El regalo de la tía Toñi
Faltaban pocos días para la celebración de la Navidad, Maribel estaba triste, la situación económica en su familia no era buena y eso le había impedido ahorrar para los regalos que le gustaba compartir. A sus nueve años había aprendido a ahorrar desde dos años atrás, Mónica, su hermana mayor, le había enseñado.
Mientras pensaba cómo podría hacer para tener regalos, escuchó el sonido del timbre de su casa. Se asomó en la ventana y vio que era la tía Toñi, hermana de su mamá. Abrió la puerta.
–Buenos días hija, ¿cómo están?
–¡Hola tía Toñi! Bien, ¿y tú? Pasa, por favor.
El rostro de Maribel reflejaba tristeza. La tía Toñi entró a casa, les llevaba una jarra con arroz con leche que había preparado. Era una de sus especialidades. Ambas se dirigieron a la cocina.
–¿Y la demás gente en esta casa? ¿Acaso siguen durmiendo?
–No tía, salieron al mercado. Yo preferí quedarme, no me siento con ánimo.
–A ver hija, ¿qué te pasa? Ya me preocupaste. Eso sí que es raro, a ti te encanta salir. Cuéntame, tal vez pueda ayudarte.
Los ojos de Maribel se fijaron en la tía Toñi que había servido dos tazas con el arroz con leche preparado y le invitaba a sentarse para platicar. La niña sintió un halo de esperanza con la llegada de la tía Toñi. Le explicó que no tenía dinero suficiente para comprar los chocolates y las galletas que año con año decoraba y regalaba a su familia. No se le ocurría qué otra cosa podría regalarles, su alcancía estaba prácticamente vacía.
–¡Ay Maribel! Así que eso es lo que te tiene atormentada.
–¿Te parece poco tía?
–No quise decir eso, más bien no es para que te angusties. Te contaré una experiencia, me pasó algo similar. Pero vamos niña toma tu arroz con leche que se enfría.
–¿En serio tía Toñi? Platícame.
Mientras cada una iba degustando su bebida, la tía Toñi le compartió una anécdota de su infancia, cuando era el cumpleaños de su mamá y al no tener dinero para comprar un regalo se le ocurrió que no siempre era necesario regalar algo comprado, también podría ser algo elaborado por ella. Así que empezó a juntar los retazos de papel crepe de diversos colores que tenía e hizo un ramillete de flores.
El rostro de Maribel fue cambiando mientras escuchaba a su tía, sus ojos tenían otro brillo. Recordó que guardaba hojas de diferentes colores y pegatinas que le habían regalado en su cumpleaños. Además contaba con lapiceros de colores, crayolas, tijeras y pegamento.
–Tu abuelita se sintió muy contenta con ese ramillete de flores y lo conservó muchos años hasta que fueron perdiendo el color. Lo más valioso es la intención con la que haces el obsequio, aunque sea un detalle sencillo. Así que niña, seguro que tú puedes hacer algo.
–¡Qué bonito detalle para la abuelita! ¡Muchas gracias tía Toñi! Eres mi ángel navideño. Yo no sé hacer flores, pero si me gustaría elaborar unas tarjetas, tengo los materiales para hacerlas.
Maribel se levantó para abrazar y besar a su tía Toñi, quien le correspondió. Ambas sonrieron.
–Por cierto tía, casi me olvidaba, muchas gracias por el arroz con leche. Te quedó bien rico, como siempre.
–Por nada hija. Recuerda que las penas con pan son menos.
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