La Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas al filo de la navaja 

 

Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH)

Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH)

María del Carmen García Aguilar[1]

La politización y el presentismo de prácticamente todo hecho o suceso público, constituye la estrategia más socorrida para generar “ruido” y ocultar el fondo oscuro de lo que lo hace posible. De acuerdo con sus actores, convertidos en víctimas o en victimarios, la tendencia común es tornarlos “verdades” o “mentiras”. Se llega a los extremos de inventar “a modo” el hecho mismo, la tecnología comunicacional lo hace posible; una simple reunión se torna en imagen acompañada del discurso que se quiere legitimar. En la sociedad del espectáculo lo propio es el hoy, esto es, Tabula  rasa.

Por sus secuelas degradantes, lo trágico es que estas estrategias de poder comunicacional, se ha ejercitado con abierta normalidad en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH), durante los años de la rectoría de Rodolfo Calvo Fonseca, quien recientemente presento su renuncia a dicho cargo. Sin duda la distancia entre el ser y deber ser de la Universidad no es un hecho nuevo, lo nuevo fue la cartelización, la mercantilización y la corrupción, que terminaron devorando los fines, principios y valores de esta casa de estudios. Fue nombrado  por capricho de un exgobernador, a sabiendas de su incapacidad profesional para conducirla a la crisis que hoy enfrenta. Es una crisis de insolvencia financiera, que su renuncia no le exime de una auditoría del uso, manejo y fines de los recursos públicos otorgados a dicha casa de estudio, y la sanción jurídica en caso de su mal manejo. Es también una crisis de insolvencia en el manejo académico: solicitar el retiro de dos catedráticas-investigadoras apoyadas por el CONACYT con una evaluación positiva de sus tareas realizadas por el mismo CONACYT, y el despido de profesores investigadores con reconocimientos del Sistema Nacional de Investigadores, que desarrollaban investigaciones con apoyo del CONACYT, resultan un insulto.

El tono de esta entrega a Chiapas Paralelo tenía un abierto sentido reflexivo sobre el marasmo y el desorden que priva en las instituciones de Educación Superior y terminar con el esbozo del tipo ideal de Rector para la UNICACH. En la mañana del 3 de febrero me encuentro con la lista de nueve candidatos/as elegidos, y en éstos no encuentro al Dr. Alain Basail Rodríguez, investigador y profesor de esta casa de estudios, quien reúne los requisitos de sobra. Y registro un pasquín en el diario Cuarto Poder, en el que se construyen mentiras que se asumen como verdades.

Es falso que el SPAUNICACH intente tomar por asalto a la universidad. Sencillamente el personal académico le exigió al sindicato tome cartas en el asunto de los derechos violentados por la Rectoría. La lista es enorme, pero destaco el no pago al Instituto del Seguro Social, dejando a los académicos despojados de toda atención médica, y la suspensión de pagos al INFONAVIT. Se trata de recursos que mes a mes la administración de la universidad  descuenta a su personal académico y administrativo. El adeudo de la universidad al INFONAVIT es de poco más de 40 millones de pesos. Es falso también que el SPAUNICAH tome partido en la contienda de la elección. Ayer, en una reunión convocada por el sindicato para informar los avances de las “negociaciones” con las autoridades, hoy prácticamente inexistentes, dejó claro que como sindicato no debe apoyar a ningún candidato. Pero quedó claro que la posición de los profesores sindicalizados es no aceptar  a ningún candidato externo para evitar que se repita la misma historia: hacer de la UNICACH un botín político y la subsecuente corrupción y mercantilización a la que se le ha llevado.

Si me preguntan quién hace posible la crisis de la universidad y quién o quienes pueden resolverla, diría que la respuesta es fácil: quienes ostentan el poder de designar a la autoridad máxima de la UNICACH: El Gobernador y  La Junta de Gobierno. Hay mucho de cierto en ello, sin embargo, desde otra dirección, la mano que mece la cuna es la de quienes hacen posible el ser y hacer de la Universidad: su personal académico y administrativo. Sin duda hablamos de un comportamiento paradojal, en el que no sólo se conjuga una tensión binaria, sino un contexto laboral preñado de la amenaza misma a la pérdida de un trabajo que es vital para la subsistencia misma. De la vulnerabilidad deviene el miedo y de este la parálisis; es también un contexto en el que el deslizamiento del aura crítica del docente e investigador a la del “experto” posibilita no sólo la falsa “neutralidad”, sino también el sentido de autosuficiencia y creer tener a la sociedad como la  sartén por el mango, y con habilidad hacerse acreedor de nombramientos académico-administrativos, de becas, de sabáticos continuos, y de otros beneficios que otorgan las instituciones públicas de educación superior. Saben que estar en el “copo” obedece al contexto y a la cercanía con el poder de dentro y de afuera. Pero priva el miedo de perder lo alcanzado y se le defiende con todo, así sea con mentiras. Tras la fachada snobista e individualista está el miedo pero sostienen bregar con el poder, dentro y fuera de la universidad, convencidos o convencidas de la inevitabilidad del orden existente.

La paradoja es que desde el colectivo de los académicos y académicas también nace lo opuesto: se recupera la capacidad de cuestionar y exigir que las instituciones ejerzan su cometido desde el primado de la democracia. La conjunción de conocimiento y acción  deviene de situaciones lìmite, como la que hoy vive la universidad. Nada extraño que se exija lo que ésta debe de ser. Nuestra casa de estudio es un espacio con un gran capital humano para responder a la exigencia de formación profesional de miles de jóvenes chiapanecos a quienes les queda la responsabilidad de contribuir a sacar del subdesarrollo a una entidad, que de acuerdo con las cifras del INEGI seguirá encabezando los primeros lugares de pobreza, desigualdad y precariedad. En 2018 el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) reveló un cuadro aterrador: para ese año la pobreza general alcanzó a 4 millones 114 mil habitantes, equivalente a 76.4 por ciento de la población chiapaneca y la pobreza extrema a un millón 623 mil 300, que representa 29.7 por ciento de la población total.

[1] Investigadora y docente de la UNICACH; becaria del Sistema Nacional de Investigadores (SNI-II).

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