El bicho: Aproximaciones y reintegros

Habrá sido entre 2010 o 2012 cuando un amigo que ahora es alcalde me pidió apoyo a fin de llevar a cabo en Xalapa la reunión anual de la Red de Investigación Urbana. Eventos tan masivos pueden resultar apropiados como limitantes. Se constituyen verdaderamente en espacios donde se puede tomar el pulso de la discusión y los trabajos de investigación que se desarrollan en varias partes, pero también, resultan restrictivos puesto que el tiempo resulta el verdugo que no permite diálogos más pausados en la comunidad académica participante. Cada vez creo menos en actividades de esta naturaleza porque la meritocracia nos obliga a la acumulación de constancias y a correr desaforados por nuestros reducidos minutos de gloria. A menudo estos foros resultan una suerte de masificación invertida, los ponentes nos disputamos el escaso público porque resulta común que seamos más los expositores que los oyentes, salvo las vacas sagradas que suelen concitar a sus propios seguidores.

 

Con la maravilla de la internet vamos perdiendo el hábito de visitar librerías. Las pocas que aun se mantiene resisten los embates despiadados del confinamiento, la brutal desigualdad existente y los minúsculos incentivos para visitarlas. Tuxtla Gutiérrez, la capital del estado de Chiapas, era un páramo porque prácticamente no existían ofertas culturales de este tipo. Para un mercado potencial de más de medio millón de habitantes, hoy en día se cuenta al menos con dos buenas librerías, la universitaria, en la avenida central y 2da poniente, así como la, José Emilio Pacheco, en los linderos de lo que era el municipio de Terán, en el extremo poniente de la ciudad. Hace no mucho tiempo escribía que me parecía una salvajada la desaparición de la José Emilio Pacheco, que cuenta con amplio catálogo del Fondo de Cultura Económica, porque los burócratas, con frecuencia ignorantes, suelen considerar como un gasto y no una inversión experiencias de este tipo. No observan un rendimiento monetario inmediato, puesto que alimentar el espíritu no se traduce en pesos y centavos con prontitud, pero indudablemente dejan su huella indeleble mientras disfrutamos una lectura y actuamos en consecuencia siendo mejores ciudadanos.

 

En Xalapa, la capital del estado de Veracruz, han existido varias hazañas en cuanto a librerías se refiere. Recuerdo mucho una en cuyo nombre expresaba el deseo socializante de sus propietarios: Libros para todos. Ubicada en pleno centro de la ciudad, en la calle de Carrillo Puerto, la librería se especializaba en literatura para el área de ciencias sociales y, en aquel tiempo, donde aun se enseñaba marxismo, era un pequeño habitáculo donde se podía encontrar a los autores más representativos de dicha corriente de pensamiento.

La librería El Rosario (8)

 

Pero los esfuerzos de estas empresas culturales no han amainado, ni han sido una afrenta para emprendimientos de esta naturaleza. La Rueca de Gandhi, por ejemplo, se especializa en el mercado de libros usados. Hyperion, tienen un buen catálogo en ciencias sociales y, también, de creación literaria y artes.

 

Fue precisamente en esta última librería, ubicada en la calle de Murillo Vidal, en la que me encontré un libro de Mike Davis, un académico americano orientado desde la teoría crítica y el marxismo, que combina el estudio sistemático con la militancia política, no porque pertenezca a algún partido político, sino porque considera que la protesta no solamente es un deber cívico, al mismo tiempo que un derecho irrenunciable. Planeta de ciudades miseria resultó una lectura reveladora en muchos sentidos. Actualizaba mis conocimientos sobre la urbanización planetaria y el fenómeno de las megaciudades, los problemas de las disparidades sociales que semejante realidad entraña, la opulencia sustentada con base en la precariedad del trabajo y la vida social, así como la desastrosa y bárbara crisis ambiental que ya estamos padeciendo. 

