Por Mariana y por todas, hasta que la justicia sea suficiente
Durante la semana transcurrida, parte de quienes integramos la comunidad de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH), mantuvimos diálogos, en medio de un paro estudiantil, en memoria de Mariana Sánchez Dávalos, estudiante de medicina, a la que posiblemente asesinaron en Nueva Palestina, Chiapas, el 28 de enero de 2021, cuando realizaba su servicio social, así como de las miles de mujeres víctimas de feminicidios.
Algunas profesoras, profesores, estudiantes y trabajadorxs de la UNACH reflexionamos sobre cómo construir espacios universitarios más seguros para todas y todos. Uno de los aspectos más señalados fue cómo el acoso, la violencia sexual, el hostigamiento, el racismo en las aulas y hasta los feminicidios, dentro y fuera de los espacios universitarios, se han convertido en violencias que impiden a las mujeres y a las jóvenes estudiantes su óptimo desarrollo académico.
Uno de los desafíos mencionados se relaciona con el contexto de recrudecimiento de la violencia generalizada que afecta todos nuestros espacios, pero principalmente la realización del servicio social o el trabajo de campo. Otra de las cuestiones abordadas fue cómo los protocolos de actuación en casos de acoso, hostigamiento y violencias no alcanzan aún a garantizar la seguridad de las comunidades universitarias. En 2016, la UNAM publicó un protocolo de atención a este tipo de casos, y en el 2019, la UNACH publicó el primer protocolo universitario en Chiapas contra la violencia de género y hasta ahora es la única en el estado que cuenta con este tipo documento. No obstante, al protocolo aún le hace falta mucho trabajo para su adecuada aplicabilidad desde una perspectiva de género feminista.
Hasta hace unos años, los frecuentes señalamientos de acoso sexual en el ámbito universitario, pero también de otros problemas muy serios como el racismo, el clasismo, la homofobia, la transfobia, entre otras violencias, se quedaban únicamente como conversaciones informales en los pasillos. Los casos circulaban como rumores y como problemas en los que las autoridades universitarias no debían intervenir porque salían de sus competencias.
La violencia de género ha sido un problema con propensión a aumentar. Las quejas y las denuncias públicas han comenzado a ser más notorias en los últimos años, gracias a las protestas de los grupos feministas dentro y fuera de las universidades, a través de manifiestos, tendederos, escraches, altares, veladoras, performances, entre otras estrategias.
En México, el 8 de marzo del 2020 fue una fecha significativa para miles de feministas que salimos a las calles a marchar por el hartazgo de los recurrentes casos de violencia sexual y feminicida en la UNAM, en otras universidades y en otros espacios sociales, con el fin de denunciar un modelo político económico que se expande sobre la base del terror y del dolor de múltiples violencias, desapariciones y asesinatos atroces.
Hoy somos miles de profesoras, estudiantes y trabajadoras exigiendo a las universidades que se nos garantice el derecho a una vida libre de violencias. Por Mariana y por todas, no pararemos de exigir que se esclarezcan de manera pública y transparente todos los casos, que se sancione y castigue a los responsables de violencias sexuales y omisiones, hasta que la justicia sea suficiente.
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