El futbol en México: una reflexión
Excelente la reflexión de mi colega Juan Pablo Zevadúa Carbonell, contenida en el texto publicado en Chiapas Paralelo el miércoles pasado. Como bien lo señaló Juan Pablo Zevadúa, es imposible no comentar el hecho de una remontada como la protagonizada por los Pumas de la UNAM, que de ir perdiendo 4 a 0 con el Cruz Azul en el llamado “juego de ida” de la semifinal del futbol mexicano correspondiente al presente año, dejaron sembrado al rival en el “juego de venida” al igualar el marcador y aprovechar su lugar en la tabla de posiciones para avanzar al juego final contra el León, equipo que quedó Campeón a expensas, precisamente, de los Pumas. Estando de acuerdo con lo apuntado por Juan Pablo Zevadúa, me permito hacer las consideraciones siguientes.
Es bien conocido que el Cruz Azul suele perder partidos que en apariencia, tenía ganados. Lo que le sucedió con los Pumas no es algo raro en tratándose del llamado “equipo cementero”. Al igual que el Cruz Azul, el equipo Atlas de la ciudad de Guadalajara, está aún peor: tiene más de medio siglo persiguiendo un campeonato que nunca llega. El contraste entre las aficiones de ambos conjuntos en interesante. En el caso del Cruz Azul, que ha sido campeón de liga y campeón de copa, su afición está formada por obreros, simpatizantes de una izquierda que podríamos llamar “obrerista” (aunque suene raro), clases medias-medias (para utilizar la terminología parsoniana) y medias-bajas, comerciantes en pequeño, profesionistas modestos. Al Cruz Azul nunca se le ha asociado con las clases altas del país o con los estratos aristocráticos. Es un equipo de prosapia popular defeña, en contraste con el América, que es un símbolo de los estratos arribistas de la CDMX, admiradores de lo extranjero, envidiosos de las clases altas a las que aspiran a llegar. Además, tanto el América, como el Cruz Azul y los mismos Pumas, son el testimonio de la compleja variedad social y cultural de la actual Ciudad de México, sin contar al Atlante, los “potros salvajes” que emigraron a Cancún, dejando en un mar de lagrimas a la parte correspondiente de la afición chilanga que lo apoyaba. En el caso del León, representa a los habitantes de una Ciudad que se conciben así mismos como el conjunto social más importante de la región mexicana conocida como El Bajío. Así que para los aficionados leoneses el enfrentamiento con los Pumas es con la mismísima Ciudad de México, la capital Chilanga, que no es precisamente popular en el resto de la República. Pero la pregunta es por qué le sucede al Cruz Azul y al Atlas lo que les sucede. La primera respuesta es la irregularidad del futbol mexicano, que caracteriza a todos los equipos de la liga MX. En efecto, unos más y otros menos, todos se caracterizan por la irregularidad. De esta manera, con honrosas excepciones como los ocho campeonatos seguidos de las Chivas, o los tres continuos del Toluca o incluso los campeonatos logrados por el Santos de la Comarca Lagunera, suele suceder, o es lo que más acontece, que el equipo campeón del período llamado “de apertura” (como si fuera un hoyo) quede en la mitad de la tabla cuando no fuera de la liguilla, en el torneo siguiente, en el mismo año, llamado de “cierre”. La irregularidad tiene una causa: el futbol como negocio. Y aquí se abre una “brecha esquizofrénica” entre los dueños de los equipos y las aficiones, que vale la pena estudiar con detenimiento. En México, la organización de los equipos dista mucho de la que exhibe, por ejemplo, España. En este último país, los equipos suelen ser asociaciones que se reúnen para escoger a las directivas. En México, los dueños deciden todo. Y lo que les importa a los dueños es el dinero, no el futbol. Así que al final de cada campeonato “corto” –que lo es también por razones de negocio- los equipos son desmantelados en el mercado de piernas que deja a los dueños millones de dólares al año. Mientras las aficiones sueñan con el campeonato, los dueños sueñan con hacer fortunas de ensueño. Y los jugadores juegan para eso. Así, y no menciono nombres, jugadores básicos de las Chivas, aparecen en el siguiente torneo en las filas del archienemigo América o viceversa. El Cruz Azul y el Atlas se llevan el campeonato en el arte de desmantelar equipos para vender jugadores. Sucede también en países como España, para seguir con el ejemplo. En este caso, menciono nombres: Figo, jugador ícono del Barcelona, se pasó al Real Madrid, el equipo más odiado por los catalanes. Figo justificó su cambio diciendo que prefería enfrentar la furia de la afición a la de su esposa, precisamente porque hubiera implicado rechazar la jugosa oferta del Real Madrid, con la que ganaron el equipo y el jugador. El Barcelona vendió a Neymar y con ello labró su propio declive: hoy está en el lugar ocho de la tabla: ¡Inconcebible! Y esa es la característica de equipos como el Cruz Azul o el Atlas. Veremos qué pasa con el León y con los propios Pumas en el próximo torneo. Veremos qué sucede con el Campeón y el Sub Campeón de la liga MX. Ya empezó el desmantelamiento. Y ello incluye a los entrenadores. El caso del Tuca Ferreti como el eterno entrenador de los Tigres de la Universidad de Nuevo León es un milagro en el contexto del futbol mexicano. En Jalisco, el Atlas nunca empieza el siguiente torneo con el mismo equipo y en frecuentes ocasiones, ni con el mismo entrenador. El resultado es el mismo: frustración para sus aficionados que siguen fieles acudiendo a los estadios, gritando a voz en cuello los goles y llorando el resultado siempre adverso a su equipo. Pero eso si, como dicen en Jalisco, el Atlas es una tienda de jugadores. Allí está el negocio.
El deporte actual es sinónimo del negocio del espectáculo. Lo prueban las mismas olimpiadas que originalmente se concibieron para fomentar el deporte por el deporte. En la actualidad es un torneo de profesionales que deja ganancias jugosas a sus organizadores y también a los deportistas. Es muy probable que en el siguiente torneo del futbol mexicano veamos tanto al León como a los Pumas “arrastrar la cobija”. Al Tiempo.
Ajijic, Ribera del Lago de Chapala. A 13 de diciembre, 2020.
Saludo fraterno mi querido dr. Fábregas