 

Con estos antecedentes y teniendo aquel evento en puerta, imaginé y propuse que Davis podría ser un buen invitado con el propósito de que ofreciera la conferencia de apertura del Encuentro de la RNIU. Conté con el aval de los organizadores para buscar esa posibilidad. Por azares del destino, comenté nuestras intenciones a mi amigo y colega, Michael Ducey, quien me ofreció su generosa ayuda a fin de contactar al profesor Davis. Lo intentamos en varias ocasiones, pero para nuestra mala fortuna, nunca pudimos hacer contacto directo con él. Como se trata de un profesor en retiro, literalmente abandonó el espacio universitario para vivir en un lugar que pudiera experimentar y llevar a cabo sus preocupaciones ambientales.

 

Hace poco leía una entrevista en que Davis aseguraba que, mientras vivía en California, siendo joven aun cruzaba hacia México por Tijuana, pero mientras sus amigos se liberaban bebiendo alcohol y cogiendo con prostitutas, él vivió igualmente algo liberador, pero a partir de las charlas con un refugiado español quien le insistía que debía leer Marx.

 

Una amiga me invitó a escribir un artículo juntos para el aniversario de la revista que se produce en el Centro en que se desempeña como profesora e investigadora. Como no teníamos idea sobre qué escribir y ella tenía otros compromisos en puerta, propuse que abordáramos el tema de la pandemia y sus principales consecuencias, no solamente sanitarias sino económicas y sociales. Era una verdadera osadía y, seguramente, un despropósito frente a los retos enormes que ello significaba. Se trata de un virus cuyos conocimientos corrían a la par con las consecuencias más desastrosas de la propia enfermedad y, también, aun cuando había disponible un mar de información, escasamente existían estudios sistemáticos de un fenómeno “novedoso”. Finalmente, no pudimos ponernos de acuerdo en la orientación que debería tener el texto y, por el momento, la empresa naufragó esperando mejores momentos para realizarse.

 

Siento terror y alivio al mismo tiempo por la página en blanco, de modo que descanso cuando en su imperfección comienza la danza de las palabras. Nunca me encuentro plenamente satisfecho con lo que escribo, ni la manera en que me expreso, pero suelo descansar los textos en parte por las premuras de la entrega, aunque también para desprenderme de ellos. Eso me ocurría mientras mi coautora me invitaba a aceptar otros desafíos académicos, pero llegué al límite de mis fuerzas y tuve que renunciar al menos a la hazaña de abordar lo que nos estaba ocurriendo con la pandemia. Aunque contaba con alguna información para afrontar el reto, los desacuerdos y los distintos compromisos de ambos no nos ayudaron mucho en esta ocasión.

 

Más allá de esto, el profesor Davis continuó siendo un incentivo respecto de los temas que trata de manera profunda y panorámica. De modo que continué mis pesquisas acerca de lo que ha escrito y mientras la pandemia nos obliga a practicar el home office, me topé con un sugerente título: Llega el monstruo. Covid-19, gripe aviar y las plagas del capitalismo. El hallazgo no podía ser más oportuno.

 

Ahora que estamos llegando a casi los 180 mil muertos en México y que nuestro zar anticovid19 también se ha infectado, no tenemos otra salida que la paciencia para continuar en aislamiento siempre que se pueda. Sin temor a equivocarme esta es una de las primeras pruebas para la humanidad de proporciones épicas por la distribución de los contagios y sus consecuencias. Al capitalismo no parece derrotarlo los movimientos contestatarios y revolucionarios como añorábamos en nuestra ilusoria juventud; es la catástrofe ambiental la que nos está poniendo de rodillas y será desde ahí donde emergerán los vientos de cambio porque nuestro modo de vida actual resulta insostenible y como lo experimentamos ahora, puede tener consecuencias devastadoras si no hacemos nada por cambiar.

