Rompan todo

Lo de hoy es hablar del documental Rompan todo: La historia del rock en América Latina. La comunidad roquera está “tocada” por el acontecimiento, con lo cual ahora tengo tres compromisos etílicos y virtuales para discutir con mis colegas al respecto. Inicio con una botanita y defino mi posición. Tres cosas diré:

 

Primera. Es ocioso habla de las inclusiones y exclusiones del propio trabajo documental, como ya se ha vertido en las redes sociales, por muchos especialistas y los propios músicos nacionales. Es un trabajo de un equipo que pone lo que piensa que debe ir; es una versión, una obra que sesga por default cualquier cosa. Hay omisiones y, desde luego, la narrativa pudo haber sido otra, en muchos sentidos.

 

En cuanto al rock nacional, hay muchos lugares comunes y repeticiones de muchos de los eventos históricos que han dado pie a eso que se llama abstractamente “Rock mexicano”. Más bien, tomemos en cuenta eso: la narrativa en la cual está pensada esta nueva forma de contar la historia. ¿Hay exclusiones de actores y bandas emblemáticas? Por supuesto, me quedé con las ganas de ver algunas más (no diré por ahora cuales, para no continuar en la tónica de este “ocio intelectual”). Y Maná. Bueno, todo un caso que merece ser discutido de manera particular.

 

La cosa aquí es que quien crea que es el Gran Documental Fundacional de la historia del rock latinoamericano, estaría en un craso error. En cuanto al rock mexicano, es uno más de los muchos trabajos que se han hecho, tanto a nivel audiovisual como ensayístico y periodístico. Por supuesto, llama la atención la gigantesca producción de Netflix hacia un tema que antes no había sido tomado en cuenta por ninguna empresa “seria”, con alcances internacionales.

 

En esta línea, en México, a principios de los noventa, hubo una buena producción sobre crítica roquera a nivel de literatura especializada. Pero no solo en la Ciudad de México (ni en Guadalajara y Monterrey) sino en la otra provincia, la que no se toma en cuenta por estar siempre alejada de los reflectores del centro del país y de sus ciudades con mayor densidad de población.

 

En la ciudad de Xalapa, capital de Veracruz, hubo revistas de trascendencia regional que hablaban del rock en general y del “segundo” auge del rock nacional. La revista Graffity y Anónimos Suburbios (en esta última con la obra de Homero Ávila, Héctor Leonel Reyes, Ariel García y Juan Pablo Zebadúa), y muchos más fanzines donde consta toda una mirada del acontecer roquero nacional. En Chiapas, a nivel de radio con Daniel Trejo y sus programas especializados como ningún otro en el sureste de nuestro país, y los trabajos a nivel crónica de José Luis Gómez (el legendario Kiss).

 

Segunda. Llama la atención el documental y todo lo que ha aflorado a partir de su crítica. Con seguridad es por ser Netflix, la plataforma mainstream más popular de todas, y la avidez con que estamos todo el mundo en ver y escuchar, otra cosa nueva en los ambientes de confinamiento. Quizá por eso todo el mundo roquero habla de ello y tiene un punto de vista qué decir y comentar. Pero también sostengo que aún tenemos una deuda pendiente por el tema musical: si bien hay cosas que ya se dijeron, la historia no finaliza aún y siempre estarán pendientes las tantas discusiones por haber en este tema. El arte y la música no paran, y el rock latinoamericano, marginal y rebelde, menos. La historia de nuestros países ha sido cruenta y llena de drama y dolor, ¿Por qué no habría de ser así con una música que fue reprimida todo el tiempo?

 

Tercera. Ya dije que se agradece la mega producción que Netflix aporta, pero me quedo con la propuesta de rock y política. Creo que es lo que sale mejor del documental, y de mi parte, si bien conocía algunas de las raíces del rock argentino, lo que me muestra después, con los actores y sus impresiones, me da una idea bastante buena de cómo nos hermanó la represión y sobre todo los ímpetus de los pueblos por su expresión.

 

Porque el documental se trata de Argentina y México. Y chao. Olímpicamente se borró a Brasil, que es una historia que se cuenta por sí sola, y claro todas las otras historias roqueras de los demás países latinoamericanos. Todo un tema con los peruanos Los Saicos, y los chilenos Los Prisioneros, que en Xalapa llenó toda una generación de calle y de contestación política.

 

Rompan todo propone una versión de los hechos. Quizá más asequible, más digerible en el formato, pero también fresa, un poco mainstream por ser Netflix. Esperemos iniciar un buen debate y con ello lamernos un poco las heridas de las batallas del rock, el nuestro, el que siempre está en pie de lucha y pensando decir algo en contra de todo.

 

 

 

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