desafío a prácticas ancestrales tanto en la vida pública, como en la privada.
En México y en varias partes del mundo, las mujeres alzan la voz porque es real el incremento de la violencia hacia ellas que, en casos extremos, terminan en homicidios perpetrados por alguien cercano a ellas. Es verdad que, en términos estadísticos, son superiores los casos de asesinatos masculinos, pero ello no es un obstáculo para reconocer el hecho específico de la violencia hacia las mujeres y lo peor es el alto grado de impunidad, así como la terrible ineficiencia del sistema de justicia que, finalmente, termina por perjudicarnos a todos y agravia sobre manera al conjunto de la sociedad.
El tema se ha convertido en un asunto de interés público no solamente por las acciones de quienes están más directamente involucrados sino porque, además, coincide con la ola de protestas del movimiento de las mujeres para detener la violencia y tensiona el ambiente político tanto por la gravedad de lo señalamientos, como por las disputas por el poder que se dirimen de cara al proceso electoral del 6 de junio. Si las mujeres alzan la voz en contra de la violencia que las convierte en víctimas ¿Cómo podrían aceptar tener como candidato a alguien que ha sido denunciado por delitos que están en el origen de sus inconformidades actuales?
Sin embargo, se trata de un tema polémico y merece revisarse con la mayor frialdad posible y, sobre todo, contribuir a ello recuperando la opinión de las mujeres al respecto. Hemos intentado hacer un ejercicio de este tipo, pero las principales comentarios ofrecidos serán tratados en una próxima colaboración.
No comments yet.