 

Con Davis comprendemos los antecedentes del cuadro viral más importante para la humanidad, antes incluso de la aparición funesta del SAR-CoV2. Más letales para las personas y para ciertas regiones del mundo resultaban el ébola y el Zika, cuando a través de un organismo transportador hizo su aparición en el género humano la enfermedad del coronavirus.

 

Más allá de la exhaustiva información consulta con el fin de describir la composición del virus tipo SARS, Davis aclara que se trata de agentes patógenos había hecho su aparición con el nuevo siglo y en 2012 su hermano menor (MERS, síndrome respiratorio de Medio Oriente), causó serios estragos a la salud de las personas en Arabia Saudita. Por lo tanto, existían antecedentes que auguraban la inminente llegada de una afectación al género humano, pero los científicos que se atrevieron a señalar esto fueron literalmente ignorado. La pregunta es ¿Qué hicieron los gobiernos del mundo ya no digamos para prepararse (cada vez es más claro que no hicieron nada o muy poco), sino para contener la llegada de una infección generalizada por el mundo como lo vivimos ahora? Davis es prolífico para el caso de Estado Unidos y la única palabra que se me ocurre después de leerlo es que el gobierno de Trump fue un desastre en términos de vidas sacrificadas por la incompetencia.

 

La enfermedad que produce el coronavirus es parecida al resfriado común, pero este virus es más letal por su capacidad de contagio y la versatilidad que presenta para mutar. Si a esto de por sí grave añadimos otros elementos, como la pobreza, la falta de infraestructura hospitalaria, los déficit de personal capacitado para atender la emergencia, pues la situación se vuelve catastrófica como lo estamos viendo.

 

Sin embargo, uno de los principales puntos del análisis de Davis es el que se refiere al colapso ambiental que está produciendo y producirá en el futuro este tipo de calamidades. Se sabe que los murciélagos son portadores del virus tipo SARS, tanto como las aves acuáticas son portadoras del tipo de virus H#N#, mejor conocido como gripe aviar. Hay muchas variantes de estos virus, pero digamos que no afectan más que en determinadas circunstancias a los animales que son portadores. Para el caso del virus tipo SARS, se infiere que hubo un animal digamos que intermediario entre los murciélagos y los humanos que finalmente transportó el virus que terminó infectándonos. En este sentido, se habló de los pangolines, una especie de armadillos que por costumbre suele consumirse en el oriente.

 

Lo más revelador de todo esto es que, como dice el profesor Davis, los virus SARS no eran realmente muy importantes mientras aparecían conforme avanzaba el nuevo milenio, salvo para la ciencia veterinaria en la medida en que ya había causado efectos mortíferos en algunos animales de corral, sobre todo. “Aunque se creía que dos cepas humanas identificadas causaban entre el 10 y el 20 por ciento de los resfriados (los rinovirus humanos con los principales culpables), la mayor parte de la investigación se centraba en brotes mortales en cerdos, ganado bovino, pavos y otros animales domésticos, especialmente en las crías. El virus de la diarrea epidémica porcina, que fue identificado por primera vez en China en 1971, mató a millones de lechones y dejó una sombra de duda permanente sobre la producción porcina. En los años noventa se demostró que otro coronavirus, el coronavirus bovino, había sido la causa de varias enfermedades letales que afectaban al ganado bovino, incluida la misteriosa «fiebre del transporte». En tales casos, la presión del confinamiento extremo en los corrales de engorde industriales y en la ganadería porcina intensiva destrozan el sistema inmunitario de los animales y sin duda celebran la aparición de nuevos tipos de coronavirus, así como su creciente capacidad de transmisión entre especies”.

 

En la medida en que nuestros modelos de desarrollo y los modos de consumo asociados restringen cada vez más los espacios de los animales para su reproducción, el futuro no se ve muy prometedor si no somos capaces primero de reconocerlo y luego de tomar cartas en el asunto. Tic, toc, tic, toc, tic, toc…….

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