El olor de la voz
Casa de citas/ 516
El olor de la voz
Héctor Cortés Mandujano
En Los mejores ensayos mexicanos, edición 2005 (Joaquín Mortiz, 2005), selección e introducción de Antonio Saborit, hallo dos citas que comparto contigo lector, lectora. La primera la cita Magali Tercero y es de la gran Clarice Lispector (p. 23): “La escritora fracasada abrió su diario encuadernado en cuero rojo y comenzó a anotar: ‘Siete de julio de mil novecientos sesenta y nueve. Yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo’ ”.
La segunda la cita Juan Villoro y es de W. B. Yeats (p. 260): “Uno de los grandes problemas de la vida es que no podemos tener ninguna emoción pura. Siempre hay en nuestro enemigo algo que nos gusta y en nuestro amor algo que nos desagrada”.
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¿Cómo puede ser el rostro de una mujer enemiga del islam?
Firdaus Noman, madre de Shalimar,
en Shalimar el payaso,
de Salman Rushdie
Aunque Shalimar el payaso, de Salman Rushdie (que leí en mi eBook), cuenta un montón de historias, basadas en la Historia –luchas intestinas en la India, el nazismo y muchos crímenes más–, se centra al final de cuentas en cinco personajes: Maximiliam Ophuls, sobreviviente de los nazis, autor de éxito y luego diplomático, hombre de poder; su mujer, Margaret Rhodes, la Rata Gris, también sobreviviente, mujer seca para el placer erótico, con espías por todos lados; Boonyi Kaul Noman, una jovencita de Cachemira, presta al erotismo, que se entrega en su adolescencia a Noman Sher Noman, también joven, a quien llaman Shalimar el payaso (es actor tradicional de Pachigam, su pueblo) y a quien abandona para volverse amante de Maximiliam, quien al principio le pone el cielo en las manos y luego la deja, cuando ella ha parido al quinto personaje fundamental de esta excelente novela: India Ophuls.
Comparto contigo lector, lectora algunas ideas de esta ambiciosa novela (Rushdie es de los pocos autores que buscan, todavía, la novela total). Olga Volga, vecina de India, cuenta (p. 14): “Los hombres no duran […], los hombres son están hechos para aguantar. En mi vida los hombres han sido como zapatos. Tuve dos y los dos se gastaron. Después de aquello aprendí a andar descalza, por decirlo así”.
Boonyi y Shalimar tienen sexo por primera vez. Él le dice, cuando terminan, algo fundamental para la historia (p. 66): “No me dejes. […] No me dejes ahora, o nunca te perdonaré; tendré mi venganza, te mataré y, si tienes hijos de otro hombre, los mataré también.
“—Qué romántico eres –dijo ella con despreocupación–. Dices las cosas más encantadoras.”
El coronel Tortuga estaba apasionado de Boonyi (luego se vuelve el general Hammirdev Suryavans Kachhwaha y asesina a toda la población donde vivió la mujer que lo despreció) y va a buscarla, quiere verla. No sabe cómo abordarla. Ella se da cuenta de que él no busca protegerla, sino reclamarle porqué se acostó con Shalimar. Pero no son ni amigos, de modo que no tendría sentido. Ella lo ve con desdén, él intenta hablar. Rushdie hace una imagen desagradable, pero precisa (p. 104): “La voz de él olía a caca de perro”.
Edgar Wood es el incondicional de Maximiliam, un sirviente en toda la ley; cuando ve que su patrón es muy mujeriego le pregunta si tiene problemas con la espalda. No, contesta Max. Dice entonces Wood (p. 186):
“—Estupendo […], porque demasiado sexo y problemas de espalda fue lo que hizo que asesinaran al presidente.”
Wood le explica: “Kennedy tenía la espalda mal, para empezar, pero se le puso tan mal de tanto follar por ahí que tenía que llevar corsé todo el tiempo. Lo llevaba en Dallas y por eso no cayó cuando lo acertó el primer disparo. Estaba herido y se tambaleó, pero el corsé volvió a enderezarlo, boing, y entonces la segunda bala le voló la nuca. ¿Comprende lo que le digo, profesor?”.
Talib el afgano (“talib” significa estudiante; “talibán”, erudito, nos explica la novela), un guerrillero, le explica a Shalimar, cuando éste se ha vuelto un asesino después de ser un actor (p. 273): “Dios escupe sobre los actores. Dios escupe sobre el baile y el canto. […] Dios escupe sobre el mundo del espectáculo […] Dios escupe sobre la intelectualidad y el libertinaje y el juego”.
Talib es un rabioso profesional; sólo tenía apego a su cólera y a Zahir, su joven protegido, “discípulo y amante” (p. 274): “Pero aquello no era homosexualidad. Era virilidad”, porque Talib también odiaba a los homosexuales y creía que había que matarlos.
Rushdie, en la vida real, fue condenado a muerte por haber escrito la novela Los versos satánicos. Aquí, en Shalimar… juega, en una ironía bastante negra, con su sentencia a muerte, porque a Shalimar le encargan matar a un escritor que se parece a él (pp. 275-276): “El hombre que iba a matar era un hombre impío, un escritor contra Dios, que hablaba francés y había vendido se alma a occidente”.
Anees Noman, hermano de Shalimar, platica con su madre sobre la religión que quiere imponer a las mujeres que se cubran la cabeza, la cara y el cuerpo. Dice (p. 302): “Creen que es un hecho científico que el cabello de una mujer emite rayos que incitan a los hombres a realizar actos de depravación sexual”. Firdaus, su madre, dice:
“—De forma que, como los hombres, según ellos, son animales, deben pagarlo las mujeres. Es una vieja historia. Dime algo nuevo”.
Aunque hace una lista de los crímenes cometidos en el pueblo de Pachigam, donde desaparecen a toda la población, el narrador dice (p. 310): “Hay cosas que no deben mirarse directamente porque te cegarían si las mirases a la cara, como el fuego o el sol. De forma que, para repetirlo: no existió ya Pachigam. Pachigam fue destruido. Podéis imaginároslo”.
India se enamora, sin querer. Olga Volga ya le había dicho de la naturaleza taimada del amor (p. 360): “No se acerca por donde estás mirando –le había dicho–. Se arrastará por detrás de tu oreja izquierda y te golpeará en la cabeza como un pedrusco”.
India lucha contra lo que siente por Yuvary y razona (p. 370): “Qué inferiores eran los hombres. […] Eran los hombres los cobardes y las mujeres las guerreras”.
Me parece una falla muy grave en la novela la forma en que se conocen y se vuelven íntimos Shalimar y Maximiliam. Me parece que fue algo que Rushdie debió meditar mucho más, pero, en cambio, me parece que el final, que no rebelaré, por supuesto, es genial. Son raros los grandes finales. Me parece que esa novela tiene uno de ellos.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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