La vacuna del orden mundial

El nuevo año ha llegado con la esperanzadora noticia de que se inició la vacunación contra el Covid-19 en distintos países del mundo, entre ellos México. En concreto se trata de la vacuna producida por Pfizer-bioNTech, una de las empresas farmacéuticas más poderosas del mundo y con quien México ha negociado la compra de más de treinta millones de dosis. Otros países ya iniciaron el proceso de vacunación con anterioridad, aunque no todas las agencias internacionales que validan los medicamentos hayan respaldado sus productos.

La angustia causada por esta pandemia, junto a las pérdidas humanas de personas cercanas y conocidas, puede alejarse paulatinamente con el arribo de esta forma de combatir la enfermedad. Sin embargo, nada es o será tan sencillo y rápido como se desea. En primer lugar, porque el arribo de la vacuna dependerá de las posibilidades de compra de ese producto por parte de los distintos países y, en segundo lugar, porque la logística de la vacunación es lenta y prolongada en el tiempo.

Este virus ha provocado la emergencia de reflexiones sobre el vivir personal y colectivo, pero también ha incentivado la revisión de temas que, por conocidos, no dejan de presentarse como agravios políticos y sociales difíciles de combatir. Uno de esos temas es el poder que han adquirido las grandes empresas que controlan la producción de los medicamentos y que sobrepasa cualquier ficción cinematográfica. Poder para producir con celeridad una vacuna, y dejar de preocuparse por otras, por ejemplo.

En consecuencia, las vacunas que han empezado a circular, como la mencionada, son el resultado de la inversión económica de las propias farmacéuticas y sus inversores, y de los Estados interesados en su producción. Si las empresas tienen el aliciente lógico de obtener ganancias económicas, ningún gobierno quiere cargar con los muertos de una pandemia y utiliza los recursos con los que cuenta gracias a su poder de recaudar impuestos a empresas y ciudadanos. Hecho que se agudiza cuando ciertos Estados han convertido el bienestar de la población en un estandarte del territorio que los delimita. Así se entiende que esta enfermedad que está matando a ciudadanos de la Comunidad Europea y de los Estados Unidos se haya convertido en prioridad, por encima de otras enfermedades que han afectado a territorios no centrales del mundo, véase por ejemplo el Ebola (EVE) en África. Lo mismo puede decirse del VIH que aquejó, en un principio, a grupos humanos estigmatizados por sus preferencias sexuales.

Negar el impacto del Covid-19 en nuestro suelo es ignorar la realidad, como también es una utopía creer que este virus acabará de forma inmediata. Pero si esto es así, no cabe duda que los recursos económicos invertidos por los países definirá la celeridad del proceso de vacunación. Hoy, más que nunca, la producción y distribución de la vacuna contra el Coronavirus es un reflejo del orden mundial vigente. Certeza difícil de negar y en la que se juegan vidas propias y de los seres queridos.

Seguridad, riesgo, y otros conceptos vinculados con la enfermedad y la salud han sido abordados por destacados analistas sociales para reflexionar sobre la construcción del mundo contemporáneo. Ideas muy vinculadas al ejercicio del poder y al control de la población. La pandemia remite a replantear estos y otros muchos conceptos aplicados al vivir cotidiano, así como el ejercicio del poder y al propio orden mundial. Reflexiones que ayuden a repensar la condición de ciudadanos en este mundo fraccionadamente global como se demuestra con la aplicación mundial de la vacuna.

 

 

 

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