2021: esperanzas y realidades
Año con año las esperanzas se renuevan. Este 2021 que se inicia no es la excepción. La esperanza más compartida a nivel mundial es que se venza a la pandemia gracias a las vacunas. Eso tomará tiempo, pero la esperanza es una realidad viable. Una vez pasada la pandemia, tendremos que continuar la reflexión acerca de los cambios que el COVID trajo consigo: los que se irán con la pandemia y los que se quedaran. En México, la esperanza incluye el destierro de la corrupción, la mejoría de la economía, el avance de las mujeres en sus luchas básicas, el empleo para todos y la erradicación de la violencia. Todo un programa de cambios nada fáciles. El aparato de justicia y las elites políticas serán lo más difícil de cambiar. Están acostumbrados a la corrupción, la ven como parte del ejercicio de sus profesiones. La esperanza es que por lo menos se aminore el saqueo y que la justicia comience a ser una realidad. Que no se negocie políticamente con el derecho. Que el país deje de ser una gigantesca tumba.
Pero la desigualdad social en el mundo seguirá y me temo que por largos años. La economía política del capitalismo logrará sobrevivir y restructurarse. No será nada fácil encontrarle un modelo alternativo viable. En el mundo entero, la desigualdad social es notable. El capitalismo es camaleónico: cambia y se adapta, según las circunstancias y los contextos. Tan es así que la pandemia le fue propicia a los grandes capitales que imperan en el mundo.
A ello se suma el que no conocemos una realidad social empírica en donde no exista la desigualdad social. El logro de una sociedad igualitaria es todavía una utopía, aunque existen ensayos que mantienen la esperanza viva. A la desigualdad social hay que disgregarla y observar las desigualdades, o si se prefiere la desigualdad social en sus diferentes manifestaciones: la desigualdad de clase (desigualdad socioeconómica), la desigualdad cultural/étnica, la desigualdad de género, las gradaciones de la desigualdad y las manifestaciones de la discriminación y el racismo. En esos contextos, América Latina y El Caribe se sitúan en los más altos grados de desigualdad social. La desigualdad social en América Latina y El Caribe es estructural y es la fuente de la problemática cada día más compleja que enfrentan nuestras sociedades: violencia, corrupción, discriminación, racismo, etcétera. Tanto América Latina como El Caribe son ámbitos macroregionales en retroceso, como lo indican las variaciones en la economía, incluyendo los impresionantes contrastes aunados a un mercado de trabajo débil, precario. Las principales estructurantes de la desigualdad son: la clase social, las identidades étnico-culturales, los ciclos de vida y hasta el territorio. Estas dimensiones de la desigualdad se entrelazan, aunque con todo ello, es posible observar que las desigualdades más profundas se revelan en la pobreza sobre todo entre los pueblos indígenas y los llamados “cinturones de pobreza” de las ciudades, a los que José María Arguedas-el antropólogo y escritor peruano-bautizó como “cinturones de fuego”. En toda América Latina y El Caribe, la incidencia de la pobreza es mayor durante la infancia y la adolescencia, lo que se observa en el impresionante dato de que los sicarios oscilan entre los 8 y los 16 años de edad. ¡Terrible! La maternidad prematura es otro rasgo de la pobreza, presente en los ámbitos rurales latinoamericanos y caribeños, además de en los “cinturones de pobreza” de las ciudades. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) no se cansa cada año de advertir estas adversidades al tiempo que los círculos de poder, incluyendo a los grandes capitalistas, declaran-año con año-“ahora si: nos preocuparemos por mitigar la pobreza”. Pero las declaraciones se desvanecen en una realidad lacerante. Precisamente la CEPAL ha publicado el libro La Matriz de la desigualdad social en América Latina, (2018), sin duda, una de las lecturas que causa mayor agobio. La CEPAL no lo dice de esa manera, pero su análisis conduce a una conclusión obvia: imposible de lograr el objetivo estratégico de sociedades igualitarias, en el contexto de una economía política como la del capitalismo, que se nutre, precisamente, de la exclusión y la monopolización de la riqueza en pocas manos. El dato, de los llamados “duros”, dice: el 1% más rico de la población mundial, acapara el 82% de la riqueza generada por el trabajo social en el planeta. La mitad de la población mundial no obtuvo beneficio alguno de la generación de esta riqueza. La riqueza del mundo se concentra en 26 personas en un planeta en el que habitan 3. 803, 439.710 mujeres y 3. 826, 122, 350 hombres, es decir, un total de 7. 629, 562.07 seres humanos. ¡Increíble! En el caso concreto de México, y el dato proviene de 2018, el 1% de la población total de 126.2 millones, acapara el control de la riqueza nacional, y no lo dice un emboscado izquierdista sino un economista nada menos que del ITAM: Miguel del Castillo. Otro ángulo: la riqueza mundial se concentra en ¡26 personas! Lo que es increíble. Así que en la pospandemia las ciencias sociales-siempre incómodas-para los círculos de poder-tienen la ingente tarea de analizar la condición del mundo y tratar de que la difusión de sus resultados sea lo más ampliamente posible. Por lo pronto, que no se desvanezca la esperanza en un mundo mejor y que en este 2021 por lo menos de logre la derrota del virus que nos tiene confinados.
Ajijic. Ribera del Lago de Chapala. A 4 de enero, 2021.
P.D. Los trabajos del economista Miguel del Castillo, Jefe de la Unidad de Desarrollo Social de la Sede Subregional de la CEPAL en México, se encuentran en línea. En el caso particular de Chiapas, se pueden consultar los textos más reciente de Mari Carmen García y Daniel Villafuerte Solís, investigadores del CESMECA de la UNICACH, sin detrimento de lo que publican todas y todos los investigadores de uno de los centros de investigación en ciencias sociales más importantes en América Latina y El Caribe, con sede en San Cristóbal de las Casas. El CESMECA edita también la Revista Liminar, con reconocimiento nacional e internacional.
A quienes interesados en el tema de los conflictos protagonizados por intelectuales en México, sugiero leer: Ángel Gilberto Adame, Pasiones, Fracturas y Rebeliones. Octavio Paz, Pablo Neruda y José Bergamín, México, TAURUS/Grupo Editorial Random House, 2020. Es una lectura muy interesante que da cuenta de líos que tuvieron repercusiones definitivas no sólo en México sino en Chile y España.
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